LOS ESTUDIOS FITOLÍTICOS EN ARGENTINA DURANTE LAS PASADAS DÉCADAS

Bertoldi de Pomar, H.(1)

(1) Grand Bourg 4352 – 3000 Santa Fe


Habiendo adquirido relevancia el estudio de los silicofitolitos en la actualidad, resulta interesante recopilar antecedentes en la Argentina.

Hasta la década del ‘70, en nuestro país, los fitolitos sólo fueron objeto de curiosidad, y su presencia en plantas y ambientes sedimentarios diversos se mencionaron como un elemento composicional más.

Hoy, es ampliamente reconocido su valor como herramienta taxonómica o interpretativa, en estudios tan diversos como los que se aplican a la identificación y caracterización de especies vegetales, evolución de suelos, procedencia de sedimentos inconsolidados, polvo atmosférico, cambios climáticos, alimentación de animales actuales y prehistóricos, efectos sobre su aparato digestivo a través de la ingesta y, últimamente (con notable énfasis) en las investigaciones arqueológicas. Faltaría incluir su empleo en la resolución de cuestiones policiales, según los relatos del Dr. Rovner durante el 1° Encuentro Argentino de Investigaciones Fitolíticas, realizado en 1999 en Diamante, Entre Ríos.

Aunque la primera cita de fitolitos en territorio argentino la proporcionó Darwin en 1981, aportando las muestras recolectadas durante su viaje alrededor del mundo en el Beagle, y analizadas oportunamente por Ehrenberg, el primer estudio específico lo realizó Frengüelli. De resultas del mismo, la Asociación Científica de Santa Fe publicó, en el año 1930, su trabajo pionero “Partículas de Sílice organizada en los loess y los limos pampeanos”, vigente en la actualidad como punto de partida para cualquier estudio relacionado con este componente de la corteza terrestre.

Desde esa fecha, hasta el año 1941, en que Freier publicó su trabajo sobre la anatomía foliar de una gramínea (Chusquea), nadie se ocupó de este asunto, y él mencionó a los fitolitos solamente como elemento constitutivo del tejido epidérmico.

En el período 1941-1966, otros botánicos (Cáceres, Parodi, Calderón, Türpe) los mencionaron esporádicamente con la misma finalidad al ocuparse de otras gramíneas.

Durante las décadas 1970-80, Peineman con otros colaboradores y Tecchi se ocuparon brevemente de este tema, aplicado específicamente a suelos pampeanos. La mayor producción durante este período la produjo la que suscribe, sobre observaciones practicadas en plantas y sedimentos diversos.

Más adelante, y desde 1990 hasta la fecha, se conocen aportes de Pecorari, Guerif y Stengel, en suelos; Di Paola y González en sedimentos terciario-pleistocénicos; una destacada producción de Osterrieth y colaboradores, en suelos actuales y paleosuelos; Zucol y Brea en gramíneas y formaciones sedimentarias de edad geológica reciente y, últimamente, Würschmidt y Kostanje, iniciando investigaciones en el auspicioso campo de la Arqueología.

Una mención especial merecen los trabajo de Tur (1985, 1987 y 1997) sobre podostemáceas en la Argentina. Si bien no están motivados específicamente por la identificación de fitolitos, sino con fines taxonómicos, sus contribuciones resultan invalorables por cuanto estas gramíneas, densamente silicificadas, son de distribución geográfica restringida, no sólo en el país sino en toda Sudamérica. Por tanto, la presencia de silicofitolitos procedentes de estas plantas resulta altamente significativa en sedimentos de ámbitos impropios para su desarrollo en la actualidad.

La programación propuesta para este Encuentro demuestra un incremento alentador en el número de investigadores interesados en el tema que nos ocupa, según distintas orientaciones.

En lo que a mi capacitación respecta, puedo relatar algunas vivencias que me hicieron avanzar en este campo, aunque constituyó siempre un “hobby”, complementario de los planes de investigación sedimentológica comprometidos con las instituciones contratantes. Estos se iniciaron en el año 1947 en el ex Instituto Experimental de Investigaciones y Fomento Agrícola Ganadero de Santa Fe, hoy convertido en Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio.

El estudio microscópico de suelos, con la finalidad de identificar los componentes mineralógicos de las fracciones no arcillosas, me deparó las primeras sorpresas, ante la presencia de extrañas partículas, de morfología ajena a las leyes de la cristalografía, en el campo de observación. De ellas no había sido informada durante el cursado de las asignaturas que conformaban la carrera de Ciencias Naturales, (especialidad en Mineralogía y Geología).

Pero tuve la fortuna de entablar relación con el Dr. Frengüelli, que visitaba nuestro laboratorio de Geología toda vez que viajaba a Santa Fe por razones familiares. Él fue quien me asesoró tanto en lo referente a los caracteres intrínsecos de los silicofitolitos como a los métodos de preparación de materiales, particularmente sedimentarios, para optimizar la observación microscópica.

Me introduje en la temática munida de un microscopio de polarización Leitz monocular, modelo 1925, con una excelente óptica. La falta de otros recursos, con los cuales se cuenta en la actualidad, obligaba a emplear el ingenio para maximizar el uso de herramientas naturales, tan imprescindibles como la vista. Aplicando un ojo al ocular del microscopio, dirigía el otro al papel donde documentaba gráficamente estos “hallazgos”. Lápiz en mano dibujaba cada “partícula de sílice organizada” en escala, sobre papel milimetrado. A la vez, evaluaba su frecuencia relativa mediante recuentos numéricos que registraba por el método de los palotes.

Desde 1968, instalada ya en el Instituto Nacional de Limnología (CONICET), y ampliados los recursos técnicos y materiales, pude dedicar mayores esfuerzos a estas investigaciones sobre un tema que me apasionó hasta la actualidad.

Mientras tanto, en el país nadie más se había interesado por estas cuestiones hasta entonces, ni lo fue a posteriori durante mucho tiempo. Por lo cual, en lo sucesivo resulté relativamente autodidacta.

Recurrí a la comunicación epistolar con investigadores extranjeros, en la medida que tomaba conocimiento de su lugar de residencia y de su producción científica alusiva a este asunto. Por fortuna siempre tuve respuesta favorable para acceder a la bibliografía específica y conformar mi acervo personal. Ellos fueron en especial G. Baker de Australia; D. Parry y F. Smithson de Inglaterra; F. Lanning de Norteamérica; P. Binda de Canadá; L. Labouriau de Brasil; E. Govindarajalu de India y J. Taugourdeau de Francia.

Si bien no se publicaron los resultados de todas las observaciones practicadas, tuve oportunidad de hacerlo sobre materiales diversos de apartados puntos del país.

Así fueron: sedimentos superficiales, suelos, sedimentos de fondo del arroyo Golondrina y arenas de perforaciones en el área de inundación anterior del río Paraná en la provincia de Santa Fe. Además, sedimentos de fondo del río Paraná medio, desde su confluencia con el río Paraguay hasta Paraná; suelos aluviales y lagunas permanentes y temporarias del área de inundación de este río sobre su margen derecha, en los ríos Corriente y Santa Lucía y en los esteros de Batel, tributarios del Paraná, en paleoambientes sedimentarios de su margen izquierda en la provincia de Corrientes; en el lago Mascardi (R. Negro). En 1971 propuse un ensayo de clasificación morfológica de los silicofitolitos hasta entonces conocidos, entendiendo que era oportuno intentar un lenguaje específico universal que permitiera, no sólo evitar descripciones engorrosas, sino también identificar cada morfotipo por su sola designación. Me satisface su aceptación por parte de otros autores, hasta tanto se configure una clave definitoria, elaborada según las normativas de otras taxonomías aplicadas a las ciencias naturales.

Más adelante, en 1975, fundamentalmente para satisfacer la necesidad personal de aunar y ordenar la información lograda hasta esa fecha, compuse el trabajo “Silicofitolitos: Sinopsis de su conocimiento”.

El panorama obtenido a través de estas oportunidades me permitió evaluar concienzudamente el papel de los silicofitolitos como indicadores ecológicos, conocido ya su valor como herramientas taxonómicas para las especies vegetales que los producen. Hoy se suman los estudios arqueológicos y otras aplicaciones.

Es de esperar que el impulso actual de las investigaciones sobre el tema en el país conduzcan a obtener importantes descubrimientos científicos, y que los mismos permitan destacar al elenco de nuestros investigadores en el concierto mundial de fitolitólogos.

El éxito de esta convocatoria demuestra que esto ya se ha logrado en gran parte. Seguramente se contribuirá a develar incógnitas pendientes en la interpretación de los fenómenos naturales que produjeron los cambios evolutivos sobre la superficie terrestre.

 

 

VOLVER A 2 EIF