LA CAJA SORPRESA

LA CAJA DE LAS SORPRESAS


Hay muchos ejemplos que muestran la superior capacidad que poseen algunos animales sobre el hombre. La visión del águila, el olfato de los perros, el sentido térmico de ciertos roedores, peces y abejas o el oído de los murciélagos son algunas de las más perfeccionadas cualidades zoológicas. La investigación de sus mecanismos de funcionamiento ha hecho pensar, incluso, en futuras aplicaciones industriales.

Hoy se estudia todo lo referente al mundo animal: se investigan las leyes cuantitativas en el lenguaje de los insectos, y especialistas en teoría de la información, de la Academia de Ciencias de Rusia, analizan el lenguaje de una especie de hormigas siberianas que se distinguen por su organización y que son capaces, entre otras hazañas, de intercambiar información. A su vez, la sanguijuela, por ejemplo, se ha convertido en objeto de investigación ya que su saliva, que contiene una combinación del más poderoso anticoagulante conocido con antibióticos y anestésicos, podría tener aplicaciones médicas en enfermedades cardíacas y hematológicas.

Se nos dice que necesitaríamos la visión del águila, el olfato de los perros y otras misteriosas peculiaridades de ciertos animales. Entre ellas figuran el sentido térmico absoluto de ciertos roedores, peces y abejas, y el oído del murciélago, preparado para recibir el primer eco una milésima de segundo después de haber emitido un chasquido, etc. Nuestros nervios auditivos son mucho más perezosos -quizá porque no dependemos de ellos para alimentarnos y sobrevivir-.

En el caso de los murciélagos, todavía resultaría más explicable si se tratara de un solo animal. Pero, ¨cómo puede saber cada uno de ellos qué sonido es el eco de su propia llamada dentro del griterío que producen? No lo sabemos, pero los especialistas afirman que el denominado efecto de cocktail-party, es decir, la capacidad de seleccionar, entre otros muchísimos ruidos, la propia voz, es tanto más sorprendente en ellos por cuanto los murciélagos son afectados por las simples emisiones perturbadoras de las mariposas nocturnas.

En algunos catálogos de murciélagos figuran más de 1.400 ejemplares repartidos al menos en 144 especies de 11 familias. En épocas recientes se han investigado estos curiosos animales, que mantienen con las mariposas nocturnas una guerra de sonar inexorable, con armas ofensivas y defensivas, escucha de los comunicados enemigos, emisoras perturbadoras y otras muchas astucias y estratagemas.

Para el biólogo británico Richard Dawkins, los murciélagos tienen un problema de ingeniería: cómo circular y encontrar sus presas en la oscuridad; el mismo que afecta a ciertos insectos así como a peces de aguas profundas.

Los pioneros del radar y el sonar no lo sabían entonces, pero ahora se conoce que la selección natural, actuando sobre los murciélagos, había perfeccionado este sistema decenas de millones de años antes. Un zoólogo le puso nombre: ecolocalización.

Nuestro sentido del olfato es bastante primitivo y elemental si lo comparamos con el de algunos animales. Cuando una persona camina descalza por un terreno cualquiera, con cada paso que da pierde, aproximadamente, unas cuatro mil millonésimas de gramo de olores. Parece insignificante, pero es muy grande si contamos las moléculas olorosas -muchos billones- que un perro podrá rastrear fácilmente.

En los arrecifes coralinos, las morenas y los calamares libran una auténtica "guerra de olores". Al huir de sus enemigos, que atacan por la noche, los cefalópodos expulsan un líquido, pero no para envolverse en nubes, como durante el día, sino para anestesiar, durante un tiempo, el sentido olfativo del predador.

Las capacidades olfativas de los animales no son sólo objeto del conocimiento científico, sino que pueden abrir nuevos caminos a tecnologías hoy desconocidas. Piénsese que el tronco de la antena de una mariposa, que sólo tiene un cuarto de milímetro de tamaño, está recubierto por no menos de 40 mil fibras nerviosas, de las que 35 mil dirigen las señales captadas por las células sensoriales del olfato hasta el cerebro. Y lo curioso de los experimentos realizados es el parecido sorprendente con el código de señales de las células ópticas.

La antena de una mariposa posee unos 20.000 receptores de olores generales. Asombrosamente, los insectos reconocen perfectamente los olores de un código no bien conocido hasta ahora, pero que ellos pueden interpretar.

Parece llegado el momento de considerar a los insectos sin prejuicios y pensando en la belleza, la utilidad y el equilibrio de la naturaleza. Dependemos de los insectos mucho más de lo que creemos, y no sólo de las mariposas y las abejas, sino de otros de peor imagen, como las moscas y las avispas, que fecundan cultivos y flores.

El número de especies de insectos censadas llega al millón y la mayor parte de ellos sólo miden unos milímetros y viven bajo algunos centímetros de tierra. Dípteros y coleópteros especializados limpian nuestras praderas de hierbas muertas y excrementos de animales y transforman todo ello en fertilizante. Sin ellos, las tierras se convertirían en estériles.

Uno de los secretos de las mariposas que el hombre trata de descubrir es su sentido del olfato, en especial un reducido grupo de sustancias que mariposas hembras segregan al exterior en cantidades casi "simbólicas": 0,01 mg. Estas sustancias, producidas por glándulas endocrinas, atraen a los machos, los que encuentran sus parejas aunque éstas se hallen bajo tierra o en la corteza de un árbol. El desarrollo de una propiedad así permitiría localizar fisuras en gasoductos y oleoductos.

Lo último sobre abejas: es posible que los diseñadores tengan que estudiar al humilde abejorro ya que, según una investigación angloestadounidense, las alas de esta criatura producen más fuerza de elevación que la obtenida por las alas de los aviones.

Además, existen no menos de 300 mil especies de escarabajos y sólo hay unas 10 mil especies de aves. Sin embargo, los insectos (que ya llevan 300 millones de años sobre la Tierra) siguen preocupando a los estudiosos del mundo animal. Y algo para el asombro: en lo alto de su organización, los insectos se hallan en el mismo plano que los vertebrados.

El insecto más pequeño que existe, una clase de avispa, tiene una longitud de una quinta parte de un milímetro, y a pesar de ello la naturaleza se las compuso para meter los músculos que mueven innumerables articulaciones, el intestino y los riñones, órganos respiratorios, un sistema nervioso, glándulas germinativas, ojos, órganos olfativos y muchas otras cosas. Ninguna obra maestra de la técnica humana alcanza, por su constitución o por sus funciones, la perfección de este pequeñísimo fragmento de materia viva.

(C) CERIDE - A CIENCIA CIERTA -

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