III ENDICOM/EMPECOM RIO IV 1999
IDENTIDADES POLÍTICAS
MODOS DE VER LA POLÍTICA EN LA SOCIEDAD GLOBAL
Beatriz Alem
A fines del mes de julio de 1999, la pantalla televisiva hacía visible un conflicto local. En la ciudad de Mar del Plata un grupo de personas desocupadas había ocupado la catedral metropolitana, la intención según los manifestantes no era otra que la de sensibilizar a la población en general, y a la clase política, con la finalidad de buscar algún tipo de solución a la situación que se estaba viviendo. Pero lo que la televisión mostraba no era otra situación que la presencia de dos grupos enfrentados: los ciudadanos miembros de la iglesia católica manifestando su disconformidad con el grupo ocupante, y pidiendo que los desalojaran, por un lado; y por otro, el grupo de desocupados enfrentados a la policía provincial que en ese momento los expulsaba.
Dos grupos que se manifestaban como antagónicos frente a una situación local, - el problema refería a la ocupación de una institución en una determinada ciudad- pero el motivo que originó la acción de parte de los ocupantes reflejaba una situación que es vivenciada en el ámbito nacional: el alto grado de desesperanza que genera la desocupación. Grupos sociales que se enfrentan en función de intereses que no se inscriben en el tradicional esquema del sistema productivo capitalista; signan en estos momentos parte de la escenificación de ciertos hechos políticos.
Asistimos a épocas de incertidumbres, crisis del sujeto, dirán las teorías contemporáneas, y en este movimiento presenciamos el desvanecimiento de las utopías de la unidad, o de la armonía universal. El lugar donde mayormente se percibe el cambio, quizás sea en el de "las mediaciones comunicativas del poder democrático", plantea Brünner. Es desde este espacio que presentaremos la escenificación de la política como nuevo escenario de estetización, de representación de los conflictos políticos, entendiendo a éstos, desde la confrontación de grupos locales cuyas identidades se constituyen a partir de ciertas circunstancias particulares, que mantienen cierta unidad mientras perdura el conflicto, pero que su permanencia como tal es efímera.
Desde esta perspectiva, partimos de una de las características que define a la cultura global: el modo en que se reorganizan las dimensiones de tiempo-espacio. La relación en la cual ocurrían los acontecimientos se ve erosionada en la actualidad por una nueva instancia: la instantaneidad, o la velocidad, en términos de Virilio . Estas transformaciones llevan a la reorganización tanto de hábitos sociales como a la relación de nuestra imagen con el mundo. Asistimos a un tiempo intensivo en detrimento de un tiempo extensivo.
El espacio de lo público, como lugar de deliberación, estudiado por autores como Sennett, y Habermas, -aún cuando los diagnósticos y las épocas que los mismos estudian difieren en cuanto a la pérdida del sentido de lo público-, es indudable que la presencia de las nuevas tecnologías contribuyó a erosionar la relación tiempo-espacio. McLuhan advertía la alteración que produjo la electricidad: fue, justamente la de poner fin a la secuencia que caracterizó el proceso de mecanización, haciendo que las cosas fuesen instantáneas, y de este modo la ecuación acción-reacción de parte de las personas era simultánea, concluía el autor.
Si las categorías de tiempo-espacio se han vuelto relativas, lo que ocurre es el desplazamiento de la materia a la luz y de esta a la velocidad. Lo que oímos lo que concebimos de la realidad es a partir de la velocidad, si antes ésta fue un medio de viajar, hoy sirve para informarnos. Es la velocidad la que se impone al tiempo. Se cambia entonces el eje de la pregunta, no es a qué distancia de espacio-tiempo se encuentra la realidad observada sino a qué velocidad se encuentra el objeto percibido. El tiempo presente dada estas características se transforma en un tiempo fugaz. El cambio en la imagen pública ya no explora la extensión, el discurso explicativo, sino el detalle intensivo. El tiempo de la representación visual, es un ámbito de privilegio que pone con relación al sujeto con el mundo, un mundo que invade en este fin de siglo casi todos los espacios de nuestra experiencia.
Primera cuestión, la esfera de lo público como el espacio deliberativo cambió de escenario y con ello la discusión racional se transforma en una presentación de consignas, para ganarle al tiempo que la televisión le quita al espacio del debate. El viejo espacio deliberativo corresponde al tiempo de la televisión.
Si lo que ocurre en épocas actuales es la re-definición de las categorías de tiempo-espacio, es también la idea de pensar a la sociedad en términos de totalidad, de unidad, lo que también cambia el eje de la discusión teórica.
Ciertas categorías marcan, entonces el cambio de interpretación de la sociedad. Si frente a la idea de pérdida de la historia como unidad, dominada por una visión naturalista y lineal del curso del mundo; de lo nuevo como constante superación, presenciamos la multiplicidad de visiones del mundo, "imágenes", que en términos de Vattimo, es la posibilidad de dar "sentido de la realidad". Sin en oposición al ideal de emancipación moderna, asistimos a un extrañamiento, como modo de diferenciación, de aparición de racionalidades locales, (minorías étnicas, sexuales, religiosas, estéticas) –posibilitada por la sociedad de comunicación- que a diferencia de una sociedad más transparente, es este caos el que permitirá, llegar a la emancipación. El camino, es posible ya que la visibilidad de culturas plurales, permite entender a la historia como contingente.
Las características que señalan algunos autores con relación a la explosión de culturas, y/o exaltación de las diferencias, permiten algún punto de conexión con los términos en que algunos autores han caracterizado a la "cultura global". Específicamente a los términos en que Robertson define el concepto de globalización, en el cual lo global y lo local no se excluyen mutuamente sino que lo local debe entenderse como un aspecto de lo global. Y poniendo el acento no sólo en la visión de interdependencia que caracteriza a las empresas transnacionales, sino fundamentalmente a la percepción consciente del mundo como lugar singular.
Para Beck , la globalización, llevó a una intensificación de interdependencias recíprocas, que van más allá de las fronteras nacionales. Y que nos permite entender que la cultura global, no puede interpretarse de modo estático, sino en términos de un proceso contingente, es decir no sólo en lo relativo al plano determinista de la lógica del capital, sino en el plano contradictorio que significa la construcción de las culturas "globales". Pueden convivir así, culturas que se enmarcan dentro de cierto particularismo, en función de su reivindicación local, pero que también están en función de sus reivindicaciones universales. Por un lado ocurren símbolos, instituciones que van desde las marcas de empresas, a organismos internacionales, como así también de identidades culturales particulares. Son manifestaciones culturales que se expresan en sus contextos específicos pero de manera diferente. Frente a la idea de la sociedad mundial, particularmente basada en la idea de un destino común, de un mundo sin fronteras, es posible reflexionar en términos de Beck a partir del mundo diverso y conflictivo que ofrece la globalización.
En relación, al tema de globalización y localización, Friedman J, también especifica que la construcción de identidades es un proceso de interacción con el otro. Y en esta interacción, las identidades se construyen con relación al mercado, o más precisamente en torno al consumo. Friedman dirá que consumir en los términos del sistema mundial es siempre un consumo de identidades canalizadas por una negociación entre una autodefinición y el conjunto de posibilidades ofrecidas por el mercado capitalista. En este sentido todo lo que consumimos es una parte significante de la diferenciación social de grupos e individuos, pero el grado de auto-definición simbólica no es correlativo con la auto-producción para obtener un lugar en el mercado.
Se diluye el ideal de identidad nacional que caracterizaba a las sociedades industriales, y con ello, los conflictos inter-grupos adquieren modalidades de enfrentamiento que escapan al modelo dualista, tradicional, del sistema productivo capitalista que definió a aquellas sociedades.
En este sentido autores como: Laclau y Mouffe, especifican la emergencia de movimientos sociales cuya característica principal es la de resistencia a la homogeneidad y valorización de las diferencias. Estos movimientos surgen a partir de una serie de circunstancia que se enmarcan en las sociedades avanzadas, y en primer término tienen que ver con la expansión de la vida mercantil a todos los ámbitos de la sociedad, por lo cual, tanto en el espacio de la vida individual como colectiva es imposible que escapen al ámbito de las relaciones capitalistas. En este sentido, las luchas por el consumo, el espacio para habitar, el uso de los diferentes servicios, pueden constituirse en terreno de lucha contra las desigualdades y el reconocimiento de reivindicaciones sociales. La pérdida de la idea de sujeto como esencia de las luchas antagónicas, está en relación a la idea que los autores plantean en función de entender a los sujetos no en un plano de totalidad, sino que es el desplazamiento de las distintas posiciones de éste, el que dará lugar al antagonismo. Recordemos que el modo en que los sujetos se constituyen está en función de las relaciones sobredeterminadas que caracterizan las relaciones sociales.
Conformación de las identidades a partir de conflictos específicos, los cuales pueden establecerse en función de una problemática local, nacional, o reivindicar derechos universales inscriptos como derechos humanos, derechos a la libertad de trabajo, etc. Frente a la crisis del "sujeto", que estaba contenido en el orden democrático, definido a partir de las categorías de "pueblo", "nación" o la idea de "unidad nacional", aparece nuevamente la revalorización del concepto de individuo encarnado en sectores de la "sociedad civil". Y si bien es saludable la toma de conciencia ciudadana, en ocasiones puede ser un obstáculo para el desarrollo de democratización de la sociedad, fundamentalmente cuando el "elogio" del ciudadano, conduce en realidad en una apología del libre mercado. En momentos en que el Estado dejó de ser el sujeto privilegiado de representación y coordinación social, los conflictos que mantienen los diversos grupos se resuelven en función del lugar de negatividad o positividad en que se inscriben los mismos. La saludable explosión de las diferencias, la pérdida del ideal de historia única, no significa en modo alguno que estas diferencias sean reconocidas en el espacio de lo público como tal.
La manifestación del conflicto sirvió para poner en juego la imposibilidad de tolerancia frente a las diferencias. La constitución de los grupos que se manifestaron en la ciudad de Mar del Plata, se estableció desde un sector de no-pertencer -los desocupados, que están fuera del sistema productivo- y por otro desde el lugar de pertenencia de un lugar, un grupo identificados como católicos. De la exclusión a la presencia, la partida fue ganada desde el lugar de privilegio que significó definirse desde una fuerte identidad, en este caso religioso. El tiempo en el cual se desarrollo el conflicto, fue el de la velocidad de los acontecimientos, la presentación del antagonismo no tuvo posibilidades de entrar en un debate deliberativo, se consumió en la producción fugaz de la noticia.
Si bien el desarrollo de determinadas organizaciones sociales, permite abrir canales de comunicación ciudadana, a partir del debate de nuevas experiencias en la agenda pública y la incorporación de nuevos intereses, es la sociedad de mercado la que se encarga de poner límites a la expansión masiva de la acción colectiva. En una sociedad que se pretende democrática el respeto a las diferencias, es fundamental, pero este respeto debe ser también un llamado de atención a la cultura política y cívica como criterio fundamental para establecer la calidad de democracia que deseamos.