LA MANZANA DE NEWTON, ¿fruto del azar?
"Los descubrimientos científicos no son resultado del puro azar, sino consecuencia de métodos racionales que pueden ser explicados y transmitidos".
Aunque hoy en día éste no es un tema de discusión para ciertos científicos, sí lo es el de cómo mejorar las condiciones para que los investigadores de las distintas áreas del conocimiento efectúen hallazgos. Tiempo ha, el extinto premio Nobel de Química argentino, Luis F. Leloir, publicó un artículo titulado "El descubrimiento científico al alcance de todos", en el que expresaba: "Quizás alguien que lea este artículo pueda agregar nuevas ideas, y más tarde otros añadirán otras hasta que finalmente obtengamos una descripción de las acciones y circunstancias que llevan a un hallazgo".
Por su parte, Robert Root-Bernstein (R-B), profesor en ciencias naturales y filosofía, quien además de investigar en áreas de su especialidad estudia las estrategias del descubrimiento científico, agregó un enfoque distinto sobre el proceso de la investigación: "El descubrimiento de la vacuna contra el cólera, hecho por Louis Pasteur, y otras historias similares, han llevado a los filósofos de la ciencia a establecer una imprudente distinción entre el progreso del descubrimiento y el de la verificación, y a insistir en que la lógica y la razón sólo se aplican al segundo".
Textos tradicionalmente citados, como "La lógica del descubrimiento científico", de Karl Popper, postulan que el descubrimiento no es producto de métodos particulares de indagación lógica, sino el resultado de estar en el lugar y en el momento adecuados, como Newton bajo el árbol cuando cayó la mítica manzana sobre su cabeza.
Por el contrario, explica R-B, se dice que el proceso de verificación de una hipótesis es una operación lógica que sólo puede realizar un investigador racional, adecuadamente entrenado en los métodos de la ciencia. De acuerdo con esta filosofía, el objetivo científico es simplemente validar o invalidar puntos de vista inexplicables, planteamiento que deja fuera de discusión al proceso de descubrimiento y no explica cómo plantean sus problemas los científicos y qué hacen día a día. "No es suficiente estar en el lugar y el momento adecuado", enfatiza; "lo que un científico interpreta en lo que ve depende de lo que espera encontrar".
Para este investigador de EE.UU., cualquier actividad que contribuya al conocimiento científico debe ser reconocida como parte del método científico, y éste debe redefinirse, por tanto, en forma tal que dé cuenta del descubrimiento.
Las estrategias de descubrimiento no son tan fácilmente codificables como las reglas de validación científica. Tienden a buscar instancias donde las reglas codificadas de la ciencia no pueden dar cuenta de la experiencia: plantear paradojas, contradicciones, anormalidades, en síntesis, problemas.
Leloir coincidía en lo difícil que es ver las cosas de modo diferente a lo establecido. "El cerebro humano es una máquina de una capacidad bastante limitada para crear y adoptar nuevas ideas. La prueba de esto es que la mayoría de la gente persevera en sus ideas aunque exista abundante evidencia que le demuestre que están equivocadas".
R-B afirma que es posible identificar hábitos de pensamiento ventajosos para evitar ver las cosas del modo habitual. Cita, en primer lugar, el espíritu lúdico, un esfuerzo deliberado de apartarse de las formas convencionales de ver la realidad, combinando sus partes -física o mentalmente- de modo novedoso.
"Es llamativo", expresa, "cómo muchos grandes científicos han incorporado el juego a su vida y su trabajo; cómo han evitado conscientemente ser excesivamente cautos, ordenados o mezquinamente pragmáticos".
Otra estrategia, según R-B, consiste en pensar la realidad en forma totalizadora, buscando los principios universales que se ocultan detrás de los fenómenos observables. Así, por ejemplo, el bioquímico Albert Szent Gy”rgy descubrió los principios universales por los que el oxígeno reacciona con los tejidos vivos al observar la distinta coloración que toman bananas y limones cuando reaccionan con ese elemento.
Leloir escribió que "un requisito común para obtener una nueva idea parece ser un período previo de pensamiento obsesivo", lo cual es capaz de llevar a una internalización de la materia de estudio que, a su vez, puede recibir la recompensa de una cuarta estrategia de pensamiento, la intuición, que es, en esencia, la habilidad para percibir un orden subyacente de las cosas. Para R-B la intuición está ligada a otra herramienta indispensable para el trabajo de un científico: la percepción de patrones, tanto visuales como verbales. Por ejemplo, la tabla de elementos químicos es una muestra de cómo el ordenamiento de ciertos hechos conduce a nuevos puntos de vista.
Hasta 1858, cuando el ruso Mendeleyev creó su famosa tabla periódica, los químicos tenían dificultad en percibir relaciones entre elementos. Mendeleyev notó que, al ordenarlos según sus pesos atómicos, los elementos relacionados entre sí aparecían dispuestos a intervalos regulares o periódicos. Pudo así ordenarlos e incluso predecir la existencia de elementos químicos faltantes que, posteriormente, fueron descubiertos.
El descubrimiento científico no es fruto del azar. "Contiene un elemento de sorpresa que cambia la percepción de la naturaleza que tiene una persona. Pero los mejores científicos saben qué hacer para sorprenderse", afirma R-B. Leloir, por su parte, tampoco creía en la casualidad: "Uno debe mencionar uno de los factores menos divertidos y románticos, pero más importantes: el trabajo duro".
Otra diferenciación surge en relación con el proceso de descubrimiento y el de verificación lógica. "Los descubrimientos más importantes no surgen de la verificación o invalidación de preconceptos sino de los inesperados resultados que aparecen al examinarlos".
En la última etapa de su vida, Leloir seguía preocupado por los procesos de la investigación y en cómo transmitirlos a los jóvenes. Al respecto, R- B dice que "planteamos experimentos con resultados previsibles en lugar de aquellos que podrían sorprendernos. Entrenamos a los científicos casi exclusivamente en los métodos de la demostración y la prueba. Y los estudiantes son evaluados por su habilidad en llegar a conclusiones correctas y aceptadas. Esta clase de educación es necesaria, pero insuficiente, ya que sirve sólo para confirmar lo que ya conocemos sin sugerir cómo plantear problemas que lleven a hallazgos nuevos".
La ciencia, por fortuna, siempre presenta nuevas áreas para explorar. En qué forma se efectúan los hallazgos es una de ellas, en la que, paradójicamente, aún resta mucho por descubrir. Y, como dijo alguien, "el científico tiene que demostrarse a sí mismo, y a todos los que se interesen por su trabajo, cómo y por qué las cosas han de ser como él piensa que son".

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