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Oh luz, principio claro, causa eterna del hombre: santificado sea tu milagroso nombre.

Oh luz, gracia absoluta, lleno simple y fecundo, dulce estado de amor alrededor del mundo:

Te debo la dulzura de mis días serenos             y el estupor azul de mis dos ojos buenos.

Te debo la alegría de ser hombre, y de amar,     y de tocar la tierra -que es pura-, y de soñar.

Oh luz, bendita seas por todo lo cumplido:       por el pan, por el agua, por la flor, por el nido...

Por la madre que canta, por el niño que llora,   por lo que he sido antes, por lo que soy ahora.

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José Pedroni