3er. Encuentro de Docentes e Investigadores de la Comunicación del Mercosur (ENDICOM)

RÍO CUARTO, 11 AL 15 DE OCTUBRE DE 1999

 

Almeyda, Cristian/González, Anahí/Lesa Brown, Carolina/Martínez, Darío/

Pérez Llana, Diego/Vitali, Joaquín/Wahnón Silva, Gabriela/Witemburg, Sabrina

EL AYUDANTE-ALUMNO: ARTICULADOR EN LA COMUNICACIÓN DOCENTE

  Si se pudiera hacer un viaje por la ruta de la memoria hasta los inicios del guardapolvo blanco, el recuerdo del aula no variaría por generaciones. Habría pupitres perfectamente ordenados de a dos, un armario que nunca cierra bien y un amplio escritorio al frente escoltado por un pizarrón.

Esta sintaxis formó parte de la historia natural de la educación y fomentó consigo una visión particular de los docentes y alumnos, acarreando estructuras que moldearon sus acciones.

Con la democracia, llegó también la necesidad de agruparnos, de estar juntos, de poder hablar mirándonos a los ojos. En este contexto empieza a tener auge la idea de taller, que será bien recibida por las instituciones educativas, y que no pudo resultar ajena a la Facultad de Comunicación Social.

Esta nueva propuesta pedagógica que liga a la creatividad, al juego y al trabajo, empieza a desordenar los bancos y a promover actividades en grupo. La premisa es el intercambio. Los alumnos dejan de ser receptores vacíos para convertirse en receptores activos. Es fundamental tener en cuenta potencialidades de cada uno que enriquecen el diálogo entre sus distintas realidades.

A nuestra Facultad concurren chicos de todo el país y por lo tanto se vuelve esencial promover la integración, aprovechando las experiencias de cada alumno como únicas y valederas. Teniendo en cuenta este proceso de cambio, el Taller de Comprensión y Producción de Textos II de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, decidió hace tres años incorporar una nueva forma de abordaje sobre el desempeño del ayudante-alumno.

Así se abren espacios para compartir ideas, para el debate y las propuestas que surjan en común; y uno de esos lugares es el que ocupamos los ayudantes-alumnos.

Esta nueva concepción aparecía escasamente desarrollada en nuestra institución y tal es la razón por la cual nuestro trabajo se abocará a analizar esta nueva perspectiva pedagógica. La modalidad de taller incorpora al ayudante-alumno como un tipo de articulador, de puente entre el alumnado y el docente.

Al no estar institucionalizada esta instancia pedagógica, nuestro trabajo tendrá como base el intercambio de experiencias entre cada uno de los ayudantes. El marco teórico que utilizamos se basa en las propuestas que componen el perfil de la cátedra.

 

De donde venimos, y a dónde nos vamos...

 

Cada ámbito social en el que una persona se desenvuelve es considerado como un espacio dentro del cual este sujeto se convierte en un receptor activo, a partir de que su comportamiento es consecuencia directa de la interrelación con el contexto inmediato. Asimismo el contexto se torna vulnerable a los cambios que este hombre, ahora como actor social, puede promover con el objetivo de transformar la realidad en la que está inserto.

Consideramos entonces a la realidad como un proceso social, un lugar de prácticas cotidianas donde se ponen en juego tres instancias comunicativas: en primer lugar, la percepción por parte del hombre de las necesidades inmediatas existentes en un determinado ámbito; en segundo término, la búsqueda de un elemento de cambio adecuado; y por último, la transformación definitiva de esa práctica social.

Por lo tanto, teniendo en cuenta estas tres instancias de un mismo proceso comunicacional y tomando como marco contextual el ámbito educativo, consideramos a la Cátedra de Comprensión y Producción de Textos II como un espacio dentro del cual, como ayudantes-alumnos, seríamos uno de esos elementos de transformación y de cambio. Esta concepción surge ante la necesidad de formar, dentro de lo que constituye la metodología pedagógica de taller, a un nuevo actor social que promueva la horizontalidad en la emisión y recepción de saberes, es decir, en la circulación de los flujos comunicacionales y el protagonismo real de cada una de las personas que integran este contexto.

Es desde ese lugar que nos constituimos y le damos un contorno cada vez más específico a nuestro rol de ayudantes-alumnos, a esa nueva instancia docente que la cátedra busca construir con la intención de formarnos para poder luego promover la intensificación del diálogo, y actuar como mediadores entre los conocimientos a ofrecer y el aprendizaje de los alumnos.

 

Siempre en el medio vos!!…

 

Coincidimos con Paulo Freire cuando dice que lo importante es tener en cuenta el lugar desde donde el receptor interpreta, sus condiciones de recepción, porque las personas aprenden partiendo desde sus propias percepciones de la realidad. Y cuando se habla de formas de percibir es necesario tener en cuenta en este proceso, tanto el código utilizado como la complejidad de los mensajes emitidos. Sin embargo en la instancia de la recepción sigue teniendo más influencia el contexto espacio-temporal en el que se produce el acto de comunicación.

El espacio educativo que promueve la dinámica de un taller favorece a que los ayudantes-alumnos, basados en una de las ideas fundantes de la cátedra -quebrar la verticalidad pedagógica- podamos experimentar en conjunto con la coordinación del docente, estrategias de acercamiento hacia el alumnado que contengan una cierta complicidad, entendida ésta en los modos de habla o giros lingüísticos.

De esta manera se va delineando nuestra función de articuladores entre el alumnado y el docente, generando instancias de aprendizaje más flexibles pero sin renunciar a las delimitaciones y distribución de roles dentro de la estructura formal de la enseñanza.

En base a la experiencia de ser ayudantes-alumnos, vamos a construir nuestro rol a partir de dos ejes: la relación entre el ayudante y docente por un lado, y entre el ayudante y el alumnado por el otro.

 

Haciendo camino

 

 

Lo que distingue a las personas es la forma en que cada una de ellas le otorga sentido a las palabras. Así es como distintos grupos se identifican por el uso de determinadas expresiones, tanto gestuales como lingüísticas.

Estas diferencias también se hacen visibles en nuestras aulas universitarias, mayoritariamente en los primeros años, debido a que son los ingresantes los que traen las nuevas expresiones y formas de habla. Y uno de los aspectos importantes que suelen dificultar la comunicación entre docentes y alumnos es justamente la falta de adecuación al código.

Es en estos casos cuando los ayudantes-alumnos nos presentamos como potenciales referentes para el docente. Debido a nuestra proximidad generacional y condición de alumnos, podemos advertir cuestiones, situaciones y detalles que les son propios al alumnado en general. Al mismo tiempo, esto nos permite mediar en la transmisión de conceptos que el docente quiere realizar, para lograr una mayor claridad en la exposición de los temas. Sin embargo la intervención no se limita al momento previo a la clase sino que también puede extenderse durante el transcurso de la misma, por ejemplo ampliando algún concepto o redondeando una idea.

La calidad de este espacio brindado por el docente lo que permite que los ayudantes-alumnos incorporemos una estructura evaluativa para poder observar los problemas que hay en las producciones, ampliando nuestra formación como futuros docentes tanto en el aspecto técnico como en el didáctico. Es sumamente importante la existencia de encuentros extracurriculares. En ellos se acentúa el entendimiento con el docente, generando complicidades a la hora de presentarnos ante la clase. Es en este momento en donde los ayudantes-alumnos podemos intervenir con confianza, sabiendo que contamos con el respaldo del coordinador del taller.

Al contrario de lo que pudiera pensarse en primera instancia, lo interesante de esta propuesta es que no fractura el lugar del docente sino que lo extiende, creando una nueva instancia de recepción de las necesidades de los alumnos. Y desde este lugar brindado por

el docente, nos constituiremos como articuladores.

El trabajo en conjunto orienta la comunicación hacia la horizontalidad y promueve la integración y consolidación del grupo de trabajo dentro del aula. Esto es consecuencia del manejo de un mismo registro entre docente y ayudante.

El aula, entonces, cambia de forma convirtiéndose en una figura circular, donde se facilita el flujo de comunicación entre profesores y alumnos. Hay una retroalimentación constante que permite captar más fácilmente al emergente grupal, abriendo una puerta para crear distintas alternativas que construyan a esa experiencia pedagógica como única.

 

 

Ante la duda...

 

El escenario que se construye dentro de un determinado ámbito educativo hace visible en una primera instancia, la existencia de dos espacios claramente diferenciados. Profesores y alumnos representan cada uno de esos lugares y se apropian de los mismos. De esta manera generan un quiebre, caracterizado por expresiones y modos de producir conocimiento, natural de cada uno de ellos.

Sin embargo, la conformación de un escenario común es un objetivo alcanzado mediante la consolidación del rol de ayudantes-alumnos, a través del cual intentamos convertirnos en la primera instancia movilizadora del intercambio.

La lectura de grupos se constituye en una herramienta fundamental para poder llevar a cabo esa integración; la percepción de diferentes personalidades en el espacio de una cursada y el modo en que se relacionan entre sí, permiten también nuestra mediación en la elección de una adecuada estrategia pedagógica unificadora.

Alcanzada esta instancia, ya no se diferencian claramente emisores y receptores, sino que tanto profesores como alumnos participan de la misma manera dando agilidad y dinamismo a la circulación del flujo comunicacional.

El tiempo que pasamos en las instituciones educativas hace que incorporemos sus reglas como dadas. Por esto, el rol del ayudante-alumno irrumpe con la naturalidad gestada por los años. Por lo tanto, la aparición de esta nueva instancia docente provoca diferentes reacciones dentro del aula, que varían según los años que tiene cada alumno: generalmente los comportamientos adversos provienen de quienes comparten nuestra edad, mientras que, contrariamente a lo que se espera, aquellos alumnos mayores se muestran más predispuestos a aceptar la aparición de esta nueva figura.

De esta manera, no llamaría la atención que el primer lugar que nos otorga la mirada de los alumnos sea el espacio de las preguntas, de la incertidumbre.

 

Estas preguntas –comúnmente hechas en el primer encuentro- son las que le conceden ambigüedad a nuestro rol de ayudantes-alumnos. Somos quienes nos presentamos ante el alumnado como un molde vacío que se va llenando con la calidad de los encuentros.

Quizás, esto sea una consecuencia de lo poco desarrollada que se encuentra la concepción dentro del ámbito universitario. Por eso, es importante destacar que nuestro papel variará según el espacio concedido por cada docente. Esta es la razón, por la cual en algunas ocasiones resulta difícil asociar al ayudante-alumno con la función de articulador que propone el Taller de Comprensión y Producción de Textos II.

Sin embargo, lo que fue concebido por la mirada de los alumnos como un lugar ambiguo, no se tornará irreversible. El factor del tiempo influye considerablemente permitiendo que la relación con los alumnos se vaya afianzando. En este momento, es cuando resulta importante y decisivo la actitud que mostramos frente a los alumnos. Debemos actuar con habilidad por dos motivos: por un lado, para no perder el lazo de confianza que nos une con el estudiante y por el otro, para consolidar nuestra posición dependiente de la docencia.

Esta posición nos obliga a proceder con cautela frente al imaginario del alumnado, quien tiende fácilmente a ubicarnos en su plano o en el de los docentes ("¿de qué lado estarán?"). Teniendo en cuenta lo anterior, debemos ser precisos al manejar nuestra doble referencialidad: con respecto a los alumnos, la identificación está determinada por la proximidad generacional y por pertenecer a la misma carrera; con respecto a los docentes somos el canal mediante el cual el alumnado hace saber sus inquietudes y la primera fuente de consulta en el momento de la puesta en práctica de las propuestas de trabajo para el aula.

Como referencia final, afirmamos que desde esta perspectiva, nuestro papel como ayudantes-alumnos, ayuda a promover un espacio de horizontalidad en la transmisión de los saberes y por lo tanto, construimos nuestro perfil desde tres espacios esenciales: el lugar brindado por el docente, la mirada del alumnado, y la propia actitud ante la clase.