Para combatir a un enemigo es necesario poder reconocerlo como tal. El peligro que representa la droga para la Humanidad ha sido admitido como cierto en épocas relativamente recientes. En la Antigüedad, la óptica era diferente, por lo que resulta interesante historiar este proceso en forma somera. Con el hombre desde hace miles de años La droga -alcohol, coca, opio, mezcal, cannabis (marihuana), tabaco, café, heroína, o LSD (ácido lisérgico)- ha estado presente en casi todas las sociedades desde tiempos inmemoriales. Sus poderes de modificación del comportamiento tuvieron un valor religioso, ceremonial y medicinal. Esto sucedió en todo el mundo. Por ejemplo, en la América precolombina se empleaban más de ochenta variedades de plantas alucinógenas y narcóticas. La coca es una de las drogas de origen americano, y su alcaloide -la cocaína- tardó casi cinco siglos en alcanzar un nivel significativo de consumo en Europa. El tabaco, en cambio, se extendió "encendidamente" por el Viejo Mundo y originó una de las más grandes fortunas del protonarcotráfico: la del diplomático francés Jean Nicot (1530-1600), en cuyo honor se bautizó el alcaloide del tabaco (nicotina), al que atribuía virtudes curativas. Volviendo a la coca, hace por lo menos 5000 años, en la región andina de Sudamérica ya se consumía la hoja de coca. Es muy probable que entonces se hiciese del mismo modo que hoy: colocando hoja sobre hoja en un carrillo de la boca hasta formar una bola humedecida por la saliva. En quechua, esa bola de coca se llama "acullico". Las hojas secas, al mojarse, comienzan a soltar un jugo verde oscuro que contiene la parte activa -el clorhidrato de cocaína-, que sólo se libera si se le añade un componente alcalino. Para ello, el consumidor, después de formar el acullico, se pone un poco de cal y ceniza en la boca. Inmediatamente se produce el efecto de la droga, que es muy débil pero a la vez muy efectivo: la boca se adormece, la fatiga se reduce y se esfuma la sensación de hambre. Aunque se dice que la coca se masca, el acullico se mantiene en la boca succionándolo hasta que las hojas han soltado todo su jugo. El resto se transforma en ofrenda a la Madre Tierra, o "Pachamama" en el panteón incaico, y se deposita como tal en las "apachetas", pequeños promontorios de piedras apiladas que se construyen al borde de los caminos. Así, la coca vuelve a la tierra "para que siga dando fértiles bendiciones".
Mitos de aquí y de allá: Cuenta la leyenda que Manco Cápac, hijo del Sol, bajó de las costas del lago Titicaca llevando la luz de su padre a los habitantes del lugar, revelándoles la sabiduría de los dioses, enseñándoles las artes y, como don final, dándoles la coca, considerada planta divina por su poder de calmar el hambre, hacer olvidar las penas y la pobreza, y reanimar al débil. Para la religión primitiva de los aborígenes de México y del sudoeste de los Estados Unidos de Norteamérica, el "Peyotl" (variedad de cactus) era un amigo de tiempo inmemorial. Uno de los primeros visitantes españoles del Nuevo Mundo dijo de estos indígenas: "comen una raíz que llaman 'peyotl', y la veneran como a una deidad". También consumían hongos que les provocaban alucinaciones. El fraile Sahagún cuenta que "la primera cosa que comían los indios en sus fiestas eran unos honguillos negros llamados 'nanacatl', los cuales emborrachan, hacen ver visiones y aun producen lujuria". Tanto cactus como hongos eran cortados al alba, en los días propicios, y se los consumía en el silencio y oscuridad de la noche. Su manejo se acompañaba de complicados actos de purificación en los que intervenían el tabaco, los sahumerios, las velas y, en ocasiones, el fuego.
El alcohol en los pueblos antiguos: éste formó parte del bagaje del hombre desde que, en plena Prehistoria, nuestros remotos antepasados descubrieron la forma de hacer bebidas fermentadas con vid silvestre, frutas y raíces. Griegos y romanos celebraban "misterios", ceremonias en honor de Dionisios y Baco, respectivamente, en las que se embriagaban y las que concluían en genuinas orgías. Los egipcios realizaban festejos para honrar a Min, Dios de la fertilidad y de las cosechas, con procesiones donde se bebían grandes cantidades de cerveza, que era su bebida nacional. Para los antiguos hebreos, el patriarca Noé inventó el vino y se embriagó: la Biblia aconseja dar vino a los hombres cuando estén tristes porque "el vino les alegra el corazón".
El opio: Homero cuenta en "La Odisea" que Helena de Troya utilizaba una forma de opio, que era llamada "nepenta", para sobrellevar sus pesares. En "La Eneida", Virgilio menciona el mismo tema. La adormidera del opio, según nos dice la leyenda, se cultivó primero en Egipto y en el Asia Menor, y fue uno de los primeros sedantes que usaron los médicos para hacer frente al dolor. Un mito oriental refiere que Buda, para permanecer despierto, se cortó los párpados y al caer éstos en la tierra hicieron nacer la planta. Fueron los griegos y los árabes quienes difundieron el opio en Persia, India y China, y las Cruzadas las que lo llevaron a Europa. Con ellas llegaron cuentos sobre su uso, en los que se decía que era una "sustancia maravillosa" que podía curar todas las enfermedades, fortalecer a los soldados contra la desesperación y la fatiga, y provocar un estado de euforia y agradable bienestar.
La marihuana: La cannabis sativa, relata un mito sánscrito, fue producida en forma de néctar cuando los dioses batían el océano con la montaña llamada Mandara. Era la bebida favorita de Indra, el rey de los dioses, y éstos la enviaron para que la Humanidad, utilizándola habitualmente, tuviera placer y perdiera toda clase de miedo.
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