Paleontología en Entre Ríos: un antiguo y gigante biguá-víbora del Paraná

Posado quietamente sobre la rama baja de un árbol que cuelga sobre el río, o extendiendo sus anchas alas al sol y al viento para secarse, el biguá-víbora tiene su historia. También se lo conoce como anhinga, y los guaraníes lo llaman mbiguá mboí.

Los primeros estudios
El estudio de la paleontología y geología de Entre Ríos se remonta a los inicios del siglo pasado. Ya en los años 1827 y 1833, los grandes naturalistas europeos Alcides D'Orbigny y Charles Darwin describieron en detalle los sedimentos expuestos en las barrancas entrerrianas. Estos trabajos sirvieron de base para que posteriormente, en 1858, el geólogo francés Auguste Bravard culminara su importante "Monografía de los terrenos marinos terciarios de las cercanías del Paraná". Desde entonces, numerosos científicos nacionales han realizado valiosos aportes al conocimiento de la fauna y la flora fósiles contenidas en las barrancas del río Paraná. Dichos estudios, junto con los que se desarrollan actualmente en el Centro de Investigaciones Científicas y de Transferencia de Tecnología a la Producción (CICyTTP-Conicet), de Diamante, en la vecina provincia, constituyen una herramienta imprescindible para reconstruir la vida y los ambientes del pasado de la región mesopotámica.

Geología del Paraná
A manera de síntesis simplificada de la historia geológica de la región, podemos decir que los sedimentos más antiguos de la base de las barrancas del Paraná, integrantes de la Formación Paraná, fueron depositados por una gigantesca ingresión (ingreso) marina que, a fines del Mioceno medio (hace aproximadamente 15 millones de años) formó el denominado "Mar Paranaense". Dicho mar penetró desde el Océano Atlántico, cubriendo el noreste de la Argentina, oeste del Uruguay y hasta el sur del Paraguay. Sus aguas templado-cálidas y poco profundas albergaron una rica fauna de peces óseos, tiburones y rayas; entre los mamíferos fueron abundantes los cetáceos, como así también se ha reportado la presencia de restos fósiles de focas y dugongos o vacas marinas. No obstante, constituyen las evidencias fósiles más comunes y fácilmente reconocibles las variadas formas de invertebrados que habitaban el litoral de aquel antiguo mar, destacándose entre los moluscos las enormes ostras.
Con posterioridad al retiro del Mar Paranaense, y a lo largo de la amplia cuenca del incipiente río Paraná, comenzaron a depositarse desde el Mioceno tardío, y también durante el Plioceno (aproximadamente entre los 10 y los 5 millones de años antes del presente) sedimentos fluviales compuestos principalmente por arenas blancas, amarillas y ocráceas. Estos sedimentos conforman la porción mayoritaria del paquete de estratos típicos observables hoy en las barrancas de los alrededores de la Toma Vieja en la ciudad de Paraná. La base de esta última formación geológica, denominada Formación Ituzaingó, es portadora de una rica y variada fauna extinguida de vertebrados que se conoce como "Mesopotamiense".

Biguá-víbora o anhinga gigante
Entre las aves exhumadas de aquella fauna "Mesopotamiense" es particularmente interesante el hallazgo de restos fósiles pertenecientes a una especie de biguá-víbora (o anhinga gigante), cuyo nombre científico es Macranhinga paranensis, que habitó las márgenes forestadas de aquel primitivo río Paraná.
Las anhingas son aves integrantes del orden de los Pelecaniformes que habitan ambientes de agua dulce, y tienen estrechos vínculos de parentesco con los cormoranes y los biguás. Presentan un largo y delgado cuello y un pico recto y muy puntiagudo. Son buenas voladoras, alternando el vuelo batido de sus alas con el planeo en las corrientes ascendentes de aire caliente. La propulsión en el agua es imprescindible para ellas, ya que su dieta se compone casi exclusivamente de peces. Nadan lentamente sobre la superficie, con la mayor parte del cuerpo sumergido y asomando el cuello y la cabeza, lo que les da el aspecto de una víbora; su nombre vulgar deriva, precisamente, de esta apariencia. Este tipo de natación se alterna con cortos períodos de buceo, en los cuales "arponean" a los peces con sus afilados picos.
Si tenemos en cuenta que el promedio de la masa corporal de una anhinga viviente (o, científicamente, Anhinga anhinga) es de 1,6 kilos, y que aquel estimado para la especie fósil del "Mesopotamiense" ronda los 5,4, queda claro que esta última era un ave gigantesca. El estudio anatómico pormenorizado de las proporciones de los huesos fosilizados de las alas, como así también de las inserciones de los músculos y tendones sobre los mismos, nos permitió determinar que la Macranhinga paranensis volaba de manera más similar a la de los actuales cormoranes y biguás, esto es, con un continuo batir de alas y con una capacidad de planeo muy reducida respecto a la de las "anhingas" actuales. El mismo tipo de análisis morfofuncional, es decir, aquel que vincula la morfología de un hueso con la función del mismo, pero focalizado en los huesos de la pelvis y de las patas, nos permitió inferir para esta especie una más rápida capacidad de natación y buceo que la de las especies vivientes de anhingas. Además, la gran masa corporal estimada, y la escasa neumaticidad ósea, habrían sin duda producido en el animal una pérdida de flotabilidad, permitiéndole inmersiones más prolongadas y a mayor profundidad que la de las formas modernas.

Algunos datos sobre el antiguo ambiente
La reconstrucción del ambiente ribereño de ese momento del tiempo geológico nos muestra un predominio de aves acuáticas como los anhingidos ya descriptos, como así también otras especies ya extinguidas de patos, flamencos, cigüeñas y gallaretas. Esta fauna indica que existieron áreas bajas, inundables y con abundante vegetación a lo largo de la llanura aluvial del río. Otros elementos de juicio que refuerzan esta interpretación paleoambiental surgen del hallazgo de variadas formas de vertebrados vinculadas al agua dulce, como es el caso de las tortugas, caimanes, gaviales y carpinchos ya conocidas para el "Mesopotamiense".

Por: Jorge I. Noriega, investigador del CICyTTP, organismo dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet); Revista "Ciencia Hoy", Vol. 10, Nro. 56.
Selección y adaptación: Lic. Enrique A. Rabe -Area de Comunicación Social del Centro Regional de Investigación y Desarrollo de Santa Fe (Ceride/Conicet)-.

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