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DON SIM�N EL HACHERO Y DON JUAN (*)
IV
Resulta que vino una �poca de gran escasez. La seca hab�a dejao los campos sin un solo yuyito verde, y pa pior la langosta la hab�a rematao comi�ndose hasta el �ltimo cogoyito de los �rboles. Los espartillares (1) agarraban fuego de puro resecos que estaban, y en la tierra sin pasto y sin agua, blanqueaban las osamentas de la hacienda. � Qu� miseria se�or! As� andaba don Sim�n, desesperao y hambriento, una siesta, cuando se encontr� con don Navarro, el burro. - �Hola amigazo! le dijo el tigre. �En qu� anda por estos pagos? - Voy de paso, le contest� don Navarro, porque pienso llegarme hasta "laisla"(2), a pastiar (3) un poco, que buena falta me hace. - �Aha!, gru�� don Sim�n, que buena idea. Yo tambi�n lo acompa�ar�a pero no me animo a cruzar el r�o porque ando medio debilucho, aunque con la bajante cualquiera lo hace. Don Sim�n se arrecost� al tronco de un algarrobo sin hojas. Entre las ramas cantaban las chicharras; y all� en el cielo, limpito y brillante como la hoja de un cuchillo, revoloteaban en tirabuz�n unos caracoleros (4). - �Y qu� hay de bueno en laisla? dijo haci�ndose el distra�do. - Y ..., le contest� don Navarro; todav�a se puede pastiar; por eso han pasao algunas vaquitas, una manada de yeguas y una que otra ovejita. A don Sim�n le brillaban los ojos; pero haci�ndose m�s d�bil de lo que estaba, volvi� a lamentarse de que por la falta de fuerzas no se animaba a cruzar el r�o a nado. - �Bah! le dijo el burro.�Y pa que se han hecho los amigos? Si se anima yo lo cruzo. A lo mejor se repone del otro lao. El tigre enseguida agarr� viaje. (5) El burro se ech� al agua y don Sim�n se le enhorqueci� (6) encima. - �Epa amigo! le grit� el burro. �No me claves las u�as! - Disculpe don Navarro. Yo me agarro bien pa no cairme. Cuando bandearon, el burro ten�a el lomo y el cogote ensangrentao. - Disculpe don Navarro, le dijo el tigre. Fu� sin querer; pero yo no me via (7) a olvidar del favor que me hizo. El burro se puso a pastiar enseguida y el tigre agazap�ndose se le fu� al humo (8) a una vaquilla. Cuando se dispusieron a volver a tierra firme, el burro le dijo al tigre: - Don Sim�n: �aura que ha recuperao las fuezas, por qu� no me pasa a m�, en el lomo, y as� quedamos a mano? - Bueno, contest� el tigre que ni se so�aba la hechur�a que hab�a tramao don Navarro. Y ah� no mas se ech� al r�o y ah� no mas el burro se le trep� al lomo. Pero en cuanto don Sim�n empez� a nadar y levant� la cola en l'agua, el burro hizo una zafadur�a tremenda que no tiene nombre (9). - �B�rbaro! bram� don Sim�n al sentirse ensartao; qn esta haciendo burro cochino?. - Nada amigo, contest� el burro; me agarro bien pa no cairme en l'agua. Y �qu� quiere!, cada uno se prende con las u�as que tiene. Pero lo pior es que todo el bicherio del r�o se di� cuenta de la cachafazada (10) de don Navarro. El primero fu� el pitangu� (11) que desde la rama seca de un raig�n que asomaba del agua cerca de la costa, empez� a gritar como un desaforao: - �Benteveo, benteveo, benteveo! Ah� no m�s el tero, �cuando no? se levant� del barrito de la orilla y revolotiando sobre laisla desparram� la noticia. Y detr�s del tero (12), la becasina (13), el chorlito (14), la gaviota(15), la garza(16), el tuyango(17) y el doroteo (18) armaron una griter�a de todos los diablos. Cuando el tigre lleg� a l'orilla el burro peg� un salto y s' hech� a correr mientras le dec�a a don Sim�n: Muchas gracias amigo; estamos a mano en los favores y disculpe, que cada uno se prende con las u�as que tiene. Pero don Sim�n no pod�a m�s con la verg�enza y pa pior en eso el chaj� (19) empez� a gritar sobre su cabeza. �Chaj�! �Chaj�! �Chaj�! - Aha, dijo don Sim�n pa sus adentros; ya t' entiendo: "chaj�, chaj�, chaj�", (20) No preciso que m'hech�s d'estos pagos. Ya me voi yo solo pa no volver jam�s. Y con las orejas gachas y la cola entre las piernas empez� a correr sin rumbo lleno e verg�enza. - �Que cosa b�rbara!, iba diciendo: Ande ir� aura, que no se sepa la hechur�a que me ha hecho don Navarro. Y as�, pensando y pensando, resolvi� enderezar pa 'lao de los montes, y enseguida agarr� el rumbo de los quebrachales del norte. Solo caminaba de noche, de verg�enza; y de d�a se echaba a sombriar (21) en los matorrales, sin moverse pa que no lo sintieran ni las iguanas. Por fin fu� viendo aparecer los primeros quebrachales, y poco a poco fu� alent�ndose cada vez m�s, hasta que al verse en pleno quebrachal, volvi� a entonarse como si se hubiera olvidao del asunto de don Navarro. Una ma�ana, iba al tranquito por una picada, cuando sinti� en el monte: t�n, t�n, t�n, como si alguien golpeara con un hacha. - �Oh! dijo enseguida. Aqu� hay un hachero cerca. Se me hace que hoy voy a comer fuerte(22). Y enderez� pa el lao de donde ven�a el ruido. Cuando estuvo bien cerca se hech� detr�s de un caraguat� (23) florecido y empez� a mirar. Un hombre forcejeaba martillando una cu�a de fierro clavada en la grieta de una viga, para partir�a en dos pedazos. Ten�a el busto desnudo y brillante de sudor. El tigre se pas� la lengua por los bigotes, y casi pegando la panza en el suelo empez� a avanzar hacia el hachero pa pegar el salto. Los ojos le relumbraban como dos carbones encendidos. Pero cuando se apronte pa dar el brinco, como no viene y se aparece don Juan que se planta en el medio y le dice haci�ndose el inocente. - �Oh mi t�o! �que anda haciendo por estos pagos? El tigre se qued� duro (24) con semejante aparici�n; pero enseguida y de mala manera le contest�: - Vengo a comerme ese hombre, pa despenarlo del trabajo que tiene que hacer pa ganarse la vida. - No mi t�o, dijo el zorro. Ust� no lo v'a comer as�. - �Lo �nico que faltaba era que vinieras a salir en su defensa! �Qui�n te mete a defensor de pleitos perdidos? No solo lo vi� comer a �l si no que tambi�n te comer� a vos pa que aprendas a meterte en lo que no t' importa. - No t�o, yo no lo defiendo. L' �nico, que es un parecer m�o, que ust� le pruebe que puede comerlo, por que tiene m�s fuerza qu' �l. Mire el hombre pa partir esta viga necesita de una cu�a de fierro y ust� es capaz de abrirla solo con sus manos. El tigre se sonri� sobrador (25) y le dijo al hombre que se hab�a quedao como una estatua (26). - Vea amigo; aceto la idea de mi sobrino. Y se trep� a la viga y mientras met�a las manos en los bordes que manten�a abiertos la cu�a, el zorro se encaram� tambi�n a su lao y empez� como a darle �nimos. - Juerza mi t�o! � Juerza! Y cuando el tigre pudo meter las dos manos, le sac� de repente la cu�a y los bordes de la viga se volvieron a juntar y le apretaron las garras Don Sim�n empez� a forcejar pero no pudo zafarse; estaba esposar como un criminal. Entonces el zorro le dijo al hachero. - Bueno amigo 1' he salvao la vida (27). - As� es; le contest� el hombre. Yo soy agradecido con los que me hacen alg�n favor; cuanti m�s con ust� que me salv� la vida. Aura me tengo que ir d' estos pagos, por que aqu� ya no podre vivir tranquilo. L' �nico que tengo son unas gallinitas que se las voy a dejar. Es poco, pero mi gratit� es grande. - No, le contest� el zorro, le agradezco su generosid� llevese no m�s sus gallinas; en cambio le via' pedir otro favor. Que cuando encuentre alg�n muerto de mi familia, que lo entierre. H�gale una sepultura playita, que no pase d'una cuarta, y p�ngale una cruz. El hombre le prometi� formalmente hacer lo que le ped�a; carg� sus pilchas en el cachap� (28) encerr� en un caj�n sus gallinas y se puso en marcha. El zorro lo vi� alejarse. Iban las ruedas del cachap� quej�ndose por la senda, y el hachero picaniando (29) sus bueyes. �Vamos cenizo! �Huella g�ey! En eso, don Juan, se ech� a correr entre el monte; le sali� al cruce en el camino y lo esper� tirao como si estuviera muerto. Cuando el hachero lleg�, detuvo los bueyes, se baj� de su carro y lo mir� detenidamente. - Si, dijo pa sus adentros; est� muerto el pobre. Quien m' iba a decir q�e tan pronto ten�a que cumplir mi promesa. Cab� una sepultura de una cuarta, lo puso al zorro como a un chico que se le acuesta en la cuna; le ech� despacito la tierra encima; le clav� una cruz en la cabecera y hasta le rez� un padre nuestro. Cuando el hachero sigui� su camino, don Juan empez� a moverse, sac� su cabecita y cuando se di� cuenta de que el hombre no pod�a verlo, resucit� del todo; se sacudi� la tierra y volvi� a salirle al cruce y por segunda vez s'hizo el muerto. - �Oh! dijo el hachero. Otro zorro muerto. �Que le pasar� a esta familia? �Que desgracia!. Se bajo, cav� otra fosa de menos de una cuarta; le clav� la cruz en la cabecera y ya sin rezarle ni un bendito, trep� a su cachap�, empu�� la picana, y volvi� a sentirse en el monte su grito hostigando a los bueyes: - �Vamos cenizo! �Huella g�ey! Don Juan, volvi� a salir de la sepultura y, por tercera vez, se hizo el muerto con la misma treta de antes. - �Qu� pestilencia habr� agarrao a estos zorros? Otro muerto. Y con lo dura que'esta la tierra, como p'andar cavando sepulturas a cada paso. �Que tanto amolar!(30). Y como se le volaron los p�jaros (31) agarr� al zorro de la cola y lo azot� contra el tronco de un quebracho. Pero, cuando el hachero, con la picana en la mano, hincaba su bueyes, y el cachap� cruj�a de nuevo en la senda entre garabatos (32) y tales, don Juan, ya repuesto del golpe, se enderezaba pa ver alejarse la figura de aquel a quien hab�a salvado la vida, mientras rezongaba medio entre dientes: - � Esta es la gratit� del hombre! Notas:(*) El relator ha unido, en realidad, dos cuentos distintos tomando como personaje central de su relato al tigre. El primer episodio ocurre entre el burro, Don Navarro, y el tigre, Don Sim�n. Este forma un solo cuento. En el segundo episodio los personajes son el tigre y el zorro; y tambi�n se cuenta aisladamente. Sin embargo, Goyo Cabral, criollo de San Javier, los ha reunido ingeniosamente haciendo que el tigre, despu�s del percance sufrido al pasar un arroyo llevando al burro a cuestas, huyera al monte donde encuentra al hachero. La �nica innovaci�n introducida por el relator es esta, pues los dos episodios, aislados, conservan toda la aut�ntica pureza, con que suelen contarse todav�a. 1) Espartillares: campos bajos cubiertos de espartillo. (Sporobolus arundinaceus). 2) Laisla: por la isla. 3) Pastiar o pastear: por pastar el ganado. 4) Caracolero (Rosthramus sociabilis sociabilis). 5) Agarr� viaje: por acept� la invitaci�n. 6) Enhorquet�: mont� a caballo. De "horqueta", por la posici�n que toman las piernas abiertas sobre cl lomo del animal. 7) Me v�a: por me voy a. 8) Se le fu� al humo: atropellar o encarar decididamente. 9) No tiene nombre: se dice en sentido ponderativo: 10) Cachafazada: por picard�a. ne "cachafaz". Argentinismo y chilenismo. P�caro redomado. Ac. (l�tim. Puede venir del italiano cacciafanni, que significa divertido, fresco, cara de vaqueta, etc. Castex). (Augusto Malaret, Op. cit.). 11) Pitangu� o benteveo. (Pitangus sulphuratus bolivianus). 12) Tero (Belonopterus cuyenensis lampronotus). 13) Becasina (Capella paraguaiae paraguaiae). 14) Chorlito (Oxyechus vociferus). l5) Gaviota (Larus ridibundus maculipennis). 16) Garza (Casmerodius albus aegretta). 17) Tuyango o tuyuy� (Euxenura maguari). 18) Doroteo (Mycteria americana). 19) Chaj�(Chauna torguata). 20) Chaj�: En guaran� Ya h�: me voy, vamos. "En su canto repiten estas voces: yah�, yah�, que significan vamos, vamos, que hay enemigos y no estamos seguros de sus asechanzas. Los que saben esta propiedad del yah�, luego que oyen su canto, se ponen en vela temiendo vengan enemigos para acometerles". (P. Jos� Guevara de la Compa��a de Jes�s. "Historia de la Conquista del Paraguay y Rio de la Plata y Tucum�n, por el con una introducci�n por Andr�s Lamas. Buenos Aires, 1852, Tomo I, p�g. 99). "El Chaj�, cuyo nombre guanan� significa vamos, es como el terutero a quien une indudable parentesco, el vigilante de la pampa y de la regi�n argentina". (Ernesto Morales. "Leyendas guaran�es". Editorial Futuro, Buenos Aires, 1946, p�g. 89). En el Mart�n Fierro, citado tambi�n por Morales, el chaj� da su voz de alerta: "Me encontraba como digo (Jos� Hern�ndez, op. y ed. cit., p�g. 224). 2l) Sombriar: por sombrear, guarecerse en la sombra. 22) Comer fuerte: comer bien. 23) Caraguat� (Acchmea piystachia). 24) Se qued� duro: se qued� perplejo. "Quedarse duro" es sin�nimo de "quedarse at�nito", ante un acontecimiento inesperado. 25) Sobrador: el que demuestra en las palabras o en el gesto que adivina la intenci�n inamistosa u hostil de un tercero y que conf�a en sus propios recursos para salir airoso: "lo est� sobrando". Tambi�n se dice del que en las palabras pone cierta intenci�n o acento de superioridad o confianza en si mismo: "me est� sobrando". 26) Se hab�a quedao como una estatua: se hab�a quedado perplejo y sin moverse del lugar en que estaba. 27) Entre los cuentos de animales del folklore dominicano se encuentran episodios semejantes. Un d�a el lobo apret� con una piedra a la tortuga para com�rsela y el conejo le pidi� que la librara moment�neamente para ver como la hab�a apresado. Al reconstruir la escena el conejo le tir� con la piedra al lobo y lo atrap�. "El conejo dijo que eso era pa que no hisiera da�o a lo m� d�bile que el". Otro episodio, que se asemeja m�s a nuestro cuento, ocurre entre un le�ador; una serpiente, un caballo viejo y un lobo. El le�ador encuentra en el bosque a la serpiente apretada por una piedra. La serpiente le pide que la libre del trance en que se encuentra y el hombre, compasivo, la pone en libertad. Entonces la serpiente le dice: - "Amigo, ahora me lo como yo a ut�. Y le dice el hombre: - �C�mo pue sel? Y le dice ella: -S�, pol que un bien con un mal se paga". Y como el hombre le ruega, convienen en someter la cuesti�n a las dos primeras personas que encuentren. El primero es un caballo viejo que est� de acuerdo con la serpiente porque su amo le pag� con un mal todo el bien que le hab�a hecho, al abandonarle cuanto ya no estuvo en condiciones de servirle. El otro personaje a quien someten la misma cuesti�n es el lobo. - �migo, le dice la serpiente, �un bien con un mal se paga? Y el lobo, astuto como un picapleitos, distingue: - "Aseg�n y como sea cl bien. -No compal lobo, polque yo estaba a prens� con una piedra. - Y dice el lobo: - Hay que il a vel como era". Al reconstruir la escena y cuando la serpiente estaba otra vez debajo de la piedra de donde la hab�a librado el hombre, dijo el lobo: - Compai, mach�quele el caco! Que hoy se lo come a ut� y ma�ana a mi". (Manuel Jos� Andrade, Op. cit., p�gs 387 y 398. Nros. 245 y 259). En el folklore peruano los protagonistas son un campesino, la culebra, un perro flaco y la zorra. El campesino encuentra la culebra aplastada por el tronco de un �rbol. El hombre, compadecido, la liber�, y el reptil "se hizo un ovillo y le dijo: -�qu� hambre tengo!, te voy a comer. No puede ser, repuso el labriego, pagar un bien con un mal. Busquemos un juez que decida esto. El primero en resolver la cuesti�n fue un perro flaco que como el caballo viejo del cuento dominicano, opina de acuerdo con la culebra, porque su amo lo ech� de su casa cuando la vejez le volvi� in�til. El hombre apel� a otro juez en �ltima instancia, y �ste fu� la zorra, quien les dijo: -"Bien: mas yo necesito para fallar en justicia, reconstruir los hechos". - La serpiente vuelve a colocarse debajo del tronco y la zorra da su fallo, aconsejando al hombre que la mate. (Arturo Jim�nez Borja. "Cuentos peruanos". Lima, 1937. En "Literatura Inca". Selecci�n de Jorge Basadre. Biblioteca de Cultura Peruana. Primera Serie N� 1. Descl�e de Brouwer. Par�s, 1938, p�g. 48). 28) Cachap�: carro tirado por bueyes que se utiliza en los obrajes forestales del norte santafesino para transportar los troncos de los �rboles derribados, generalmente de quebracho. El cachap� no tiene m�s que las ruedas y los ejes y el plan formado por maderas resistentes sobre el cual se amarra un extremo del tronco, que por su longitud, s�lo puede transportarse arrastr�ndolo por el suelo. Tambi�n se llama "cachap�" en sentido despectivo a cualquier veh�culo anticuado o desvencijado. En pilag�, "cachap�" significa hacha. De Rocha supone que es palabra incorporada a este idioma en los �ltimos tiempos y que esos indios confundieron el nombre del carro - "cachap�"- con el de las hachas que llevan siempre en �l los hacheros. (Alberto C. Da Rocho. "Vocabulario comentado Pilag�. Castellano y Castellano. Pilag�". Buenos Aires. Imprenta y casa editora. "Coni", 1938, p�g. 26>. Pero si bien puede ser ese el origen del nombre dado al hacha por los pilag�, queda por resolverse el origen y la etimolog�a del nombre dado entre los obrajeros y hacheros del norte santafesino y del Chaco al carro que se emplea para arrastrar los troncos de los �rboles derribados. Posiblemente "cachap�" es una palabra de origen quechua y viene de "Qhachapay", que significa arrastrar, introducida por los hacheros santiague�os que forman un contingente considerable, con los correntinos, entre los trabajadores de los montes del Chaco Nacional y santafesino. Adem�s de la coincidencia fon�tica existe una igualdad evidente entre el significado de la palabra quechua -"qhachapay": arrastrar- con la funci�n que desempe�a el "cachap�", de arrastrar, los troncos de los arboles derribados. 29) Picaniando: por hostig�ndolos con la picana. "Picana (de picar), f. Ahijada de unos ocho a diez metros de largo, que va sujeta a la misma carreta y lleva hasta tres puas de fierro escalonadas, una de ellas en la extremidad, y desde uno hasta cuatro plumeros de plumas de avestruz" - (Lisandro Segovia, op. cit.). La "picana" que usan en los obrajes es, solo por lo general, una ca�a o vara con un clavo o punta met�lica. 30) Amolar: fastidiar. "Amolarse: ref. fam. Molestarse, fastidiarse, jorobarse". (Lisandro Segovia, op. cit.) 31) Se le volaron los p�jaros: se enoj�, perdi� la paciencia. Malaret consigna esta frase entre las usadas en Argentina y Bolivia. (Augusto Malaret, Op. cit.>. "Anda con los p�jaros", se dice de la persona malhumorada. "Est� volando, se dice que significar el enojo o la ira de alguien. "Volarse los p�jaros", indica, pues, el acto en el cual la persona enojada o malhumorada echa a volar o da rienda suelta a su mal talante. "Los p�jaros" en este sentido, significa mal humor porque el hombre malhumorado "vuela" con cualquier pretexto. Tambi�n se dice: "tiene la cabeza llena de fantas�as". "Se�ores -dijo don Quijote- v�monos poco a poco que ya en los nidos de anta�o no hay p�jaros hoga�o". (Miguel de Cervantes Saavedra. "Don Quijote de la Mancha". Segunda parte. Edici�n conmemorativa del cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes. Joaqu�n Gil, Editor. Buenos Aires, MCMXVVII. Segunda parte, p�g. 1189). El autor de las notas de esta edici�n da un sentido distinto a la frase de Don Quijote: "refr�n, dice, que advierte que una vez pasada la oportunidad, si no se aprovecha, no se puede usar de ella; pues las circunstancias en que se desarrolla la vida no son siempre iguales". Sin embargo, el verdadero sentido de las palabras de Alonso Quijano a quien su escudero le insta para que sane y se levante, para salir de nuevo a desfacer entuertos, es el que le damos en esta nota. Don Quijote ha recuperado el sentido; ya en su cabeza "no hay p�jaros hoga�o". 32) Garabato (Acacia praecox). |