Un desarrollo científico realizado en Santa Fe fue destacado a
nivel nacional e internacional. Se trata de la posibilidad de generar
semillas resistentes a la sequía que serán comercializadas
también en otros países. El trabajo fue elaborado por un
grupo de científicos del Instituto de Agrobiotecnología
del Litoral (IAL)
–dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL)
y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
(CONICET)– y dirigidos
por la docente e investigadora local Raquel Chan.
La Dra. Chan se refirió
a las características de la tecnología que se desarrolló,
sus alcances y los beneficios económicos que traerá al país.
Pero también se refirió a los cambios que se han evidenciado
en la Argentina respecto del rol de la ciencia y de la mujer en ese campo.
“Para nosotros es
una satisfacción enorme. Hemos culminado un proyecto de muchos
años de un producto que, esperamos, tendrá mucho impacto
económico en todo el país”, indicó y resaltó
que todos los integrantes del equipo de investigación pertenecen
a instituciones públicas y han sido becados por CONICET
y UNL.
“Hay que entender
que en ciencia no todo va a dar una ganancia cuantificable. Pero que una
parte de lo que se invierte se pueda devolver a la sociedad a la cual
pertenecemos nos genera una enorme satisfacción”, destacó
Chan y agregó: “Dentro de unos años esto va a generar un
aumento de la riqueza enorme que para el Estado puede significar mayores
impuestos además de las regalías que se obtendrían
por el uso de la propiedad intelectual correspondiente. Hay que aclarar
que esto es propiedad del Estado, nosotros somos empleados del Estado
y como en cualquier ley de patente lo que genera un empleado es propiedad
del empleador”.
Un importante
avance
—¿En qué consiste este desarrollo?
—Estudiamos cómo las plantas normalmente responden a una situación
de estrés, porque siempre están sometidas a estrés
y no se mueren sino que tienen un tiempo de sobrevida determinado. Eso
lo puede ver cualquiera que tiene macetas en su casa, si no las riega
por dos días no mueren pero si las deja durante 15 seguramente
sí. O sea, las plantas tienen un mecanismo normal para poder aguantar
una situación mala durante un tiempo. Cuando estudiamos los girasoles
encontramos algunos genes responsables de esa respuesta de adaptación
a la condición medioambiental desfavorable. Al tomar ese ejemplo
logramos aislarlo en el genoma del girasol y ponerlo en otras plantas;
así logramos aumentar la resistencia normal de la planta a la sequía.
Entonces el tiempo de sobrevida es mayor ante esa condición desfavorable.
—¿El
desarrollo, una vez que se comercialice, podrá llegar a cualquier
productor o está pensado para algún sector específico?
—En principio va a llegar cualquier productor a través, supongo,
de la semillera. Ese camino aún debe ser recorrido y ya no nos
ocuparemos nosotros sino una entidad que trabajará en la producción
y comercialización. Además, en la Argentina existe una ley
de protección de productores locales que busca acercar este tipo
de posibilidades. En principio, tendrían privilegios respecto a
cualquier país extranjero para el uso de esta tecnología.
Y eso es lo que corresponde porque son ellos los que aportan, con sus
impuestos, para que nosotros podamos trabajar.
—¿Cómo
surge la decisión de empezar esta investigación?
—Los investigadores nos hacemos preguntas y tratamos de responderlas con
estrategias metodológicas. Sobre todo en las ciencias experimentales
como la biología. La pregunta esencial que nos planteamos es cómo
hace una planta para tolerar un tiempo y no morirse aunque uno no le dé
agua. Como somos biólogos moleculares buscamos respuestas genéticas.
Las plantas tienen muchos genes y actúan en cascadas, en lo que
se llaman vías de señalización. Entonces tratamos
de descubrir cuáles eran las que disparaba una planta cuando existía
una situación de estrés ambiental. Aislamos distintos genes
y tratamos de ponerlos en otras plantas exagerando su función.
Así llegamos a encontrar el gen que daba tolerancia a la sequía.
—¿Esperaba
esta repercusión cuando empezó la investigación?
—No, de ninguna manera. Nosotros trabajamos silenciosamente todos los
días, como lo hacen miles de investigadores en este país.
Tratamos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible. De todas maneras,
cuando tuvimos los resultados y vimos la magnitud del impacto económico
que podía tener, imaginamos que iba a tener una repercusión
importante. Porque aparte del interés científico pasó
a tener un interés económico y cultural. Argentina es capaz
de producir tecnología además de alimentos crudos.
El cambio
de mirada
—¿Considera que, a partir de distintos desarrollos que
se han dado en los últimos años, ha habido un cambio de
mirada sobre la labor científica por parte de los gobiernos y la
sociedad en general, en oposición con lo que fue la década
del 90?
—Creo que sí. Eso es evidente que hay un cambio favorable. Hay
mucho para hacer todavía, no puedo decir que estemos una situación
óptima o que todo esté maravillosamente solucionado. Pero
hay cambios abismales entre cuando nos mandaron a lavar los platos y ahora
que se puede concursar por subsidios una vez al año a través
de la Agencia Nacional de Promoción Científica. Ha habido
más becas e ingresos a la carrera, también hubo un crecimiento
importante de la comunidad científica y las oportunidades. Sin
dudas esto está muy lejos de lo que era antes cuando los recursos
estaban terriblemente limitados. Además existía la percepción
de que uno solamente gastaba plata, que era un gasto y no una inversión.
Ese famoso “vayan a lavar los platos” tenía esa intención,
marcar que uno era una carga.
—¿Qué
hace falta para que se siga potenciando y consolidando el desarrollo científico
en el país y la región?
—Hacen falta muchas cosas, sobre todo que intervengan muchas personas
formadas en distintas disciplinas. También se requiere que nuestros
gobernantes, nacionales y provinciales, aúnen ideas para un proyecto
común de país. Necesitamos seguir creciendo y mejorando
lo que tenemos. Todavía tiene que crecer el recurso humano porque
si bien es muy bueno es poco, producto de que se ha castigado mucho a
la ciencia en la Argentina.
—¿Considera
que Santa Fe podría ser un polo científico para observar,
en el futuro, dentro del país?
—Absolutamente. La provincia tiene un potencial enorme. Hay científicos
de una calidad maravillosa. Santa Fe es pionera en muchos aspectos, también
por la importancia que tiene el agro en la provincia.
—Cuando la
Presidenta la reconoce en su discurso lo hace como científica y
como mujer. A su criterio, ¿están dadas
las condiciones de acceso de las mujeres en igualdad de condiciones al
mundo científico?
—Hay absolutamente igualdad de oportunidades. Yo diría que no hay
ningún tipo de discriminación hacia las mujeres. Yo he tenido
becarias mujeres y varones; y yo fui becaria de un profesor varón.
No me he sentido limitada por ser mujer en este área. De todas
maneras, las mujeres, sobre todo las que tenemos hijos o alguna carga
familiar, nos tenemos que organizar mejor que los hombres para poder trabajar
al mismo ritmo. Pero no he sufrido nunca un hecho de discriminación.
Tal vez las cosas me han resultado más difíciles por tener
hijos. No hay que olvidarse que las mujeres que tenemos un trabajo no
estamos liberadas del trabajo hogareño y eso hace que el esfuerzo
haya que redoblarlo.
por Victoria Rodríguez
- Diario Uno
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Uno de Santa Fe
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