Luis Federico Leloir, segundo Premio Nobel Científico argentino |
"Por algo tan pequeño
me han concedido un Premio tan grande", comentó el Dr. Leloir, fiel
a su modestia, al conocer que la Real Academia de Suecia le había otorgado
el Nobel de Química el 27 de setiembre de 1970.
Lo "pequeño"
de un grande
Para la Academia, el mérito de este científico fue el descubrimiento
de los nucleótidos azúcares y su función en la biosíntesis
de los hidratos de carbono. En otras palabras, reconoció la notable serie
de hallazgos de Leloir que arrojaron nuevas luces sobre el comportamiento del
organismo y el conocimiento más perfecto de la diabetes y otras enfermedades
internas. El sabio dedicó su vida a la ciencia pura o investigación
básica, por lo que pertenece definidamente a los investigadores cuyo
trabajo armó intelectualmente a otros científicos de las herramientas
necesarias para avanzar en lo concreto y aplicado.
Por ejemplo, indagó en una familia de compuestos químicos llamados
glicoproteínas, combinaciones de azúcares complejos y proteínas.
Este tipo de moléculas es importantísimo: ubicadas en el exterior
de toda célula, las glicoproteínas son una suerte de cédula
de identidad que permite que el sistema inmunitario reconozca lo propio de lo
ajeno, y ataque químicamente a las bacterias o a las células cancerosas,
y, además, permiten que el espermatozoide reconozca el óvulo y
se una al mismo. Se trata de un descubrimiento que está en la base de
muchos procesos bioquímicos, y sin el cual el avance en varios campos
de la biología y la medicina hubiera sido imposible.
"Por qué
soy científico"
"No sé qué me impulsó a seguir una carrera científica",
confiesa en su obra autobiográfica "Allá lejos y hace tiempo",
publicada en el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en 1983.
"No fue una tradición familiar, porque mis padres y mis hermanos
estaban dedicados especialmente a actividades rurales...", añade.
Y continúa: "Supongo que el factor más importante que determinó
mi futuro fue que recibí una serie de genes que me dieron las habilidades
requeridas, tanto negativas como positivas. Entre las negativas puedo mencionar
que mi oído musical era muy pobre, no pude convertirme en compositor
o músico. En la mayoría de los deportes era mediocre, por lo que
esta actividad no me atraía demasiado; mi falta de habilidad oratoria
me cerró las puertas a las actividades políticas y a la abogacía.
Era un mal médico práctico, ya que nunca estaba seguro del diagnóstico
o del tratamiento. Estas condiciones negativas estaban perfectamente acompañadas
de otras que no lo eran tanto: gran curiosidad por comprender los fenómenos
naturales, capacidad normal o ligeramente subnormal de trabajo, capacidad intelectual
mediana y excelente aptitud para trabajar en equipo. Probablemente, lo más
importante fue la oportunidad que tuve de pasar mis días en el laboratorio
y hacer muchos experimentos". Y prosigue: "la investigación
tiene muchos aspectos que la convierten en una aventura atractiva. Uno es el
placer intelectual de descubrir hechos previamente desconocidos, si bien la
parte menos agradable de la investigación es el trabajo rutinario que
implica la mayoría de los experimentos".
Algunos detalles de su
vida; discípulo de Houssay
Luis Federico Leloir nació el 6 de setiembre de 1906 en París,
de padres argentinos (nacionalidad que luego eligió) que realizaban un
viaje de placer por Europa. En 1932 se graduó de doctor en Medicina en
la UBA, pero, desinteresado en la profesión, se incorporó al grupo
de investigación que conducía el Dr. Bernardo A. Houssay*, primer
Premio Nobel en Ciencias de nuestro país y de América Latina,
y se dedicó a la fisiología y a la bioquímica. Su nombre
está indisolublemente ligado al Instituto de Investigaciones Bioquímicas:
Fundación Campomar, del cual fue director muchos años, secundado
por un brillante equipo de científicos. Falleció en Buenos Aires,
el 2 de diciembre de 1987.
Fuente: "Luis Federico Leloir, Segundo Premio Nobel Científico Argentino",
por la Lic. Diana Cazaux. (*) Creador y primer presidente del Conicet. Nació
el 10 de abril de 1887 y falleció el 22 de setiembre de 1971. En su memoria,
el 10 de abril se instituyó como Día del Investigador Científico.
Selección y adaptación: Lic. Enrique A. Rabe (ACS/Ceride).
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publicado
el 12 de abril de 2003
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