CERES Y HERMES, EN UN MISMO SURCO.

Sobre la comunicación en un esquema analítico del desarrollo rural

Edgardo Luis Carniglia

 1. Introducción

Se pueden identificar dos o más usos del término "desarrollo", por ejemplo empleos preteóricos de la palabra --intuitivos y no observacionales—y definiciones teóricas, es decir, relativas a disciplinas, teorías y modelos científicos, en sus distintas formas (ideas para el debate, representaciones de aspectos claves de un fenómeno u objeto analizado, conceptualizaciones fundadas en hallazgos empíricos producto del trabajo metódico y sistemático de recolección, análisis e interpretación de datos, etc.). Tanto en sus usos preteóricos cuanto teóricos el término "desarrollo" y cualquiera de sus equivalentes en otras lenguas occidentales (desenvolvimento, development, développment, entwicklung, etc.) posee un amplio "campo semántico", es decir, un considerable número de interpretaciones, sentidos, significaciones e imágenes que reflejan las diferentes perspectivas de los usuarios.

De esta manera, en la actividad lingüística cotidiana y en el discurso político, entre otros ámbitos de uso preteórico, y en disciplinas científicas como la sociología y la economía, el sustantivo "desarrollo" aparece vinculado, en distintos tipos de relación semántica (sinonimia, subordinación, semejanza, etc.), con otros sustantivos; por ejemplo "crecimiento", "modernización", "industrialización", "progreso", "cambio social", "acción social", "evolución" y "promoción". En otras ocasiones se presenta asociado con algún adjetivo; por ejemplo, "económico", "político", "comunitario", "regional", "urbano", "rural", "social", "tecnológico", "cultural" e "integral"

La polivalencia semántica y la ubicuidad de este concepto indican el punto inicial del avance hacia el objetivo del presente trabajo, que pretende formular una aproximación teórico-conceptual, un mínimo esquema de referencia, del desarrollo en general, del desarrollo rural en particular y del papel que asume la comunicación en distintas propuestas alternativas de transformación de lo agropecuario, lo agrario y lo rural.

2. El "desarrollo" como concepto polisémico

Dos ejemplos de expresiones en las cuales se utiliza el término "desarrollo" pueden ayudar a comprender qué tipo de concepto está involucrado en el empleo de dicho término. Frecuentemente se afirma que "los países o regiones (nacionales o internacionales) subdesarrollados --en ocasiones llamados alternativamente "tercermundistas", "no alineados" o "emergentes"-- establecen relaciones desiguales y desfavorables en el intercambio comercial con las naciones desarrolladas". Esta frase y sus equivalentes son frecuentes en las referencias al intercambio entre productos primarios o commodities (cereales, oleaginosas, ganado, fibras, pesca, petróleo, otros minerales, etc.), propios de aquellos estados, y mercancías con significativa complejidad industrial y densidad tecnológica (computadoras, maquinarias, equipos de telecomunicaciones, medicamentos, etc.) producidas por el segundo grupo de países.

La aparición de expresiones con este tipo de distinción (desarrollo/subdesarrollo) expone una primera característica, básica, del concepto de "desarrollo": su naturaleza relacional, más exactamente comparativa. Es decir, al utilizar este término se establece una comparación entre (a) los aspectos cuantitativos y/o cualitativos de uno o más características o elementos de un determinado objeto del análisis comparativo; por ejemplo, un individuo, una institución, una nación, una sociedad, una región, una civilización, etc. observados en diferentes momentos, t0, t1, t2 . . .tn, o (b) las dimensiones cualitativas y/o cuantitativas de una o más dimensiones o variables de dos ó más unidades de análisis observadas en un mismo momento, t0. Esta clase de análisis comparativo es realizado, por ejemplo, con el Indice de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD). Este índice clasifica a los países mediante la observación de indicadores tales como expectativa de vida, alfabetización y poder adquisitivo.

Por otra parte, la expresión "nuestra propuesta pretende alcanzar un desarrollo sostenido con bienestar, justicia social, libertad y participación política" --imaginable en un discurso del candidato de un partido político en campaña electoral-- proporciona un ejemplo del cual se puede abstraer la segunda característica del concepto "desarrollo": su contenido valorativo. De esta manera, y de acuerdo a lo oportunamente señalado por, entre otros, Havens (1972) y Kim (1973), la utilización de este concepto comporta un juicio de valor, mediante el cual se atribuye un determinado signo, por ejemplo "positivo/negativo", "más/menos", "deseable/indeseable", etc. a las características observadas (en el pasado o en el presente) o previstas (en el futuro) en determinados ámbitos de referencia. Crocker (1991) discute la necesidad y naturaleza de una ética del desarrollo global y del Tercer Mundo.

Los ejemplos recién presentados resultan útiles para discriminar no sólo las características conceptuales del término "desarrollo" sino también para identificar los múltiples espacios de referencia involucrados en su utilización. Y esta identificación puede, además, contribuir a esclarecer en parte la polivalencia semántica del término identificada en la introducción a este trabajo.

Cuando "desarrollo" se emplea en el análisis de un fenómeno acaecido entre dos momentos diferentes, t0 y t1, implica una concepción dinámica, cambiante, de la realidad natural y social o de algunas de sus dimensiones, es decir, ambas formas de lo real son concebidas como portadoras de potenciales procesos de transformación, ya sean progresivos y/o regresivos. Esta interpretación del término "desarrollo" lo aproxima, por ejemplo a las categorías "progreso", "cambio social", "evolución" u otras similares.

Sin embargo, parece oportuno destacar que otra interpretación, quizás predominante en la actualidad, del concepto "desarrollo" tiende a registrar otra perspectiva de un alcance más focalizado. Se refiere a la práctica planificada del desarrollo, esto es a los programas, planes, políticas y proyectos de intervención sociocultural destinados a obtener diferentes clases de objetivos socio-políticos. Los programas Cambio Rural y Social Agropecuario constituyen dos ejemplos actuales de la planificación del desarrollo rural en Argentina. Ambos surgieron en 1993 como respuestas oficiales político-técnicas ante la crisis agraria y se basan en metodologías grupales --se trabaja sólo con grupos de alrededor de diez productores agropecuarios asesorados por al menos un ingeniero agrónomo o médico veterinario-- pero difieren en cuanto a los actores y unidades agroproductivas a las que se dirigen.

Estas iniciativas, que siempre suponen conceptualizaciones explícitas y/o implícitas sobre el desarrollo, configuran estrategias políticas, es decir, suponen relaciones entre actores sociales (individuos, grupos, clases, etc.) con determinados intereses y pueden ser identificadas, tanto en su definición cuanto en su realización, de maneras harto diversas:

- según su origen: externo a quienes las reciben (desarrollo inducido o exógeno) o interno a la unidad de referencia (autoinducido, endógeno o mixto);

- según las dimensiones de la realidad afectadas (económico, político, social, cultural, integral, etc.);

- según las áreas político-administrativas de alcance (local, comunal, municipal, regional, provincial, nacional, internacional, etc.);

- según los métodos y estrategias utilizados (centralizado, participativo, mixto);

- según las metas y objetivos definidos (productivas, distributivas, preservativas, asistenciales, etc.);

- según las áreas sociogeográficas alcanzadas (urbano, rural, etc.);

- según determinadas características sociodemográficas de los destinatarios (nivel socioeconómico, sexo y/o género, edad, etnia, etc.)

- según los períodos de tiempo previstos para la ejecución de las etapas y el conjunto de los proyectos (corto, mediano, largo plazo, etc.)

- según los componentes evaluados en los proyectos (diagnóstico, coherencia, pertinencia, viabilidad, etc.), su proceso de ejecución y los resultados alcanzados (impacto socio-cultural, eficacia, efectividad, eficiencia), etc. . . .

 

3. De Hesiodo a Toffler: hacia una aproximación histórica

En la sección precedente se examinaron conjuntamente algunas características de los usos preteóricos y teóricos del concepto "desarrollo". No obstante, de ahora en adelante se restringirá la exposición a las diversas concepciones teóricas de dicha categoría y, antes de presentar un conjunto específico de perspectivas elaboradas en el siglo XX, se esbozará un breve panorama de algunos antecedentes conceptuales.

En la evolución de la conceptualización del desarrollo pueden identificarse al menos cinco períodos, a saber:

- Desde el siglo V antes de Cristo hasta fines del siglo XVIII: surgimiento, desarrollo, auge y declinación de la idea de progreso

- Desde comienzos del siglo XIX hasta 1945: el progreso es tematizado a través de otras categorías de las humanidades y las incipientes ciencias sociales

- Desde 1945 hasta 1965: predominio de una idea de desarrollo acotada al crecimiento económico

- Desde 1966 hasta 1975: mayor preocupación por las metas sociales del desarrollo (empleo, pobreza y necesidades básicas) y una relativa trascendencia, en especial en América Latina, de algunos enfoques críticos del desarrollo y subdesarrollo

- Desde 1976 hasta la actualidad: búsqueda de modelos alternativos del desarrollo y relativo predominio de las ideas de sostenibilidad y sustentabilidad

 

El pensamiento sobre el desarrollo no se inició con la modernidad, entendida como una expansiva forma de vida y organización social que surgió en Europa alrededor del siglo XVII, ni con el capitalismo, otro fenómeno expansivo en este caso de producción de mercancías que revolucionó las fuerzas productivas y las relaciones sociales. La modernidad y el capitalismo potenciaron el pensamiento sobre el desarrollo pero los orígenes de este concepto se remontan a muchos siglos atrás.

La idea de "progreso" puede ser considerada el primer antecedente de la conceptualización del desarrollo. Nisbet (1991) analizó las continuidades y rupturas de las concepciones del progreso establecidas por los pensadores clásicos griegos, desde hace aproximadamente 25 siglos, hasta las últimas décadas del siglo XX. Sostiene que no ha habido en Occidente una idea o dogma tan importante y que indica "que la humanidad ha avanzado en el pasado --a partir de una situación inicial de primitivismo, barbarie o incluso nulidad—y que sigue y seguirá avanzando en el futuro" (pág. 19). Atribuye a la idea dos sentidos relacionados pero distintos: un lento y gradual perfeccionamiento del saber en general (y del consecuente bienestar material) y la consecución de virtudes morales o espirituales. Para el autor la idea de progreso alcanzó su cenit entre 1750 y 1900, un contexto de desarrollo de otras ideas (libertad, igualdad, soberanía popular) y en este período se secularizó y es concebido cono sinónimo de "evolución" y "desarrollo". Según Nisbet la idea de progreso se ha visto arrinconada y perseguida --se perdió la confianza en el progreso-- a lo largo de la última parte del siglo XX, cuando se cuestionaron sus cinco premisas básicas.

Los intelectuales del siglo XIX, por ejemplo Spencer y Marx, utilizaban el concepto "desarrollo" para analizar y explicar la historia humana desde una perspectiva que era fundamentalmente evolucionista, es decir, universal, unidireccional y optimista. Galeski (1972) afirma que la preocupación de aquellos científicos sociales radicaba en definir (a) las etapas, y sus diferencias, a través de las cuales atravesaba la humanidad en su conjunto, en un movimiento generalmente concebido como positivo, el "progreso"; (b) los factores que determinaban la velocidad con la cual una sociedad transitaba una determinada etapa de su desarrollo; y (c) las causas de ese movimiento y los mecanismos universales, las "leyes de la historia", que lo determinaban. El mismo autor señala que en la primera mitad del siglo XX el término "desarrollo" prácticamente desaparece del vocabulario sociológico, donde es reemplazado por "cambio social", que registra dos concepciones. La más amplia, propia de la antropología social y cultural reproduce la anterior concepción del desarrollo pero en una perspectiva que, desprovista de las anteriores connotaciones evolucionistas, pretende distinguir diferentes sistemas de organización social (o formaciones socioeconómicas). Una segunda concepción del cambio social, más focalizada, estudia los cambios en determinados espacios o sectores de una sociedad, por ejemplo la agricultura.

Sin embargo, el abandono del constructo teórico "desarrollo" dentro del campo de la sociología no implica que haya desaparecido también del panorama teórico de otras disciplinas básicas y/o aplicadas. Por el contrario, el concepto resurge con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, bajo la relativa hegemonía económica y política de los Estados Unidos de América (EUA) y en el contexto de la denominada Guerra Fría, en la economía y en el campo de la acción o política social, un área de conocimiento social aplicado. El Plan Marshall destinado a Europa occidental, la Alianza para el Progreso para América Latina y el Punto Cuatro configuran ejemplos de las planificaciones para el desarrollo elaboradas en el marco de la lucha entre estadounidenses y soviéticos por la hegemonía global.

Los economistas occidentales de las décadas del 40 y 50, preocupados fundamentalmente por las marcadas diferencias entre las naciones "desarrolladas" y "subdesarrolladas" que existían (y existen!) en el contexto político-ideológico polarizado emergente de la posguerra, concebían el desarrollo como el incremento en el valor de ciertos grupos de índices (o indicadores), por ejemplo el Producto Bruto Interno (PBI) y el Producto Bruto per Capita (PBC). De esta manera, el sentido o significado del término "desarrollo" resultaba aproximadamente equivalente a conceptos tales como "desarrollo económico", "crecimiento económico", "modernización", "industrialización", etc. (Arndt, 1992)

Según Arndt (1983) el principal supuesto que sustentaba esta concepción económica del desarrollo sostenía --como ya lo habían hecho Smith, Ricardo y Marx en sus modelos clásicos-- que el crecimiento económico no era necesariamente un proceso equitativo y/o redistributivo. El carácter contradictorio o paradójico del desarrollo o crecimiento económico se ha observado en la Argentina durante la última década del siglo XX, un contexto de liberalización económica, democratización política y fragmentación cultural. Uno de los últimos informes de la CEPAL indicó que el significativo aumento del 37 % en el PBI per capita entre 1990 y 1997 fue acompañado por una magra disminución del 3 % en la proporción de hogares pobres de dicho país. (Clarín Económico, 9/5/99, pág. 40)

Sin embargo, la ideología del desarrollo que se derivó de esta concepción --expresada en la obra de Rostow (1970) sobre las etapas del crecimiento económico y prevaleciente durante las últimas décadas en América Latina-- afirma que el crecimiento y la eficiencia económicos aseguran, independientemente de la lucha social y política que define la dimensión redistributiva de la economía y la sociedad, un flujo hacia abajo de la riqueza ("derrame" o "escurrimiento") desde los sectores y clases sociales más ricos hacia los más pobres y una difusión horizontal del nivel de desarrollo de las regiones metropolitanas desarrolladas hacia los espacios periféricos subdesarrollados, por ejemplo desde el sector urbano al rural.

La segunda interpretación, como se dijo, atribuida al desarrollo en este período, más focalizada pero de ninguna manera desvinculada de la anterior y de sus aportes y problemas conceptuales, se refiere a los planes, programas, políticas y proyectos de acción e intervención social en distintas áreas (salud, educación, vivienda, agricultura, etc.). Constituye un área de actividad político-social destinada a prevenir, controlar y/o resolver problemas sociales del más diverso tipo --por ejemplo las carencias en la alimentación de niños de hogares pobres o el consumo de drogas no legalizadas-- más que un sector de generación de conocimiento teórico-conceptual sustantivo. No obstante, varias de las experiencias de este campo de prácticas han sido y son sistematizadas y con ello surgieron numerosas conceptualizaciones del desarrollo, algunas de las cuales --expresadas habitualmente mediante la yuxtaposición de adjetivos-- se mencionaron en el final de la sección anterior.

Un nuevo período en la historia de las concepciones del desarrollo corresponde a la denominada "Década del Desarrollo", designación atribuida por la Organización de la Naciones Unidas (ONU) al período 1962-1972. Surgieron en esa explosiva época de la historia reciente numerosas perspectivas del desarrollo, muchas de las cuales constituyen teorías específicas destinadas a presentar un enfoque global de la cuestión. En la próxima sección se exponen algunas de las teorías elaboradas en este período que quizá haya sido el más rico, o al menos el más activo, en cuanto a conceptualización del problema del desarrollo. La llamada teoría de la dependencia, una perspectiva crítica del desarrollo (o el subdesarrollo) de los países de América Latina elaborada por un conjunto de intelectuales del subcontinente y de Europa, es un ejemplo de la excitante y excitada situación de las reflexiones sobre el desarrollo de dicho período.

En cambio, las dos últimas décadas del siglo XX presentan un panorama crítico en la conceptualización del desarrollo. El reconocimiento de los límites del desarrollo, por ejemplo en términos de las crisis cíclicas del capitalismo o de deterioro del medio ambiente, la debacle de las experiencias de economía planificada, el peso de la deuda externa e interna en los países subdesarrollados, la persistente desocupación, el relativo desmantelamiento de los estados de bienestar consolidados como en Europa Occidental o incipientes como en Argentina, entre otros aspectos, han configurado un marco de cierta disolución o estallido de los significativos debates sobre el desarrollo de las décadas previas.

Una perspectiva relativamente innovadora resaltaría en las conceptualizaciones más recientes del desarrollo: la sustentabilidad. Todos, o casi todos, los que participan en la teorización y la práctica actual del desarrollo la utilizan: los organismos financieros internacionales, gobiernos, agencias del estado, organizaciones no gubernamentales, economistas, politólogos, dirigentes políticos, etc. En modo alguno esto implica que haya unanimidad sobre el sentido asignado a la nueva categoría: la sustentabilidad suscita tantas imágenes y propuestas de la dinámica social como usuarios se reconocen y quizá constituye uno de los más dinámicos campos de lucha intelectual, política y social de la transición entre los siglos XX y XXI.

 

4. Modelos del desarrollo

4.1. Enfoques psicosociales y estructurales

Desde hace al menos cuatro décadas se conocen varias teorías y/o modelos --conjuntos de proposiciones y representaciones elaboradas para analizar, comprender y explicar un determinado fenómeno-- que conciben al desarrollo desde diferentes perspectivas. Así, por ejemplo, se proponen teorías del desarrollo cognitivo, psíquico, político, cultural, socioeconómico, etc. Aquí interesa abordar exclusivamente este último tipo de modelos, o sea, aquellos que estudian la relación entre diferentes cambios sociales y, particularmente, entre los cambios económicos y sus correlatos políticos, culturales y sociales.

Havens (1972) identifica cinco enfoques para el estudio del desarrollo: conductista, psicodinámico, difusionista, estructural no marxista y estructural marxista. Dado que los dos primeros aluden especialmente a la naturaleza psíquica, se concentrará la presentación en los tres restantes.

El enfoque difusionista o de la modernización, propio de las ciencias sociales norteamericanas y poseedor de un dispositivo metodológico vasto, complejo y estandarizado, reconoce sus fundamentos en una concepción del desarrollo vigente desde la postguerra. Puede ser sintetizado, siguiendo a Havens (1972), en el siguiente conjunto de proposiciones:

- El problema central del desarrollo consiste en incrementar la productividad y la eficiencia económicas.

- El desarrollo se obtiene a través de la difusión de ciertos patrones culturales y beneficios materiales desde las áreas (internacionales y nacionales) desarrolladas (o modernas) hacia las subdesarrolladas (o tradicionales).

- El sector tradicional (o conservador) actúa como freno del sector moderno y, de este modo, limita el desarrollo sectorial y global.

- Las principales características del sector tradicional que impiden el desarrollo global son la carencia de capital, las actitudes tradicionales y los bajos niveles de educación.

- Para asegurar una rápida aceptación de las tecnologías modernas se debe incrementar el conocimiento de su efectividad y aumentar la conducta de riesgo por parte de sus potenciales usuarios.

 

Las distintas formulaciones de este enfoque, por ejemplo la economicista de Rostow (1970) y la comunicacional de Rogers (1962) --cuyos fundamentos sociológicos quizás deben ser rastreados en la sociología durkhemiana-- han sido objeto de numerosas críticas. Aquí se trata de presentar sintéticamente algunas de ellas, con la intención de desmitificar algunas de las contradicciones subyacentes en, como se dijo, la ideología del desarrollo que originó (crecimiento económico constante, equidad distributiva, eficiencia, interdependencia nacional e internacional, democratización del conocimiento), quizás aún prevaleciente en una América Latina de finales del siglo XX bajo la hegemonía del neoliberalismo.

En primer lugar, ya destacamos que el crecimiento económico --que en los ‘80, la llamada "década perdida" del desarrollo latinoamericano, en modo alguno resultó constante-- no se traduce automáticamente en una mejora del nivel de vida de los sectores de bajos ingresos. Por el contrario, de no mediar procesos y decisiones de naturaleza redistributiva --derivados de las luchas y presiones políticas-- el desarrollo resulta, como advirtieron algunos autores clásicos del pensamiento social y económico, inequitativo y no redistributivo. Esta probablemente sea una de las conclusiones más atinadas que se extraen de la moderna experiencia latinoamericana del desarrollo.

Asimismo, si se adopta una perspectiva relacional, o sea, no dualista, para analizar las relaciones entre naciones, regiones o sectores desarrollados y subdesarrollados, se puede observar que, en un sentido opuesto a lo que sostienen los teóricos del difusionismo, son los núcleos desarrollados quienes generalmente impiden el desarrollo de los segmentos retrasados. Así, por ejemplo, distintos intelectuales relacionados con la "teoría de la dependencia" --Cardoso, Faletto, Marini, Frank, Sunkel, Galtung-- han identificado las áreas (economía, política, cultura, comunicación, fuerzas armadas) y las modalidades (colonialismo, intercambio económico desigual, succión de excedentes económicos, exportación de problemas y conflictos domésticos) de las relaciones verticales y asimétricas (poder/dominación) existentes entre las naciones centrales o metrópolis y las periféricas o satélites.

Finalmente, el supuesto comunicacional acerca de que la adquisición de conocimientos, información, tecnología y un patrón psicológico-cultural orientado hacia el riesgo (¿capitalista?) constituye la base del proceso de modernización puede conducir a subestimar o ignorar la importancia de los factores estructurales, o sea, económico-políticos. En el caso particular del desarrollo agrícola, señala Galjart (1971:38), la desigual distribución de tierra, riqueza y poder registrada frecuentemente en los países subdesarrollados "desautoriza a los sociólogos a pensar en términos de "agricultores". Actuar bajo la suposición de que todos los productores agrícolas son iguales ayuda a algunos y abandona a otros a su suerte . . . Es el momento de comenzar a pensar en categorías de productores con intereses diferentes".

En resumen, el enfoque difusionista del desarrollo adopta una perspectiva psico-social --centrada en la conducta individual y la adopción de soluciones técnicas para el problema de aumentar la tasa de crecimiento económico-- y no estructural, que soslaya los conflictos y luchas políticas involucrados en los procesos de desarrollo y cambio social.

Por su parte, los modelos estructurales del desarrollo, aunque diferentes en muchos aspectos, poseen una serie de rasgos comunes que los distinguen nítidamente, a su vez, del enfoque difusionista. En particular sustentan su análisis macrosocial en una perspectiva conflictivista de la sociedad. Es decir, analizan la dinámica del desarrollo capitalista a la luz de las crisis y los conflictos, fundamentalmente económico-políticos, que la caracterizan.

Basándose nuevamente en Havens (1972) se puede ahora sintetizar algunas características de dos alternativas del enfoque estructural del desarrollo y, luego, discriminar algunas de sus diferencias más significativas.

El modelo estructural no-marxista (o estructuralista), que reconoce su origen en el pensamiento sociológico de Max Weber y W. Pareto y frecuentemente forma parte de las propuestas de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), sostiene que:

- Todos los sistemas de organización social están cambiando continuamente, al menos que una fuerza intervenga para detener ese cambio.

- Es imposible prevenir el desarrollo histórico-social pues el cambio y el conflicto son ubicuos.

- No se necesitan movimientos revolucionarios para alcanzar el desarrollo porque el conflicto social es una fuerza inherentemente creativa.

- Los partidos políticos representan intereses de clases sociales en la búsqueda de nuevas y mejores soluciones de equilibrio dinámico.

- La formación de clases sociales no está relacionada con el modo de producción.

- La magnitud del cambio social depende de la intensidad y violencia del conflicto entre las clases sociales.

 

Por otra parte, el enfoque estructural-marxista (o marxista) del desarrollo, que reconoce en Karl Marx a su fuente originaria y encuentra en T. Dos Santos (1987) a uno de sus más destacados representantes contemporáneos de América Latina, asume los siguientes supuestos:

- El modo de producción económica subyace a la actividad productiva y la estructura de clases de una sociedad.

- La formación de clases sociales depende de la relación de los individuos y grupos con los medios de producción.

- Si la tendencia hacia una estructura polarizada de dos clases (capitalistas/proletarios) aparece a nivel de las relaciones sociales, acontecerá un cambio en el modo de producción.

- El cambio social producido se vinculará con las relaciones histórico-sociales surgidas en el desarrollo del modo de producción.

 

Esta presentación esquemática de ambos enfoques estructurales del desarrollo parece eximir, en el contexto del presente trabajo, de un análisis más detallado de las similitudes y diferencias relativas al principal núcleo del conflicto social, las posibilidades y modos de resolverlo, el papel de los partidos políticos en la sociedad, etc.

 

4.2. El subdesarrollo y la escuela latinoamericana del desarrollo

Las teorizaciones sobre el desarrollo y el subdesarrollo elaboradas en América Latina pueden dividirse entre estructuralistas (reformistas) y dependentistas (revolucionarios). A estas dos corrientes, cuyos orígenes pueden encontrarse en el debate entre Haya de la Torre y Mariátegui en el Perú de finales de los ’20 y comienzos de los ’30, las une una discusión de las teorías neoclásica y de la modernización y la definición del subdesarrollo como resultado de un proceso mundial de acumulación capitalista que continuamente reproduce ambos polos del sistema mundial.

Kay (1990) ha identificado las siguientes contribuciones claves de la escuela latinoamericana del desarrollo:

1) la discusión sobre la reforma o la revolución como el camino más adecuado para superar el subdesarrollo latinoamericano

2) El paradigma centro-periferia del estructuralismo: su originalidad radica en proponer que el desarrollo y el subdesarrollo son parte de un mismo fenómeno y que las disparidades entre centro y periferia son reproducidas a través del comercio internacional. Dentro de esta perspectiva la escuela cepalista propone firmemente una estrategia de sustitución de importaciones para alcanzar el denominado proceso de desarrollo "orientado hacia dentro". Otros aspectos significativos de la escuela estructuralista son el deterioro de los términos de intercambio, la industrialización sustitutiva de importaciones, la identificación de "estilos de desarrollo" nacionales (Pinto, 1976) y la controversia estructuralista-monetarista sobre la inflación. La escuela estructuralista, cuyo núcleo de pensamiento es el paradigma centro-periferia, desempeño un papel predominante en la conformación de la corriente ideológica conocida como desarrollismo, difundida en América Latina desde finales de la segunda guerra mundial. Esta ideología, que alcanzó una poderosa fuerza política, es anti-feudal, anti-oligárquica, reformista y tecnocrática.

3) El análisis del llamado colonialismo interno, o de cómo se vinculan las relaciones de clases y los problemas étnicos en varias de las sociedades latinoamericanas con significativa presencia de pueblos indígenas, es otra de las contribuciones importantes de la escuela latinoamericana del desarrollo. Desde esta perspectiva se ha alertado que muchos de los factores del colonialismo de antaño entre países persisten también ahora dentro de dichos países. Según Kay (1990), la mayor contribución de la teoría del colonialismo interno es la exploración de los vínculos entre clases sociales y etnicidad, una dimensión soslayada por el análisis del marxismo ortodoxo.

4) El estudio de la marginalidad, la pobreza y la informalidad económica es otro de los aportes de la escuela latinoamericana del desarrollo. Al respecto pueden identificarse, nuevamente, dos perspectivas: la dualista o integracionista (ubicada dentro del paradigma de la modernización) que ve a la marginalidad como la falta de integración a la sociedad por parte de ciertos grupos sociales, y la del conflicto de clases (relacionada con el paradigma marxista) que concibe a la marginalidad como originada en la naturaleza de la integración de cada país en el sistema capitalista mundial. El mérito de la escuela marginalista es haber dirigido la atención hacia la situación de una vasta y heterogénea masa de habitantes y trabajadores del Tercer Mundo y estimulado la investigación detallada sobre cómo viven los pobres y enfrentan su pobreza.

5) En el análisis de la dependencia, otra de las contribuciones de la escuela latinoamericana del desarrollo, también se registran variantes estructuralistas y marxistas. Dentro del enfoque reformista de la dependencia se resaltan diferentes aspectos: desintegración nacional, patrones de consumo dependientes y desarrollo dependiente-asociado. La interacción entre elementos internos y externos de las sociedades latinoamericanas conforma el núcleo de la caracterización de la dependencia propuesta por Cardoso y Faleto (1994). Para los intelectuales neomarxistas de la dependencia el problema teórico clave es la explicación de las diferencias entre el desarrollo del capitalismo en los países dependientes y las naciones desarrolladas. R. Marini, que ha elaborado uno de los más sistemáticos planteos teóricos, sostiene que la dependencia involucra la sobre o superexplotación del trabajo en las naciones subordinadas o periféricas. Otros autores han identificado otras formas de la dependencia tales como la comercial, la industrial, la tecnológica y la financiera.

 

 

4.3. Planificación del desarrollo agrario y comunicación rural en América Latina

En la tabla adjunta se han sistematizado algunos aspectos de los programas de desarrollo --que incluyen referencias a las formas de la comunicación predominantes en cada tipo de iniciativa-- diseñados y ejecutados en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX.

 

 

5. Ceres y Hermes cultivan juntos: un esquema de referencia del desarrollo rural y la comunicación

De las conclusiones alcanzadas en las tres secciones precedentes se puede derivar un esquema de referencia para el análisis del desarrollo rural y de la comunicación en ese contexto. Se coincide aquí con Hobbs (1980) en que la ideología prevaleciente del desarrollo, y en particular del desarrollo rural, puede ser contestada y refutada mediante sistemáticos esfuerzos intelectuales de base teórica, empírica y práctica. En este sentido, se concibe que un marco analítico del desarrollo rural y la comunicación debería:

1) Asumir que el desarrollo --como concepto, idea, proceso, teoría, práctica planificada con objetivos políticos, ideología, valor y relato-- significa un complejo registro del pasado que se redefine desde el presente para imaginar y proyectar un futuro deseado y deseable. Y esto entraña, como indica Castro (1980), siempre el riesgo de incurrir en falacias y meras utopías.

2) Reconocer que el concepto "desarrollo" tiene una naturaleza relacional, comparativa y valorativa.

3). Estudiar el proceso mediante el cual las metas y objetivos del desarrollo, siempre orientadas políticamente, son definidas, buscadas y, eventualmente, alcanzadas.

4) Ubicarse en una dimensión estructural, es decir, de los conflictos, tensiones y luchas económicas, políticas y sociales, tanto a nivel nacional, vinculándolos con otros sectores y regiones, cuanto internacional, analizando las correspondientes relaciones de poder.

5). Prestar atención a la emergencia de contradicciones referidas tanto a las relaciones sociales ("del hombre con otros hombres y consigo mismo") cuanto con el medio ambiente y la tecnología ("del hombre con las cosas").

6). Interesarse en el análisis de las consecuencias económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales de cada transformación socioeconómica desarrollada en el medio rural.

7) Considerar que, dada la heterogeneidad de los actores y unidades agroproductivos, los productos y las regiones del campo, las políticas de desarrollo rural deben ser integrales, focalizadas --es decir dirigidas a enclaves específicos de productores agrarios que no pueden acceder a las políticas globales y sectoriales-- activas y multiplicadoras.

8) Procurar una continua evaluación comparativa y participativa del diseño, proceso y resultados de los programas de desarrollo rural en curso y de los múltiples aspectos de las estrategias de comunicación desarrolladas en dichas políticas

9). Reconocer que la comunicación como experiencia humana y social mediada, relativa al mundo de lo simbólico y de las relaciones significativas socialmente situadas, mediadora, presente en toda actividad del complejo de campos del campo (lo agropecuario, lo agrario, lo agroindustrial, lo rural, etc.) y, en oportunidades cada vez más numerosas, mediática, a cargo de instituciones complejas y heterogéneas en cuanto a su organización, rutinas de trabajo, dispositivos tecnológicos utilizados y audiencias de referencia, resultará siempre un componente clave de las estrategias del desarrollo rural.

 

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Tabla 1. Programas de desarrollo rural y comunicación en América Latina

 

PROGRAMAS

/

ASPECTOS

DESARROLLO

DE LA COMUNIDAD

 

REFORMAS AGRARIAS

DESARROLLO

RURAL INTEGRADO

 

LINEAS DE POLITICAS

PERIODO DE EJECUCION

 

1956-1965

 

1961-1979

 

Desde 1970

Desde 1930

(en Argentina)

 

 

ASPECTOS PRINCIPALES

Las actividades debían satisfacer necesidades fundamentales expresadas por la población; interesan los cambios materiales pero también de actitudes; lograr una mayor participación de distintos grupos; formar dirigentes locales; estimular el crecimiento del capital público y privado de la comunidad; e impulsar el desarrollo de la producción agrícola con mejores insumos, comercialización y mayores superficies de tierra.

Procuraban una reforma estructural del régimen de tenencia de la tierra que cambiase una estructura social (terrateniente/campesino) responsable de la baja producción y la desigual distribución del ingreso, elementos claves del subdesarrollo interno latinoamericano. La redistribución de la propiedad del suelo debía ser acompañada de medidas complementarias.

Presencia relevante de la banca internacional de desarrollo en el financiamiento, propuestas metodológicas y evaluaciones generales; concentración de recursos en los productores de bajos ingresos para elevar su productividad y condiciones de vida; trabajo sobre componentes agropecuarios y de infraestructura (caminos, servicios de salud, capacitación y abastecimiento de agua)

Créditos (con subsidios deliberados o no deliberados); estrategias tecnológicas (creación de organismos de generación/transferencia tecnológica); comercialización (productos, insumos y alimentos), actividades rurales no agropecuarias (tejidos, ropa, artesanías, muebles, turismo rural) y políticas de tierra.

 

 

PROBLEMAS DE DISEÑO Y GESTION

Baja legitimación política y social de programas generados en el exterior; escaso interés en obtener respuestas productivas rápidas y relevantes; conflictos por diferentes intereses dentro de la comunidad, reducidos montos de recursos y falta de evaluación de impacto social.

Falta de precisión sobre la estructura agraria resultante de la reforma y acerca de la relación entre ésta y la productividad agrícola; modelos antagónicos de relación entre cambios sociales y paquetes tecnológicos; sistema de crédito inadecuado para productores pequeños.

Divergencias sobre los beneficiarios de los proyectos; tensa relación entre el énfasis productivista y la distribución de la tierra; confusa noción de integralidad aplicada en los proyectos; gran importancia atribuida a la elaboración del documento del proyecto.

Altas tasas de inflación dificultan el recupero de los recursos; falta de tecnología adaptada a pequeñas explotaciones agropecuarias; apropiación de excedentes por parte de otros actores de los complejos agrarios

 

FORMAS DE COMUNICA- CIÓN

Predominio de la programación de la comunicación interpersonal comunidad/dirigentes/técnicos

Búsqueda y desarrollo de formas "alternativas" de comunicación

Relación asimétrica entre funcionarios y consultores bancarios, funcionarios locales y beneficiarios

Diversas, con tendencia a estrategias que consideran la visión de los múltiples actores agrarios

Fuente: Elaboración del autor en base a Barsky (1989,1990), Borrás (1989), Cantú (1997), Carniglia (1997, 1998), Cimadevilla (1997), Cimadevilla y Carniglia (1999), Ferrara (1971), Holden (1972, Jaworski (1979), Lowdermilk y Laitos (1981), Massoni (1992) y Wolfe (1984)