IMPORTANCIA DE LOS COMETAS

Los cometas siempre han representado un importante papel en la historia de la cultura occidental. Antiguamente fueron considerados portadores de malas influencias, pues su repentina presencia en el firmamento rompía con la armonía cósmica, sostenida por los aristotélicos, y con el "estado de perfección celeste" establecido por la Iglesia.
Primeras observaciones científicas modernas: En el siglo XVI comenzó el estudio científico de los cometas, siendo Petrus Apianus y Girolamo Fracastoro los primeros que hicieron notar que sus colas se dirigen siempre en dirección contraria al Sol, aunque no entendieron el porqué. En 1577 apareció un cometa que fue estudiado por los principales astrónomos europeos, entre los que se destacó Tycho Brahe, quien hizo mediciones precisas de su posición en el cielo, demostrando que se encontraba más allá  de la órbita lunar, lo que significó un fuerte golpe a la Física aristotélica que sostenía que los cometas se originaban en la atmósfera terrestre. Más de un siglo después, Edmond Halley, al estudiar las órbitas de numerosos cometas, se dio cuenta de que las seguidas por los observados en 1531, 1607 y 1682 eran prácticamente iguales, razón por la cual consideró que se trataba del mismo cometa, calculando que regresaría a las cercanías de la Tierra entre 1758 y 1759. Cuando esto sucedió comenzaron a llamarle "el cometa de Halley", y desde entonces es el más famoso de todos. En siglos posteriores, los debates A pesar de esos avances científicos, durante los años 1600 y 1700 fueron comunes las discusiones entre quienes sostenían las teorías aristotélicas y los que estaban empeñados en desarrollar una ciencia racional, libre de ataduras filosóficas y teológicas. Al finalizar el siglo XVII, en la Nueva España (México) hubo una polémica muy sonada sobre este tema, ya que Carlos de Sigüenza y Góngora, profesor de matemáticas de la Real y Pontificia Universidad de México, fue atacado por Eusebio Kino, misionero alemán que también había sido profesor de matemáticas, pero de la Universidad teutona de Ingolstadt, quien estaba de paso en la capital novohispana. Todo el asunto tuvo que ver con la aparición del cometa observado al finalizar 1680 y comenzar 1681. Sigüenza escribió un tratadillo donde explicaba la presencia de ese cometa como un hecho natural. Posteriormente, Kino publicó su "Exposición Astronómica" en la que defendía la interpretación aristotálica de esos cuerpos celestes, además de poner en duda las observaciones de don Carlos, quien entonces produjo "Libra Astronómica y Filosófica", en la que discute ampliamente sus observaciones y refuta la interpretación de Kino. Es consenso entre los historiadores de la ciencia mexicana que Sigüenza elaboró un excelente texto en el que ya se anticipaba la presencia de la nueva ciencia astronómica en la Nueva España, superando por mucho al europeo tradicionalista que fue Kino. Sin embargo, hay concepciones que subsisten Aunque nos separan 300 años del anterior tipo de polémicas, y que la ciencia astronómica ha avanzado durante el presente siglo como no lo hizo en toda la historia previa de la Humanidad, todavía vemos arraigadas, en parte de la población, las viejas concepciones astrológicas. Así, a pesar de la información científica que se ha dado a los medios de comunicación, muchos han usado el aspecto sensacionalista de las noticias sobre el cometa "Hale-Bopp" para culparlo de cosas tan absurdas como el suicidio colectivo ocurrido en la ciudad estadounidense de San Diego, hace algunos meses.
Los Cometas: tesoros de información: Más allá de los hechos antes citados, que deben ser analizados por las ciencias sociales, el estudio moderno de los cometas es de gran interés, ya que la información, hasta ahora lograda, indica que estos cuerpos guardan datos muy valiosos sobre la composición química y el estado físico de la nebulosa primitiva de la que se formaron el Sol y sus planetas. La variedad de moléculas presentes en los cometas, y su interacción con otros cuerpos del sistema solar, son otras dos poderosas razones que llevan a estudiarlos, ya que pueden decirnos mucho sobre la atmósfera original de la Tierra, e inclusive sobre las primeras etapas de la evolución biológica en ella. Choques como el sufrido por Júpiter en 1994, cuando el cometa "Shoemaker-Levy" se estrelló contra él, han llamado la atención sobre sucesos similares ocurridos a nuestro planeta, y aunque las probabilidades de que pase algo así son realmente pequeñas, ahora se est n desarrollando investigaciones que permitir n prevenir una catástrofe de este tipo.

(C) "Ciencia y Desarrollo", N� 136 (Méx.) - CERIDE