LA ALIMENTACIÓN GRANÍVORA TRANSFORMÓ AL MONO EN HOMBRE

Por José Valverde.

Pionero en el estudio de las características humanas como fenómenos de adaptación biológica, Valverde constituye "el" referente español e internacional en bioecología y conservación; ha desarrollado un concepto innovador: la moral biomásica.
Su tesis, en general, plantea la importancia del incremento de peso en el proceso de adaptación de los primates arborícolas en primates terrestres. Cuando estos homínidos alcanzaron una talla y un peso límite se vieron obligados a descender a la sabana, y ello provocó un gran cambio en su alimentación, ya que tuvieron que sustituir las hojas y frutos por semillas de leguminosas y gramíneas que, por otra parte, son aún la base de la alimentación humana. Este hecho les obligó a desarrollar una "pinza" muy especializada para atrapar objetos pequeños y duros; así, se produjeron adaptaciones morfoecológicas en los dedos índice y pulgar, y modificaciones estructurales en el cráneo.
"La adaptación granívora representó una indudable novedad científica, pero, años más tarde", rememora Valverde, "un norteamericano, Jolly, realizó la misma formulación teórica y es precisamente a él a quien los investigadores la atribuyen. En su momento él me escribió y me aseguró que explicaría públicamente que mi tesis era muy anterior, pero nunca lo hizo. Esta es una de las consecuencias de la tiranía que la lengua anglosajona ejerce sobre las bases internacionales de datos, que prácticamente ignoran todo lo publicado en un idioma que no sea el inglés. Curiosamente, yo había publicado otro artículo, en el mismo sentido, en "Biblioteca de Autores Cristianos", bajo el título Aspectos ecológicos de la antropogénesis. Supongo que para mis colegas de ese mundo anglosajón la circunstancia debió de producirles un shock, porque durante siglos han sostenido que los españoles éramos incapaces de producir ciencia al tener el corsé mental de la religión católica que, supuestamente, inhibe la concepción abstracta".
La mayoría de los antropólogos no acepta actualmente la teoría granívora, y es posible que se deba a una cierta vergüenza que provoca el descender de pacíficos comedores de grano y no del "mono matador" -otra hipótesis-, una especie de chimpancé que un día aprendió a manejar un palo para atacar a los leones. Un gran número de antropólogos sabe poco de estructuras de comunidades, y esto les resulta difícil de entender.
"Mientras nuestros más directos parientes se quedaron en los árboles en su calidad de folífagos", continúa, "los homínidos se sometieron a un incremento del riesgo de depredación en la sabana, y el cerebro se desarrolló rápidamente ante estas fuertes tensiones. En una primera etapa debieron mantenerse en la zona fronteriza para poder refugiarse en los árboles en caso de peligro, y esto generó un biotopo de poblaciones lineales que mantenían muy poco contacto entre sí. Se produjo entonces el efecto llamado de deriva genética que significa que una mutación no se diluye dentro de una masa cuando ésta ocupa un espacio uniforme. En el momento en que ese prehombre consiguió ocupar un conjunto amplio de la sabana, porque tenía eficaces métodos de defensa contra las fieras, se extendió espacialmente formando una malla similar a las celdas de las colmenas; con ello cada grupo pudo cruzarse genéticamente con los otros que le rodeaban y esto hizo descender rápidamente el ritmo de evolución. Cuando esto sucedió, posiblemente se produjo la primera matanza del género humano o prehumano, y personalmente me aventuro a imaginar que los hallazgos de "australopitecus" que aparecen son los restos de los homínidos que vivían en las primeras zonas periféricas. Los investigadores no logran entender que restos que se encuentran tan cerca unos de otros sean de características tan diferentes, e intentan agruparlos buscando un conjunto.
Insisto en que la razón de estas disimilitudes debe estar en la estructuración original en poblaciones lineales, en las que cada grupo evolucionaba genéticamente de un modo distinto".
Este modelo teórico explica igualmente la notable evolución del lenguaje en los seres humanos. El primer homínido que descendió a la sabana poseía una excelente base anatomomorfológica que le daba inmensas ventajas respecto de éstas y otras especies. Además, como se hallaba en una situación de permanente sobresalto ante la agresión de depredadores, la necesidad de comunicar con precisión se incrementaba. Así inventó diferentes componentes espaciales para señalar la proximidad y naturaleza del depredador y desarrolló un lenguaje sofisticado, su cerebro y su capacidad para manejar objetos pequeños.
"Actualmente", prosigue, "investigo en lo que denomino moral biomásica. Mi conclusión, tras estudiar comunidades animales, es que el comportamiento humano se rige por bases casi idénticas o que, al menos, responden al mismo modelo.
Todas las especies tienen como objetivo fundamental el incremento de su biomasa, lo que se traduce en la depredación de otros seres vivos para convertir sus proteínas en proteínas propias. Este proceso tiene unas bases de equilibrio que son la propia capacidad depredativa, la disponibilidad de alimentos y las enfermedades. En los humanos esto podría resumirse en hambre, peste y bestias feroces, aunque la guerra también es un sistema de autolimitación".
"Como la especie es una unidad de lucha", agrega, "para no destruirse creó tres modos de autoprotección: el territorialismo, la jerarquía y el nepotismo. Cada pareja, o grupo, defiende un territorio que produce lo suficiente para la supervivencia y reproducción, y se establece una jerarquía de forma que todos los individuos quedan encajados en alguna posición. Esto sucede claramente en un gallinero: cuando ingresa un nuevo individuo, se produce una situación de estrés general hasta que se acopla. En esta etapa disminuye el número de huevos. Estoy seguro de que en una oficina ocurre algo igual: baja el rendimiento cuando empieza a trabajar una persona nueva. Finalmente, el nepotismo es consustancial a la reproducción de toda especie y consiste en la capacidad de reconocer a los descendientes como algo propio. Un pájaro debe ser capaz de reconocer un huevo, algo muy ajeno a su propia forma, para garantizar el aumento de biomasa y la continuidad genética".
"Todo este apasionante proceso", concluye, "genera un abigarrado conjunto de normas que forman el corpus de la moral biomásica".
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