Procesamiento de recursos vegetales en cazadores-recolectores de la Puna argentina (ca. 7000-3200 A.P.): el registro de microfósiles

Babot, María del Pilar

Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina – Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). shypb@arnet.com.ar


El conocimiento disponible sobre manejo prehispánico de recursos vegetales en el Noroeste argentino procede principalmente de partes de plantas carbonizadas o deshidratadas recuperadas en contextos con posibilidades de preservación de restos orgánicos. A medida que se profundiza en la secuencia ocupacional de la región, la información sobre taxones vegetales explotados es mucho menor y se restringe a hallazgos excepcionales, fundamentalmente en abrigos rocosos dentro de ambientes desérticos (Korstanje 2001). En este sentido, la información sobre el aprovechamiento de plantas por parte de los grupos de cazadores-recolectores que ocuparon el NOA desde los ca. 12000 años A.P. hasta los ca. 3500 años A.P., es fragmentaria. En lo que refiere particularmente a las características del consumo, todos los datos que se conocen corresponden a análisis isotópicos de restos humanos o proceden del registro indirecto de macrorrestos.

En esta investigación se aborda el problema del manejo de recursos vegetales entre los grupos cazadores-recolectores del NOA, desde el análisis de los microfósiles presentes en residuos de uso de artefactos de molienda. El conjunto artefactual analizado se compone de diez piedras de moler activas o superiores -manos de molino y manos de mortero- y pasivas o inferiores -fragmentos de molinos de mano- (sensu Babot 2004). Las mismas proceden de distintas ocupaciones subsuperficiales de sitios arqueológicos emplazados en Antofagasta de la Sierra, en la Puna Meridional argentina, las que se ubican entre los ca. 7000-3200 años A.P. Los sitios involucrados en esta investigación corresponden a cinco abrigos rocosos situados por encima de los 3500 msnm.: Quebrada Seca 3, Cueva Salamanca 1, Peñas Chicas 1.1 y 1.3 y Punta de la Peña 4.

Para el análisis de microfósiles se siguió la metodología descripta en Babot (2004). Se ubicaron las partes activas de los artefactos y, dentro de ellas, los sectores con residuos visibles o bien las irregularidades de la superficie como poros, vesículas y grietas. Estas zonas se cepillaron suavemente para eliminar el sedimento superficial y posibles fuentes de contaminación postdescarte; posteriormente, se cepillaron o se rasparon cuidadosamente con un instrumento punzante para separar las partículas de interés de la matriz rocosa. Con la intención de preservar las escasas muestras de microfósiles y de recuperar toda la evidencia disponible, se evitó la utilización de procedimientos para la separación de los distintos componentes entre sí y del sedimento asociado.

Los microrrestos fueron observados a medianos aumentos -entre 100 y 400- magnificaciones en un microscopio petrográfico Zeiss-Axioskop. Dadas las particularidades ópticas de las micropartículas se utilizó una combinación de campo claro y oscuro; para la observación de elementos birrefringentes se usaron el polarizador y analizador del equipo. Cada muestra seleccionada se analizó de forma completa mediante transectas paralelas horizontales barriendo la totalidad de la superficie del campo (equivalente al tamaño de un cubreobjeto de 18x18 mm).

El enfoque utilizado en esta investigación para el tratamiento de los microfósiles se basó en el análisis del conjunto completo de micropartículas (Boyd et al. 1998; Campos et al. 2001; Coil et al. 2003; Korstanje y Babot 2005; entre otros).

Los microfósiles documentados incluyen: granos de almidón, silicofitolitos, fitolitos de calcio, granos de polen y partículas vegetales carbonizadas o deshidratadas, a partir de cuya consideración conjunta se identificaron diferentes taxones procesados (sensu Korstanje y Babot 2005).

Los recursos de moler registrados entre ca. 7000-4500 A.P., están constituidos por: tubérculos/raíces no diferenciados -los cuales podrían ser silvestres o domésticos-, semillas de Chenopodium quinoa, granos de Zea mays, hojas de Arecaceae (Palmae), raíces tuberosas de Ciperaceae, hojas y pecíolos de Acrocomia sp, frutos de Opuntia sp y de Fabaceae -que podrían ser silvestres o domésticos-. Los frutos de Cucurbita sp y Phaseolus sp se plantean como otros dos casos posibles pero no confirmados. También se han documentado restos de gramíneas y de frutos de Lagenaria siceraria, pero el estatus de ambos como recursos de moler es aún incierto. Exceptuando a las Ciperáceas, al posible poroto y al mate, los demás taxones se hallan representados al menos en dos de los cuatro artefactos correspondientes a este lapso.

Entre 4100-3200 años A.P. se suman al mencionado repertorio: semillas de Amaranthus caudatus/mantegazzianus; tubérculos de Canna edulis, Oxalis tuberosa, Solanum tuberosum y Ullucus tuberosus; vainas de Prosopis sp y frutos de Juglans australis. No hay registros de cotiledones de Phaseolus sp ni de tejidos de Arecaceae (Palmae). En cambio, a los datos de almidón de granos de Zea mays, se agregan silicofitolitos diagnósticos de brácteas, marlo y hojas del cereal (sensu Pearsall 2000; Korstanje y Babot 2005; Pearsall y Piperno 1990; entre otros). Para el amaranto, ulluco, papa y nuez criolla se tienen sólo casos aislados, pero los restantes taxones están representados al menos en dos de los seis artefactos analizados para el momento posterior al 4100 A.P. Dentro de este lapso los conjuntos de microfósiles observados en los residuos de molienda son más numerosos.

Es destacable la concordancia que existe entre los repertorios taxonómicos de artefactos relativamente sincrónicos. Como se mencionó antes, la mayor parte de los recursos vegetales representados en los residuos de uso se hallan al menos, en dos utensilios a la vez, situación que señala hacia una recurrencia en su empleo. Es notable asimismo, una tendencia progresiva hacia la incorporación de nuevos taxones a medida que se progresa en la secuencia cultural.

Los datos obtenidos para los contextos estudiados se encuadran bien en el marco del conocimiento vigente sobre el uso prehispánico de recursos vegetales en el NOA y el área Centro-Surandina (Albeck 2000; Lagiglia 2001; Pearsall 1994; Tarragó 1980, entre otros). Existe una correspondencia general entre el registro microbotánico documentado en esta investigación para residuos de molienda, y los conjuntos macrobotánicos de los sectores específicos estudiados. Cuando esto no es así, debido mayormente a problemas de preservación en dichos contextos, aún se tienen datos de otros sitios de Puna, Prepuna y el área Valliserrana, para los taxones que se hallan representados en los artefactos analizados (Albeck 2000; Lagiglia 2001; Tarragó 1980, entre otros). Los tubérculos y raíces constituyen la excepción, ya que su presencia es escasa en el registro arqueológico del Noroeste argentino (Fernández 1969-70; Korstanje 2001; Tarragó 1980). Estas observaciones son coherentes con los registros de este trabajo.

Los resultados informados se suman a la discusión actual acerca de la antigüedad del uso de vegetales silvestres y cultivados en el Noroeste argentino y los Andes Centro-Sur. Aporta en especial, nuevas inquietudes en torno de los momentos tempranos y de aquellos situados en la transición hacia sociedades productoras.

Debe aclararse que las identificaciones han partido de un conjunto limitado de microfósiles en cada muestra y de un número menor aún, de partículas taxonómicamente diagnósticas, lo cual no ha permitido el tratamiento estadístico de los datos. Como regla general, ésto parece caracterizar al análisis de residuos de uso microscópicos en artefactos, a diferencia de lo que ocurre con muestras de suelos y sedimentos, aún cuando las observaciones se efectúan a partir de barridos de muestras completas, más que a partir de transectas o puntos seleccionados al azar. Por otro lado, el tamaño limitado de las asociaciones constituye un buen indicador acerca de la integridad de los residuos analizados y de la ausencia de procesos de contaminación. Éstos últimos, en cambio, se caracterizan por una sobreabundancia de microfósiles del mismo tipo y con aspecto moderno. El número reducido de microfósiles en las muestras procedentes de artefactos arqueológicos parece ser el resultado de múltiples factores: la cantidad de la clase particular de micropartícula producida por la planta o la parte de la planta procesada, la frecuencia de uso del artefacto, la ocurrencia de lavados posteriores o anteriores al uso del artefacto y la agresividad de las condiciones climáticas de preservación y almacenamiento de las piezas arqueológicas, por ejemplo.

En este marco, se plantea la necesidad de la exploración de otras fuentes de evidencias alternativas a los artefactos de molienda, que permitan controlar los datos aportados por los residuos de uso de los mismos. Tales fuentes podrían ser los conjuntos macrovegetales procedentes de sitios ubicados dentro de los sectores en estudio, caracterizados por una excelente conservación de restos orgánicos. Este último podría ser el caso, en Antofagasta de la Sierra, de Punta de la Peña 4, en donde se habrían registrado conjuntos vegetales tempranos -3820±100 A.P. (Aschero com. pers. 2004)- que incluyen maíz, quínoa y poroto. Aunque sin posibilidades de mayores excavaciones, el sitio Punta de la Peña 11.A -3630±150 y 3210±50 A.P. (Aschero com. pers. 2004; Aschero et al. 2002)-, ya ha aportado información en el mismo sentido, a partir de datos isotópicos efectuados sobre un lactante, los cuales arrojaron valores asignables a vegetales C4 -posiblemente maíz- para la dieta materna (Araníbar et al. 2001).

Para finalizar, cabría destacar que la información procedente de los conjuntos de molienda analizados es significativa también en otros aspectos. Por un lado, señala una cierta importancia de los vegetales silvestres y domésticos en la dieta de los grupos cazadores-recolectores puneños, dada por la recurrencia de su procesamiento -el cual tiene lugar en artefactos de uso recurrente o periódico (Babot 2004)-. Por otro lado, indica el manejo y obtención a distancia de tales recursos básicos en zonas ambientales de diferente altitud: valles mesotermales, bosques nublados y, posiblemente, otros ámbitos microtérmicos que exceden la cuenca de Antofagasta de la Sierra (Babot 2004). Por cierto, el flujo de información y el intercambio de bienes y productos constituye un elemento característico de toda la secuencia ocupacional de Antofagasta de la Sierra (Aschero 2000).

Otro punto de interés es el que concierne al hallazgo de corteza de mate y hojas de palmeras. Ambos se asociarían más con la preparación de tecnofacturas, que con el procesamiento con fines comestibles. Estos resultados han contribuido a la determinación de la multiplicidad de funciones de los artefactos de molienda en el pasado.

Nuestros resultados constituyen los primeros en la región basados sobre el análisis de microfósiles en residuos de uso y debido a ésto, por el momento no pueden ser comparados con datos similares. Desde luego, esta situación sugiere como dos puntos clave a ser abordados para un conocimiento crítico del uso prehispánico de recursos vegetales, al análisis de microfósiles en suelos y sedimentos, así como el estudio de residuos en diferentes tecnofacturas que pudieran haber estado involucradas en el procesamiento de los mismos.

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