Lo personal y lo político en la era de los talk shows

 Lic. Claudia Laudano

Prof. Adjunta - Facultad de Periodismo y Comunicación Social

Universidad Nacional de La Plata - Argentina

 Desde 1997 la suelta de intimidades y las confesiones en la pantalla inundaron como nunca antes lo habían logrado los horarios de la temprana tarde en Argentina, desplazando de manera efectiva de la grilla televisiva dos productos con audiencias altamente feminizadas: los tradicionales programas femeninos tanto como las consolidadas telenovelas. Si aceptamos que la vergüenza y el pudor pretendidamente rigieron las vidas del siglo XIX, a escasos años del nuevo milenio retozan gozosos como arcaísmos de la intimidad que, entre gritos y susurros, abre la alcoba a la charla televisiva y se despliega impúdica frente a la deseosa mirada ajena.

En un texto clásico, Eco proponía englobar con la denominación Neo TV los distintos cambios operados en el modo de funcionamiento de la televisión italiana (en oposición a la Paleo TV ): centrada de manera prioritaria en hablar de sí misma y del contacto con su público -dejando de lado la supuesta instancia de hablar de las cosas y el mundo-, la Neo TV se muestra como proceso de invención televisiva que es posible verificar. Se maximizan una serie de recursos que nos hablan de la realidad de una producción en vivo y en directo: mostrar micrófonos, cámaras y luces; realizar y atender llamados telefónicos; pedir aplausos al público y ayuda al equipo de producción, de modo tal que se desplaza la veracidad del enunciado hacia la veracidad de la enunciación y cuyo eje axial descansa en la construcción de los contratos enunciativos que fundan la creencia y los complejos vínculos intersubjetivos establecidos entre enunciadores/as televisivos y destinatarios/as telespectadores.

En estos procesos de interactividad el telespectador es consultado de variadas maneras así como interpelado, incitado a intervenir y dar su opinión. De "simple espectador/a" pasan a conformarse tres grandes figuras repartidas y combinadas a lo largo de toda la programación: la de interrogador/a y demandante, la de participante y la de evaluador/a. Queda sustituida la relación "jerárquica" y distante que imponía la paleotelevisión por una relación de proximidad: el contacto inmediato presentador-telespectador, la vida cotidiana como marco privilegiado y referente dominante, y la conversación trivial como modelo discursivo-genérico preferente, a punto tal que "la neotelevisión se muestra como la prolongación de las charlas de la vida cotidiana", a la vez que se convierte en un "espacio integrado al espacio cotidiano", un "lugar de vida".

A los cuatro rasgos armoniosamente conjugados que señala Beatriz Sarlo: el registro directo, la presentación de un drama de la vida cotidiana en todo su esplendor, la creencia de los/las protagonistas en factores tales como la accesibilidad y la seguridad de la institución televisiva frente a otras (desprestigiadas o inaccesibles, como podrían ser los partidos políticos o bien, la justicia) y el fuerte imaginario igualitarista; le añado la plena convicción del acto consagratorio que significa aparecer en pantalla en el sentido de ser alcanzado/a por el "aura televisiva", sin importar cuán fugaz ni transformadora resulta la experiencia.

Entenderemos por talk show, dentro del conjunto de las emisiones englobadas como reality shows, una conversación/discusión en torno a un problema común de la vida cotidiana con abordaje espectacularizado e intervención protagónica de testimoniantes y voces especializadas al respecto, cuya topografía básica gira alrededor de cuatro testimoniantes en el centro de la escena -a veces enfrentados/as en sus posiciones, aspecto que se materializa a su vez en la disposición de paneles y/o asientos-, un/a representante del saber, una coordinadora y el público en las gradas (a modo de foro) destinado a profundizar, indagar, increpar a quienes dan testimonio o bien, en calidad de simple relleno. La mayoría de las veces no hay personalidades o figuras reconocidas del mundo del espectáculo, artístico, periodístico para testimoniar ni refutar las exposiciones.

Se cuenta asimismo con una conductora exclusiva en tanto figura-soporte del ciclo que ostenta el papel de "dadora de palabra", autorizada para subrayar aspectos, emitir juicios, interrumpir o prolongar en la búsqueda de detalles grandilocuentes las distintas intervenciones, tanto como para introducir los llamados telefónicos en vivo o diferidos y cerrar el programa, a veces con conclusiones a su cargo. En reiteradas ocasiones se erige en "portavoz del público" (¿en tanto representante de los "sin representación"?) y toma decisiones en nombre de éste ("la gente quiere saber", "hablá claro, porque el público no entiende..."); mientras que en situaciones especiales, puede llegar a hablar de sí misma, a contar su "experiencia" como si fuese una más, pero al mismo tiempo puede plantear su caso para diferenciarse de lo que escucha, como relato que instaura una distancia insalvable con "lo otro" lejano, exótico, desviado.

 

Modalidades de intervención

 

En Amor y Moria (AyM) la compasión constituye la estrategia privilegiada. A modo de ejemplo, en "Acosadas por el ex", 10/10/97, se anuncia que la producción de Amor y Moria decidió acompañar a Betty, una mujer "golpeada", a hacer la denuncia policial a una comisaría de la mujer. En el estudio la conductora plantea:

 

Moria: ¡Qué barbaridad! Te agradezco, querida, que estés acá...(suspiro). Tenés todo el ojo a la miseria, la cara a la miseria... y me imagino cómo tendrás el alma, porque me parece que los golpes duelen más en el corazón que en la cara, ¿no? (...) Yo te noto partida, quebrada (...) ¡Una vida tan tortuosa!

 

Luego, tras la simulación de golpes "producidos" con maquillaje en la cara de la conductora:

Moria: ¡Qué doloroso, eh...! Yo te digo que...a mí me emociona esto, porque...Ah! Ah! (no puede hablar, tiene la voz gangosa) No sé...me da cosa...(con voz angustiada y una lágrima). ¡Volvemos siempre a lo mismo! Les quería decir que cuando hicimos eso, estábamos haciendo un maquillaje. Y lógicamente es una imagen muy impactante. Por eso me lastima que Betty esté así. ¡Esto es verdadero, viste! ¡Esto se lo provoca un señor que todo el tiempo la golpea! ¡Este señor, que tiene huevos para golpear, no tiene huevos para atender el teléfono, ahora! Hace un rato estuvo hablando con la producción, dijo que iba a atender (imagen del ojo de Betty) y ahora puso el contestador (imagen del ojo). (...) Te veo muy consternada, pobrecita...

 

Más aún, la súplica compasiva de "unión en el sufrimiento" (Barthes, 1986) se materializará ante los relatos de mujeres maltratadas por sus parejas, que viven amenazadas, donde la conductora de cara a la cámara dirá: "¡Pido mucha atención, pido mucha compasión y mucho respeto para estas mujeres!" ("Peligro de muerte", 23/9/97).

La compasión como sentimiento que mezcla ternura y lástima, motivada por una desgracia o padecimiento, remite a una estrategia de intervención frente a alguien posicionada/o como débil, "la víctima" (rastreable en el uso frecuente de diminutivos y apelativos de afecto: "pobrecita, mi amor", "estás doloridita, mi querida") al mismo tiempo que interpela a cierta redención. Estos sentimientos se maximizarán luego hasta convertirse en asimilación: "Frente a la violencia, Moria siente como vos".

Ser sensible no necesariamente es mostrarse compasivo, sentir lástima y desparramarla o simular la sensación de dolor por otro/a al estilo del "me duele el otro" de Barthes (1986, 64); quien, en cambio, propone una conducta a la vez muy afectiva y muy controlada: la "delicadeza", como forma "sana" y civilizada de la compasión. Dice respecto de ella: "Sufriré por lo tanto con el otro, pero sin exagerar, sin perderme".

No obstante, el posicionamiento frente a la persona vulnerable, en la relación de interpelación y réplica dialógica, motiva la búsqueda del componente patético que lleve hasta lo más profundo los sentimientos de dolor, la conmiseración por el mal ajeno y la injusticia, actualizando matices del melodrama a la vez que añadiendo un nuevo pliegue: la vulnerabilización a través de la retórica. En ciertos casos, el amparo otorgado a la víctima se revierte de manera súbita, dando lugar a la emergencia de los rasgos de un discurso culpabilizador.

 

Otra estrategia consiste en "escuchar a todos, desconfiar un poco y diluir antagonismos". Haciendo uso del valor adjudicado a la antítesis como figura retórica, en Hombres víctimas, hijos rehenes, Hablemos Claro, 25/2/97, se anticipa que en analogía con la elevada temperatura del ambiente exterior, el programa será "encendido" por ser la primera vez que se abordarían las secuelas del divorcio en relación a visitas y tenencia de hijos vista desde la perspectiva de los hombres.

El primer caso es el de Félix, quien compone el siguiente cuadro: tras su separación no logra tener un contacto fluido con sus hijas, adjudicado a las triquiñuelas de su ex esposa que obstaculiza el vínculo, a modo de "lavado de cerebro" sobre aquéllas, e incluso inicia demandas judiciales en lo penal y civil para desacreditarlo. Desde un posicionamiento de víctima (otorgado por el programa y asumido con vehemencia), reclama a una tribuna compuesta en mayor medida por mujeres, ser comprendido e insiste con su estrategia de buen padre ("Yo me separé de mi mujer, no de mis hijas"), apelando como recurso al deseo de construir una nueva familia en el futuro. Caracteriza a su ex esposa como una mujer que, resentida por la separación, toma revancha con quienes fueron "producto del amor" de entonces: sus hijas. Desliza de manera sutil que ella le fue infiel, pero él prefirió (como correspondería a los códigos imaginarios de buen varón) no deschavarlo en la separación, pero al mismo tiempo que ahora él se niega a volver a convivir, siendo ésta negativa la que motiva las acciones despechadas de su ex cónyuge.

La interpelación desde la figura de "padre interesado" resulta fructífera: mujeres en el estudio lo admiran y elogian por su actitud, a contrapelo de los casos conocidos de "padres que se borran", hasta el límite de aceptar su imagen de tierno y protector: "¡A mí me hubiera encantado tener un padre como vos!", dice una mujer desde su lugar declarado de hija de padre abandónico. Los comentarios y apoyos operan a modo de potenciación de la figura de víctima que reclama justicia, instalado en su lugar de "respetable padre modelo que quiere ser, pero no lo dejan", quien cuestiona asimismo la cientificidad de las pericias judiciales practicadas a las niñas y el modo en que se instrumentan los procesos jurídicos de indagación, dado que ambas instancias aportan indicios vehementes que contradicen el personaje que construye de sí mismo.

No obstante, ante la avanzada contundente de la imagen del incomprendido varón que desea ejercer su paternidad, la réplica casi previsible que caracteriza al ciclo no se hará esperar:

Mujer de la tribuna: A mí me gustaría escuchar la versión de su esposa...Hay que ver por qué...(es cortada abruptamente por otro hombre testimoniante como víctima).

Oscar: ¡Pero va a tener que esperar otro programa, porque hoy damos la opinión nosotros!

(Tras unos instantes en que se superponen las voces de la misma mujer con las de Félix y Oscar, continúa este último con marcado enojo) ¡Está dudando de lo que estás diciendo!

Félix (can pasmosa calma, comprensivo): Hay que llevar a la reflexión a las mujeres...(...) Siempre hay una presunción de que la mujer es víctima.

 

Las intervenciones posteriores ponen en escena la necesidad de preservar a los hijos de las peleas de los padres, sin registrarse indagación alguna acerca de las causas judiciales iniciadas por su ex esposa por maltratos hacia ella y abuso deshonesto (de la que el testimoniante se autodeclara "sobreseido", sin dar más explicaciones), ni siquiera se interroga a los profesionales en el estudio acerca del perfil de un abusador.

En cambio, el lugar de víctima encuentra refuerzos en testimoniantes y tribuneros que aportan estrategias para controlar la desmesura femenina. Incluso, los mensajes que se leen tras las tandas apoyan a los hombres que están en el estudio queriendo ser padres ejemplares, junto a denuncias de casos en los que otros se borran de dicho. Minutos antes del cierre del programa, como réplica a la inquietud planteada, la ex esposa de Félix, Elisa, se encuentra al aire mediante un llamado telefónico sorpresivo, pero no quiere hablar con su ex marido y, en cambio, construye un cuadro de la situación radicalmente opuesto al escuchado, según el cual una de sus hijas fue lesionada por el padre a la vez que asegura que en el juzgado quedó demostrado que ella no influencia a las hijas. Ante la negativa de diálogo con su ex marido la conductora pregunta:

Lía Salgado: ¿Por qué llamaste, Elisa, entonces?

Elisa: Yo llamé porque actualmente mi hija mayor le hizo juicio a él, caratulado "Violencia Familiar". Ella está siendo tratada por el servicio de Violencia Familiar del Hospital Elizalde, como quiso el juzgado porque él se mostraba desnudo ... la manoseó. ¡Hay pedido de suspensión de visita por parte de la sicóloga!

Lía Salgado: A ver, Félix te va a contestar (si bien escucha que ella no quiere escucharlo y sigue hablando).

Elisa: A mí me mandaron al servicio de mujeres maltratadas, a Salguero al 700.

Lía: ¿Te pegaba? ¿Te pegaba Félix, Elisa?

Elisa: No, no. Yo tenía una violencia sicológica muy grande. Me costó mucho salir del círculo.

Lía: Bien. Nosotros tenemos que terminar el programa. Creo que vas a querer contestarle algo...

Elisa (se apura y se superpone con Félix): A mí no me interesa contestarle. El está enfermo. El me dijo que la madre le pegaba al padre.

Félix (logra imponerse): Estamos hablando desde dos puntos de vista. Por favor, preservemos a las nenas. Cuando tuvimos a las nenas, las quisimos tener. No les metamos cosas en la cabeza, dejemos de lado nuestras peleas.

Lía Salgado: Y vos decís que él está loco. Esta es una pelea de...

Elisa: Yo no lo digo. ¡Lo tengo todo documentado! Hoy fueron las nenas a...(la conductora la corta)

Lía Salgado: Elisa, te esperamos en otro programa. Gracias, Elisa. Gracias, Félix.(Mirando a cámara) El tema de hoy ha sido "Hombres víctima, hijos rehenes". El divorcio. Y hemos vivido aquí una pelea clásica de pareja.

 

A pesar de la negativa de la mujer de entablar diálogo con quien acusa de abusador de sus hijas y de maltratarla, la conductora insiste en que se crucen en una pelea de desacreditaciones mutuas y diluye la confrontación presenciada como una cándida pelea de pareja. Ante un testimoniante invitado desde el lugar de víctima, que construye y perfecciona su personaje como tal, incluso, con ayuda de otros, quien llama para refutar con su testimonio lo planteado tiene que aportar pruebas para ser escuchada: nombrar las carátulas de las causas, los juzgados donde están radicadas, los servicios públicos de atención a los que concurren ella y sus hijas por maltrato y abuso, las pericias como instrumentos de saberes especializados. De todos modos, estos requisitos no alcanzan para legitimar su voz y colocarla al nivel de desmentida; su estatuto es de mera opinión opuesta.

En relación a la modalidad de abordaje, es un estilo pausado y desdramatizado, en el cual la conductora suele dar muestras de apoyo a los testimoniantes invitados, a quienes acompaña en sus afirmaciones, pero, en algún momento inesperado, cambia de posición. Añade entonces una cuota de desconfianza, se torna incisiva y abre una brecha en cualquier discurso que se muestre coherente y sin hendiduras, como en el caso analizado, donde no obstante no profundiza ni aclara la situación confusa que se registró: quedan sin averiguar, por ejemplo, el estado de las causas judiciales y el perfil posible de un abusador, como si no formaran parte del mundo en discusión. El programa se constituye como un mundo en sí mismo, autosuficiente.

Por otra parte, cabe acotar que especialistas en temáticas de violencia sostienen que los hombres que maltratan, con asiduidad logran mayor credibilidad ante los familiares de las víctimas y aún frente a las instituciones que intervienen, como la Policía o la Justicia por el fenómeno de "la doble fachada", entendido como las discrepancias entre el comportamiento ante "otros" y el comportamiento en lo privado, donde casi no es visto (Dohmen, 1995, p. 53). En los talk show televisivos, a través del diálogo telefónico, aún frente a las marcas evidentes de violencia, que por otra parte no son negadas en grados absolutos por los hombres violentos sino asumidas como prácticas de extrema excepcionalidad, se instala su justificación al mismo nivel que la narración del maltrato, desacreditando una historia en la que aquellos empezaron siendo posicionados como victimarios.

A modo de ejemplo, retomamos el final del primer bloque de Viviendo con el enemigo, AyM, 3/11/97:

 

Moria: Con el testimonio de Rafael que hace, según María, tres años que la golpea, y él dice que la ama y que ella cela de él y no él de ella, nos vamos a un corte de "Amor y Moria". No se vaya que ya volvemos.

 

¿Qué sucede con la credibilidad? Ambas voces se equiparan: frente a la marca del ojo negro, el relato del varón es construido como "el lugar de la otra campana" y finalmente nivelado con la "versión" del maltrato. De donde, gracias al dispositivo de tele-democracia avanzada que constituye el derecho a réplica otorgado por el programa (con llamados promovidos en general por la producción y no fruto de un habla telefónica espontánea), en definitiva se disuelve la figura del "enemigo" que anticipara el título de la emisión. Es decir, al mismo tiempo que la televisión pone en escena los personajes antagónicos de las prácticas violentas, los resignifica a través de la mascarada de una posición equidistante hasta neutralizarlos.

Estrategia que se patentiza aún más en palabras de la coordinadora, AyM, "Peligro de Muerte", 23/9/97:

 

Moria: Nos comunicamos con tu esposo, que milita en el Partido Justicialista y dice que vos lo hacés para sacarle votos y que estás copada por una secta. Nosotros queremos acá todos los testimonios. Así como te damos la posibilidad a vos y a tus hijas, también se la damos a él. Vos sabés que acá no se juzga, se escuchan los casos, como el tuyo, que son terribles u otros y después, como decimos siempre, que cada uno saque sus conclusiones.

 

A contrapelo de lo que podría esperarse de un debate público, esta posición facilita de manera expresa la exhibición, con el supuesto objetivo del desarrollo de las posiciones de las partes y anula cualquier instancia de análisis, síntesis o esclarecimiento, que lejos de no emitir juicios, se apoya en una fuerte carga de adjetivación y condena moral, confusión y despliegue escénico del espectáculo de contienda y aún violencia simbólica. En suma, una nueva victimización.

A la vez, se construye el mundo, en el sentido de "la realidad", a partir de la exclusividad de la participación en el programa, en tanto personajes presentes y teleparlantes, relatos y comentarios realizados, para lo cual es innecesario cualquier otro encuadre de la escena; ya que, el show constituye un encuadre en su propia inmanencia.

 

Otro estrategia es tensionar y descomprimir a tiempo. "Seria, pero no tanto", podría ser el subtítulo del programa conducido por María Laura Santillán al abordar historias de abusos deshonestos y acoso sexual con el objetivo anunciado de proveer información para saber qué hacer y a dónde recurrir, con la presencia de una abogada a modo de invitada especial. Frente al primer relato de una joven que concurrió a una entrevista de trabajo como recepcionista con otra amiga y terminó en la casa personal del entrevistador, con el sentido supuesto de continuar con la entrevista, la primer pregunta de una integrante de la tribuna no tardará en recurrir a los lugares comunes: "¿No te pareció sospechoso que te lleve a la casa? ¿Por qué accediste? No le preguntaste por qué te dejaba en su casa?"

En el transcurso del programa, esta anticipación de sospecha (así como la burla) sobre las denunciantes de algún abuso será condenada por la conductora en amigos, familiares, parejas, compañeros/as de trabajo, etc., aún cuando pasó sin cuestionamientos en la pantalla, a excepción de la propia joven quien señaló la pregunta como una acusación de uso frecuente. Como táctica defensiva, en reiteradas ocasiones la misma testimoniante necesitó reafirmar su negativa de participación consensuada en el hecho relatado.

Sin embargo, se mixturará con otra modalidad. Frente a los relatos entrecortados de varias mujeres en situación de abuso o acoso, ante el cierre del anteúltimo bloque la conductora, tras quedarse unos segundos en silencio mirando a la cámara dirá con tono enfático:

María Laura S: Cuesta contarlo. Cuesta y en este ámbito, calentito, entre mujeres, con las soluciones, con una abogada, con una sicoanalista y cuesta contarlo sabiendo que hay muchas mujeres que están viviendo lo mismo y sabiendo que contándolo no sólo le hace bien a una misma sino le hace bien a los demás. Cuesta, es doloroso, se tiene miedo a ser acusado...Vamos a seguir después de la pausa y mañana también, porque creemos que hay un montón de casos que vale la pena escuchar y creemos que vale la pena asesorarla para que no se quede con eso atrancado y la pase lo menos peor posible después de la situación traumática. Ya venimos.

 

Solidaridad y complicidad parecieran ser las figuras con que la conductora ensaya sus modos de definir los términos de su involucramiento personal con (y entre) las mujeres en estos temas, amén del firme anuncio de los servicios de asesoramiento profesional que facilita el programa (como rechazo explícito y contundente hacia "las descreídas"), en el que visualizando el éxito obtenido se decide sobre la marcha continuar con la temática al día siguiente. A modo de marca distintiva, el ciclo se ufana de sacar conclusiones, que se elaboran en distintos momentos del programa.

Una capa superpuesta, un nuevo pliegue, emerge con la estrategia de la distensión a través del chiste, el comentario cholulo o la pausa, como un modo de intervención específico para descomprimir el dramatismo de los mapas de violencia en procesos de construcción. En este mismo sentido pueden leerse las imágenes de apertura del programa: el baile con Julio Bocca del tema "Capullito de Aleli", interpretado por Caetano Veloso.

En Mujeres perseguidas por sus ex parejas, CC, 23/9/97, al inicio del tercer bloque:

María Laura Santillán: ¡Ay! ¡Un descansito! (Sonrisa y gesto de alivio). Estamos viendo qué hacer con algunos señores obcecados, por decir alguna palabra suavecita. (Se da media vuelta) ¡Todo el mundo quiere hablar! Pero, quiero contar... Un recreo. Gastón nos llamó de Puerto Rico para decir que nos está viendo allá y nos pide un saludo. ¡Te mandamos un saludo, Gastón! En realidad estamos saliendo por todos lados, en todo América. ¡Estamos recontentos! Mientras tanto, siguen los mensajes de mujeres que la están pasando mal (...).

Mediante el anuncio de la difusión continental del programa, en tiempos de mundialización y fascinación tecnológica, se deja en suspenso por unos segundos la tensión de los relatos, idea que se refuerza con la construcción del clima cautivante que se vive en el estudio, "tangible" en el interés por participar que superaría a quien conduce. Más allá del proclamado éxito del ciclo y de su vinculación con las pautas comerciales que lo facilitan, desde nuestra perspectiva, la circulación fuera del país operaría a la vez como indicador del carácter globalizado de algunas problemáticas (que en principio pueden ser vistas meramente como locales, a través de casos de la vida privada, y por ello "acotadas"), tanto como del estilo asumido por el debate en cuestión, que lejos de estar construyendo "nuevos temas de debate" estarían dándoles un estatuto diferente en cuanto a su legitimidad, al hacer accesibles dramas identificables y que producen reconocimiento en estratos y sectores varios de la población.

 

Discusión por casos

A diferencia de lo que puede suceder con la construcción del caso en otras instancias mediáticas, en los talk shows su duración es efímera; su ciclo, intenso pero finito: previa selección y aceptación, en general, nace, toma cuerpo y se configura como caso original a partir de la aparición en pantalla y se desvanece al finalizar la emisión, al apagarse las luces que le dieron vida. Sólo de manera excepcional, algunos casos expuestos en estudio tienen un origen extra televisivo y, en el mismo sentido, en escasas oportunidades se convierten en casos jurídicos, bajo el juego de otras lógicas.

Migrados de las secciones gráficas de "información general", "sociedad" o "policiales" (en su vinculación eventual con lo delictuoso), en los talk shows se despliegan y multiplican como figuras estelares. En su sometimiento indefectible a los vaivenes de la comercialización (que incluye la competencia denodada por el rating), superan cada vez el perfil de las historias elegidas donde, en su aproximación al suceso, debe registrarse al menos algún rasgo aberrante, perturbador o monstruoso de la vida de la gente común, dado que "lo simple no es notable" (Barthes, 1983) ni constituye, como es conocido, un criterio de noticiabilidad. A estas distinciones de lo excepcional, le agregaría el lugar imaginario que se le adjudica desde la interioridad televisiva a la posibilidad de generar controversia y/o escándalo.

Me interesa resaltar que, desde la perspectiva de los estudios culturales ingleses (al menos a partir de las interpretaciones de algunos autores), si bien el caso como construcción analítica conforma un espacio discursivo en el que se concentran hechos puntuales desde su "unicidad", es a la vez condensador de ciertos conflictos y contradicciones culturales que participan tanto en los fenómenos narrados en el "caso" como de las condiciones más generales de formulación de tensiones. En este sentido, la casuística puede concebirse como un modo específico de codificación cultural que trama prácticas y relaciones, y contribuye a estabilizar sentidos preferentes de manera temporaria, en especial, a través del sentido común.

En nuestro estudio, el caso mediático, como forma histórica de cruce entre lo popular y lo masivo, materializa en la cultura audiovisual aquellas instancias y prácticas inadmisibles en relación específica a la violencia sexista para los mapas significantes que construye una sociedad en un momento dado, cuyos exponentes máximos de lo intolerable -afirmamos- se vinculan con la niñez, en su condición específica de minoridad pero sin distinguir aún la diferencia sexual en ella y que puede observarse tanto en hechos de abuso infantil como de maltrato a mujeres delante de su prole (es decir, en su condición relacional de mujeres madres, más que de sujetos).

En relación al número de historias presentadas en escena bajo una temática común y su posibilidad de generar debate y ampliar los marcos de comprensión de las problemáticas que los vinculan, en general, aquellos redundan en la repetición de rasgos o bien, añaden detalles inesperados, estremecedores o asombrosos, capaces de justificar su presencia en pantalla, sin que la aparente variedad reditúe en una mayor conexión de los casos con las condiciones estructurales que los posibilitan; es decir, en gran medida, anulan la capacidad potencial de representación del caso.

Quisiera aclarar que el caso, desde nuestra perspectiva, en cualquiera de sus superficies de emergencia mediáticas, puede constituir una punta de entrada certera al debate general (de hecho, algunos ya son considerados casos modelos), como escondrijos por donde se filtran, si bien con debilidades, nuevas problemáticas a las ya definidas y estabilizadas conforme los cánones de las agendas mediales. Si bien es cierto que, el acento puesto en lo anecdótico y la falta (deliberada) de discusión argumental en los talk shows transforman esta posibilidad en un simple muestrario de penurias y, a lo sumo, en un recetario de soluciones rápidas de superficie; al mismo tiempo frente a los lugares previsibles del desenvolvimiento de un caso, existen lugares para lo imprevisible.

 

Dispositivo técnico como intensificador melodramático.

Si bien la multiplicación de recursos técnicos –presencia de televisores emitiendo en vivo la escena que transcurre en el canal, pantallas partidas con diferentes personajes enfrentados o al habla, efectos de videowall, inserción de grabaciones de archivo o dramatizaciones, etc.- forma parte del diferencial de atracción de las emisiones, en algunos casos adquiere un lugar preponderante que profundiza la vinculación conflictiva con los campos jurídico y ético. Como ejemplo más espectacular, tomemos el programa AyM.

Luego de varios años del formato en pantalla, la exhibición del rostro de una mujer con un ojo negro como índice de los golpes recibidos, superó la marca de lo posible de ser mostrado en el campo de la violencia en los géneros televisivos no ficcionales, al mismo tiempo que inauguró el camino para otras exposiciones.

Bajo el título "Acosadas por el ex", la emisión del 10/11/97 de AyM, prometía presentar dos situaciones de mujeres acosadas por sus ex esposos: la primera, había concurrido al programa para denunciar sometimiento sexual dos semanas atrás, oportunidad en la cual (bajo el título "Propuesta Indecente", como el film norteamericano), dos mujeres relataron abusos varios por parte de sus maridos incluyendo prácticas sexuales no consentidas entre tres personas, obligación de ver y leer material pornográfico con asiduidad, golpes y violaciones. Una profesional reconocida en el campo de la sexología (la "Dra." María Luisa Lerer), intervino con aclaraciones técnicas, mientras otras situaciones de violencia quedaron confusas y mezcladas con los comentarios, acusaciones e intervenciones de las tribunas y la coordinadora.

El segundo testimonio de aquel día fue el de "Betty", una mujer que denunció ser golpeada y sometida sexualmente por su esposo, quien le propone "hacer el amor con otras mujeres" frente a él. Ante su negativa aparecen el chantaje, las amenazas y el maltrato físico y psicológico.

Once días más tarde, dando continuidad al caso (y rompiendo con la lógica de finitud que los caracteriza), Betty reaparece en pantalla bajo el rótulo "mujer golpeada"; en realidad, es exhibida como un rostro golpeado. Al respecto, Deleuze (1984, p.) plantea precisamente que el rostro a través del primer plano se convierte en una imagen que ofrece una lectura afectiva, deviene imagen-afección: "no hay primer plano de rostro, el rostro es en sí mismo primer plano, el primer plano es por sí mismo rostro, y ambos son el afecto".

Con todos los signos necesarios para resaltar que Betty ya estuvo en el programa (equivalente a "ya es conocida", con apoyo de aquel tape), un insert con una dramatización borrosa en blanco y negro de un hombre joven golpeando fuertemente a una mujer menuda arrinconada contra una pared, y una voz en off, con la cadencia que regla la locución: "El viernes último, Betty recibió nuevamente una feroz paliza...". De inmediato, el primer plano del rostro hinchado y golpeado, con primerísimos planos de un ojo bordeado de colores diferentes como índices de los golpes recibidos, acompañados del testimonio en vivo de lo ocurrido.

Estas escenas en torno al ojo autonomizado del rostro, pueden ser leídas a partir de la categoría del detalle, como punto de condensación de la imagen: en ese caso, de la expresividad dolorosa que define a la vez, de manera incuestionable, al sujeto en su calidad sufriente. Como indicativo del dolor, actualiza el viejo adagio: "los ojos son el reflejo del alma" y las lágrimas esporádicas intensifican la oportunidad de los primerísimos planos del ojo, con el acompañamiento de un intento de preservación de la testimoniante al utilizar su pañuelo. No obstante, el rostro de Betty puede leerse como un mapa que no coincide con el sujeto en un todo, así como la escena de conversación sobre las prácticas sexuales con su pareja eliminan la fijeza de la marca, dispersando el sentido.

Como punto cúlmine, al retornar de la tanda publicitaria, un remate: la imagen grabada de la conductora, Moria Casán, produciéndose con el maquillaje marcas de golpes en varias zonas del rostro, con cara compungida, vestida de negro y retocándose con una espuma de polvera, de perfil para que la cámara encuadre de manera correcta los dos golpes "producidos", en la que se superponen matices de su papel actoral, de simulación y performance. De allí, la conexión inmediata con el primer plano del ojo marcado. La conductora, tras aclarar que si bien su imagen resulta dolorosa es sólo una toma del maquillaje muy impactante, acongojada suelta una lágrima dirigida al público y añade: "Me lastima que Betty esté así. ¡Esto es verdadero, viste!", llevando al límite el recurso habitual de la compasión. Imagen que fue utilizada días más tarde para promocionar otra emisión: "Muerta a Golpes", con el agregado: "Cuando a una mujer la golpean, yo también siento el dolor".

 

Otro caso. El 9 de julio de 1998, el ciclo alcanzó un nuevo récord: presentó por primera vez en la historia de los talk shows escenas reales en vivo -pero no en directo- de un hombre golpeando a trompadas a su concubina en la casa donde cohabitan, con los gritos de aquella de fondo. Lo asombroso del suceso no estuvo precisamente en las imágenes transmitidas por el tape (de escasos veinte segundos), sino en la fuerte anticipación publicitaria por el carácter fundacional que la misma adquiría.

Frente a las denuncias realizadas por Hilda en febrero de ese año y reiteradas más tarde por maltrato de su concubino en la seccional policial de Campana, Buenos Aires, y la apertura de una causa, que se encontraba parada por falta de pruebas, la empleadora de la protagonista se comunicó con el programa para contar los golpes que sufría Hilda, por entonces a cargo de las tareas domésticas. Aconsejada por el abogado de la producción del ciclo, ésta aceptó instalar a principios de abril una diminuta cámara oculta en el living de su casa (con un sistema de grabación que estaba en otro lugar) para obtener las evidencias necesarias, que finalmente se produjeron y registraron dos meses después.

Por su parte, en las distintas declaraciones periodísticas el juez interviniente en la causa explicó que el video fue emitido antes que él mismo lo viera y que, por otro lado, se había pedido un plazo para llamar a declarar al denunciado para "evitar que se produjera una condena social a partir de las opiniones formadas en los medios sobre una persona que quizá no es la que aparece en las imágenes, yo eso lo tengo que comprobar". Por el mismo medio, la producción del programa responde que se cumplió con el plazo pactado, si bien no se cumplió con el procedimiento de toma de declaración al denunciado y que el juzgado estaba avisado de la fecha de transmisión. A la causa caratulada "lesiones, usurpación y amenazas" se añadió entonces el material filmado, que fuera visto por el juez ante la debida presencia e intervención de peritos y técnicos.

Hasta aquí la historia de la filmación, la producción –a modo de pieza de convicción- de autenticidad indiscutible del hecho de violencia para el público telespectador y el carácter de "material añadido" en la causa judicial, cuya valoración en manos de la autoridad jurídica competente podrá oscilar entre prueba determinante o meramente indiciaria para condenar o, en su extremo opuesto, ser simplemente desechada como tal.

La intensidad dramática buscada y lograda con la proyección de las breves imágenes tanto como de la frondosa publicidad previa se distancia así, a nuestro entender, del uso de la técnica de la cámara oculta en su papel de denuncia pública –y quizá jurídica- ante la sociedad, quien en general recibe con beneplácito dicho papel de control ante una justicia lenta y, en parte, cuestionada. Mientras que el caso fue conocido por la espectacularidad del montaje, la causa siguió su rumbo por algún carril habitual, desconocido, por cierto, para la audiencia.

¿Qué estatuto alcanzaron dichas imágenes? En la instancia del debate y el conocimiento actual sobre las prácticas violentas en las parejas, es posible sostener que "todos los días suceden aquí y allá otras mucho peores aún", tal como acota Derrida (1998) al referirse a la filmación de la golpiza de Rodney King por parte de policías en EE.UU. Pero, añade que ésta fue filmada y mostrada y "nadie podía ya apartar los ojos de lo que en cierto modo se daba de inmediato a la mirada", como el lugar de lo intolerable a nivel personal. Hasta aquí, podría operar a modo de analogía. En cambio, creemos que en su análisis de "la responsabilidad colectiva o delegada" que suscitan las escenas mostradas, se produce un distanciamiento notorio.

Desde el punto de vista de su estructura de suceso, el hecho rompió en algún sentido los límites de su inmanencia (como contenedor en sí mismo de toda la información), al producir para el día siguiente una discusión sobre la violencia familiar con especialistas de distintas disciplinas. Sin descartar el valor del debate, sin embargo, cabe señalar que para su realización no era preciso la puesta en escena del material fílmico. De este modo, se patentiza la dimensión abusiva dada por la televisión al carácter testimonial de las imágenes de violencia, que las convierte en nuevas prácticas de violencia simbólica.

Poniendo límites a la exhibición

A modo de reacción al exceso de exhibición, se escucharán quejas por parte de distintos "personajes" participantes, que de algún modo transgredirán lugares esperados.

Quizá el más osado sea el de una testimoniante, quien a contrapelo del carácter fuertemente exhibicionista de la emisión en cuestión y habiendo aceptado transitar esa instancia, solicita un plus, algo más que mostrarse y ver a otras en la misma situación, interpelando a la acción a instituciones varias (AyM, Viviendo con el enemigo, 3/11/97):

 

Laura: ¡Estoy cansada de que nadie hable, de tanto silencio...!Yo estuve enferma, sometida. Eso quiero aclarar, para que sepan cuando una persona golpeada está acá. Una es como un animalito...¡Está tan enfermo! ¡Mis hijos, también! ¡Teníamos tanto terror que no podíamos ni abrir la puerta, eh! (...) Yo traté de irme varias veces con mis hijos. Desgraciadamente, mi familia es muy humilde, muy pobre y no me pueden ayudar. Yo fui varias veces a las instituciones de las mujeres golpeadas, que a veces vienen acá, y el sicólogo te habla un ratito pero la persona no sólo necesita que le hablen. ¡La gente necesita comida, un hogar (es interrumpida por la conductora)!

Moria: Claro, un hogar para pasar la noche.

Laura: ¡No sólo la noche! La persona golpeada casi no duerme porque está alerta de lo que va a pasar! Y otro problema es el trabajo: si no tenés 90-60-90 no conseguís trabajo. Yo golpeé puertas y puertas, caminé las calles y me gasté los zapatos. Me quisieron pedir $100 para anotarme para trabajar en servicio doméstico. ¿De dónde voy a sacar yo $100 si no tengo un peso? ¿Y para esas cosas, las autoridades dónde están? ¿Y los políticos? ¿Qué pasa? ¿Están todos escondidos? ¡La verdad tiene que salir a flote! ¡La verdad, no las mentiras!(...) Yo viví muchas cosas y si las voy a hablar es para que hagan algo por la mujer golpeada, que no dejen ...como esta mujer que está acá golpeada... ¡Basta de silencio! ¡Hagan algo! No solamente hablar. ¡Hagan algo! (...) Yo quiero pedir a las autoridades, a las instituciones, que hagan algo. ¡Que, por favor, hagan algo! Que esta es una situación grave, si no esto se va a ir agravando día a día. Que hay niños que son muertos, hay personas que son golpeadas y nadie se entera. Que traten de interiorizarse de lo que pasa en los hogares.

Ante lo estabilizado y esperable de las posiciones de testimoniantes y profesionales en la grilla de las participaciones posibles, las réplicas operan como nuevas interpelaciones, que podrían considerarse como anticuerpos que el propio espacio televisivo desarrolla de manera imprevisible ante los reiterados excesos.