INCISIVOS VS. LENGAS *

En Tierra del Fuego, se estudia cómo controlar la población de castor canadiense, animal introducido en nuestra provincia más austral.

Hace más de cincuenta años
En 1946, una población de 25 parejas del castor canadiense (Castor canadiensis) fue introducida en la zona boscosa cordillerana de la Isla Grande de Tierra del Fuego (TdF), en nuestro país, por una gestión del entonces Ministerio de Marina. El objetivo de esta decisión era promover su aprovechamiento como recurso natural dado el alto valor y calidad de su piel, aunque, desafortunadamente, esta idea quedó relegada durante muchos años.
El castor es un roedor, el segundo más grande del orden, habitante obligado de zonas ribereñas y considerado una especie clave por su condición de agente natural de alteración en ecosistemas naturales. A esta característica se la confieren sus actividades de corte de ramas y troncos de árboles (lengas, ñires y cohiues) para la construcción de diques, canales y madrigueras. Sin duda, esta singularidad lo diferencia del resto de los herbívoros dado que modifica, más que ningún otro, su ambiente físico.
En 1983, el Gobierno de Tierra del Fuego decidió regular la caza comercial con el fin de controlar la expansión alcanzada por la población introducida y, secundariamente, como una acción de aprovechamiento incipiente y sin planificación. En consecuencia, la inexistencia de trampas adecuadas y de métodos específicos de trampeo, además de los bajos precios de la piel dada la ausencia de técnicas artesanales para el cuereado adecuado, determinaron una situación controvertida. Así, la decisión del Gobierno se transformó en una nueva dificultad, dando como resultado una explotación descontrolada y sin continuidad.

Se inician los estudios científicos
En 1988, nuestro grupo de investigación comenzó a estudiar la problemática desencadenada por esta especie exótica, abarcando desde sus aspectos biológicos, ecológicos y genéticos hasta las modificaciones ambientales introducidas por sus actividades. La meta fue obtener información que permitiera diseñar un Plan de manejo acorde a la expansión y características de estos castores.
Básicamente, desde 1946, estos roedores encontraron condiciones habitacionales y alimenticias óptimas, favorecidas además por la ausencia de predadores y competidores naturales. Estos hechos posibilitaron, naturalmente, su rápida expansión, a punto tal que colonizaron diferentes ambientes, distribuyéndose hoy en todas las islas del Archipiélago Magallánico

Algunas consecuencias, en detalle:
En la actualidad, se puede afirmar que las áreas de mayor productividad de los castores (donde habitualmente derriban árboles, construyen diques, se alimentan y reproducen) estarían cercanas a su capacidad de carga (es decir, al límite de su posibilidad de continuar admitiendo un gran número de animales), e involucran al bosque apto para la explotación forestal. La elevada cantidad de elementos principales acumulados –deyecciones, castores muertos, entre otros- afecta no sólo los ciclos de nutrientes sino la dinámica de descomposición a través de la acumulación de sedimento y materia orgánica. También se producen alteraciones al régimen de luz por la abertura de claros o "parches" en el bosque, cambios en la frecuencia y cantidad de precipitaciones (pluviales y nivales), entrada de elementos alóctonos (es decir, ajenos a ese ambiente) y procesos de erosión por desestabilización del suelo y del bosque ribereño.
En líneas generales, los efectos de alteración ambiental inducidos por las actividades del castor no son inusuales ni impredecibles. Opuestamente, cuando el castor permanece sin manejo, sus actividades pueden influir en gran parte de los cursos de agua, y estas modificaciones permanecen como constituyentes del paisaje durante décadas o siglos, incluso indefinidamente.

Soluciones viables
Sin dudas, un manejo planificado en las áreas de mayor productividad de estos animales, que además resultan conflictivas por el uso del recurso forestal, reducirá los efectos sobre los sistemas ribereños, a la vez que controlará las poblaciones de castores. En este sentido, nuestro grupo ha propuesto un plan de manejo piloto para el sector agropecuario y forestal de la Provincia de TdF, el que, regulado por la Subsecretaría de Recursos Naturales, se sustenta en el control de la población por el trampeo y extracción de animales, con utilización del recurso a través de la comercialización de la piel.
Queda claro que el conocimiento y estudio de esta especie contribuyen a esclarecer conceptos vinculados a la organización y evolución de los ecosistemas fueguinos, representando un modelo para el estudio de los procesos de colonización de áreas vírgenes. Además, representa un modelo evolutivo que permitirá evaluar los cambios en la estructura poblacional de los castores, teniendo en cuenta la introducción de un bajo número de animales (en 1946) y las condiciones de aislamiento geográfico y reproductivo que obraron favorablemente. Estas investigaciones se están realizando en la actualidad.

(*) Por Marta Lizarralde, doctora en Ciencias Naturales y Zoología, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Laboratorio de EcoGenética, Área Biología Terrestre. Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET); Ushuaia (Tierra del Fuego). Adaptación: Lic. Enrique A. Rabe –Área de Comunicación Social del Ceride-.

CADIC – CERIDE