LA ENERGÍA ATÓMICA
industria generadora de desarrollo Las aplicaciones comerciales de la energía nuclear no terminan con la generación de electricidad en centrales nucleoeléctricas; también aparecen en medicina, agricultura, protección del medio ambiente y en muchas actividades industriales. En todos estos frentes, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) produjo -a lo largo de los años- recursos humanos que es necesario seguir generando.
Proceso de cambio: La CNEA está volviendo a ser aquello para lo que fue creada, en 1950: "un centro de investigación y desarrollo de tecnologías nucleares que, en determinadas etapas, puede hacerse cargo de tareas productivas directas hasta que puedan ser encaradas por el capital privado". Durante los años '80, se habían distorsionado, en parte, los objetivos de la CNEA al comprometer desproporcionadamente a sus investigadores con la producción de electricidad mediante las centrales atómicas en funcionamiento (Atucha I y Embalse). Después de una larga polémica se decidió apartar la Comisión de la generación nucleoeléctrica, que pasó a estar a cargo de una empresa sujeta a privatización (NASA -Nucleoeléctrica Argentina S.A.). Contemporáneamente, se creó un organismo de control (ENREN -Ente Nacional Regulador Nuclear-), dependiente del Gobierno Nacional e independiente de usuarios e investigadores, encargado de garantizar la seguridad de todas las actividades nucleares en el país. Sin dudas, su capacidad técnica y sus directivos salieron de la antigua estructura de la CNEA. Se rompió así con una situación que ya era insostenible, como consecuencia del grado de desarrollo alcanzado por la energía atómica argentina. Quienes utilizaban estas tecnologías, y quienes los controlaban, dependían de una misma "cabeza", más comprometida con los resultados inmediatos que con el estricto cuidado de las normas de seguridad. Las mismas personas siguen produciendo, investigando y controlando; pero, ahora, cada uno tiene claro su rol, y rinde cuentas a diferentes responsables. Para la actividad nuclear, esta división de funciones se impone en todo el mundo. Luego del fraccionamiento del organismo original, en la CNEA propiamente dicha quedaron todas las otras actividades: la investigación, el desarrollo de tecnologías, la fabricación de elementos combustibles, lo referido a la medicina nuclear y la producción de radioisótopos.
Actividades futuras: La CNEA continuar siendo un centro de investigación y desarrollo. Su futuro no se limitar a tecnologías específicas, ni exclusivamente a brindar un servicio de recolección de basura de lujo. La nueva ley que la rige abre un "abanico" de posibilidades al fijar que deber implementar programas de investigación básica y aplicada en las ciencias bases de la tecnología nuclear, dando lugar a muchas opciones. Entre las funciones específicamente asignadas se destacan: el asesoramiento al Poder Ejecutivo en la "definición de la política nuclear", la gestión de los residuos radiactivos, la implementación de reactores experimentales (desarrollo, construcción y operación), la provisión de servicios a los operadores de las centrales nucleoeléctricas y el desarrollo de aplicaciones de los radioisótopos (biología, medicina, industria).
Energía inevitable: Durante los últimos años, en nuestro país, las centrales nucleares suministraron entre el 13 y el 15 % de la electricidad consumida. Es una proporción comparable con lo que ocurre a nivel mundial, pero que, seguramente, deber incrementarse en las próximas décadas. La energía nuclear ser inevitable durante la primera mitad - por lo menos- del siglo XXI, y renegar de ella significaría perder la esperanza de que los pueblos postergados alcanzaran un nivel de vida digno y un desarrollo acorde. El petróleo y el gas se encarecer n a medida que se vislumbre su límite. Pero, mucho antes, si no se detiene la quema de combustibles fósiles, la contaminación de la atmósfera con dióxido de carbono (CO2) incrementar el "efecto invernadero", y el consiguiente recalentamiento del planeta. El riesgo inmediato son los cambios climáticos que podrían ponerse en marcha, acarreando calamidades de magnitud. Se volver indispensable contar, cada vez más, con fuentes energéticas que no generen CO2 como subproducto no deseable. Las represas hidroeléctricas, las centrales eólicas, los paneles solares y otras fuentes no convencionales, limpias pero insuficientes, no podrán cubrir las necesidades. Mientras no estén disponibles otros mecanismos de generación en gran escala, como los reactores de fusión, que despertaron grandes esperanzas pero que est n muy demorados, "habrá que generar el grueso de la electricidad mediante centrales nucleares convencionales". Esto es válido para la Argentina, aunque pensemos que tenemos fuentes energéticas infinitas. La momentánea disponibilidad de gas alimenta esa ficción, pero el esquema se derrumba apenas nos damos cuenta de que nuestros recursos naturales serán, inevitablemente, compartidos con los vecinos del Mercosur y con todo el mundo. Los residuos radiactivos, que produce la actividad nuclear, deber n manejarse con tecnologías que permitan optimizar su aprovechamiento y encontrar su destino definitivo. Por lo tanto, ser importante estar capacitados para realizar esa gestión de la mejor manera posible, tarea que no es menor ni degradante.
(C) Difusión CNEA - CERIDE