CIRCUITOS COMUNICACIONALES DE INFORMACIÓN SOBRE LOS MODOS DE CONTAGIO Y DE PREVENCIÓN DEL VIH/ SIDA

Mónica Petracci y Heriberto Muraro

 

  El análisis de la información que disponen los individuos acerca del VIH/SIDA ha alcanzado, en la última década, un lugar central en las investigaciones sobre las dimensiones sociales de esta epidemia. Fue estudiado, tanto a nivel local como internacional, básicamente a partir de cuatro ejes: i. El estado del conocimiento de las vías de contagio del virus y los modos de prevención; ii. La autopercepción del nivel de información; iii. El papel desempeñado por el mensaje informativo de las campañas de prevención con vistas al logro de cambios en los comportamientos; iv. La diversidad de fuentes de acceso a la información sobre el tema.

A esta altura, estos cuatro ejes de análisis parten del supuesto de que el VIH/SIDA es conocido por la opinión pública dado que los primeros estudios realizados en la década de los años ´80 y comienzos de la del ´90 mostraron que aproximadamente 9 ó más de cada 10 personas habían oído o leído algo acerca de esta afección (Plan Nacional sobre SIDA España, Informe de Resultados 1988; Singer et al 1991; Gallup 1995).

Con relación al primero de dichos ejes, probablemente el más trabajado, la bibliografía coincide en que la gente "sabe", esto es, dispone de un "conocimiento mínimo indispensable" (Petracci 1994) especialmente de los que podríamos denominar casos extremos de contagio y de ausencia de contaminación. La opinión pública está al tanto de que el virus ingresa por transfusiones de sangre no controlada, compartiendo agujas o jeringas con personas contaminadas, de una madre infectada a su hijo durante el embarazo, el parto y la lactancia. En el extremo opuesto, también se sabe que el virus no se contagia por estar en una misma habitación con un infectado o en cualquier otro acto habitual de la vida cotidiana. Si ello es lo que ocurre con las situaciones extremas, los estudios de opinión pública siguen registrando circunstancias intermedias en las cuales una persistente, si bien no mayoritaria, porción del público tiene conocimientos equivocados. Cree que la infección puede producirse a través de una variedad de vías como el uso de baños públicos, besarse, depilándose con cera, o bien en un acto solidario como es la donación de sangre.

La existencia de conocimientos inexactos no es meramente un asunto de desinformación del público. La relación entre la presencia de ese tipo de conocimientos erróneos y las actitudes hacia los homosexuales -quienes son considerados por la opinión pública como una de las principales víctimas de la enfermedad- han sido investigadas desde fines de los años '80. Utilizando los datos de un estudio llevado a cabo en 1987 por la empresa norteamericana Roper Organization, Stipp y Kerr (1989: 98/106) hallaron que el mejor predictor de un "índice de situaciones de riesgo de contagio" -elaborado por los autores sobre la base de situaciones de transmisión casual del virus- era la actitud hacia los derechos de los homosexuales, aún más que la educación. El sexo y la edad estaban débilmente asociados con dicho índice. Los autores sugieren que es necesario explorar la posibilidad de la instalación de actitudes entre la información de los medios y la recepción de conocimiento por parte de la opinión pública. A su vez, datos provenientes de dos estudios a nivel nacional realizados en los Estados Unidos en 1985 y 1987 respectivamente mostraron que los conocimientos erróneos acerca de la transmisión casual del VIH/SIDA y las actitudes negativas hacia los homosexuales eran fuertemente predictivas de crecientes niveles de apoyo por parte del público a políticas discriminatorias dirigidas hacia las personas afectadas (Price and Hsu 1992).

Estudios posteriores demostraron que el nivel de conocimiento de las vías de contagio es superior al de los modos de prevención (Kornblit et al 1997). Gogna et al (1997: 55/56) coinciden también en el manejo, por parte de la población estudiada, de información amplia y generalmente correcta, pero resaltan la necesidad de insistir en la erradicación de algunos conocimientos erróneos, como por ejemplo, acerca de la diferencia existente entre la condición de VIH positivo y la condición de enfermo de SIDA.

Los resultados de los estudios que midieron la autopercepción del nivel de información - el segundo de los ejes planteados- indican que una mayoría se considera a sí misma "bastante" informada con respecto al VIH/SIDA. Tres estudios por encuestas en la ciudad de Buenos Aires midieron esta variable arribando a conclusiones similares: en 1991, el 41% de los entrevistados se autodefinía como "bastante" informado (Petracci 1994); en un estudio en la población femenina en 1992, el 38% registraba similar autopercepción del nivel de información, especialmente las mujeres más educadas y de mejor nivel económico (Petracci 1995); en 1997, la proporción de personas ubicadas en esa categoría alcanzaba a 6 de cada 10, manteniéndose también la asociación entre dicha variable y el nivel educativo (Petracci 1998). A esta altura podemos concluir que las mediciones acerca de la autopercepción del nivel de información coinciden con aquellas que buscaron comprobar, a partir de indicadores específicos sobre situaciones de contagio, si los conocimientos eran correctos o no: la población sabe, y así lo cree, acerca de los modos de contagio y de prevención.

No obstante, la información acerca del VIH/SIDA presenta un escenario complejo tanto para quienes analizamos la opinión pública como para los expertos que toman decisiones en materia comunicacional: la percepción propia del nivel de información acerca del tema difiere del nivel de conocimiento que se atribuye a las demás personas. Es así como una mayoría de entrevistados cree que la mayoría de la gente, a diferencia de sí mismo, está "poco" (41.4%) o "nada" informada (14.1%) con respecto al SIDA (Petracci 1998). Sería esperable que futuros estudios, tanto cuali como cuantitativos, profundicen las razones de esa percepción incorrecta del clima de opinión.

En cuanto al papel desempeñado por la información en la generación de cambios en los comportamientos, se ha demostrado que su presencia en los mensajes es necesaria pero no suficiente. El conocimiento correcto de las vías de contagio y de prevención no implica un proceder acorde al mismo tal como lo corroboraron aquellos estudios - ciertamente pocos- que midieron los efectos de las campañas (Singer et al 1991: 161/177; Science & Vie 1992: 179: 130). Más aún, las evaluaciones de los programas de prevención demostraron el fracaso de los modelos basados en una concepción racionalista de las conductas con respecto a la salud (Health Belief Model, Teoría de la Acción Razonada) así como también la necesidad de incluir las dimensiones culturales en los estudios que constituyen la base de las estrategias comunicacionales mediáticas y no mediáticas (Parker 1992/1994; Aggleton 1998).

Comunicacionalmente hablando, la transmisión de información acerca de esta enfermedad y sus vías de contagio, no debe ser entendida como un mecanismo persuasivo cuya sola presencia provocará cambios en los comportamientos, sino como un componente fundamental del empoderamiento de los individuos - en especial de las mujeres- para lograr una comunicación y una negociación en el terreno de la sexualidad que faciliten la evitación del contagio.

Con respecto al último de los ejes planteados, la diversidad de fuentes de acceso a la información sobre VIH/SIDA, la bibliografía resalta la centralidad de los medios de comunicación masiva, en especial de la TV (Petracci 1994) y, dentro de este medio, se destacan dos géneros: la programación periodística y las piezas publicitarias (Kornblit et al 1997). La mayoría de la población cree, a su vez, en la utilidad de la información sobre VIH/SIDA proveniente de los medios de masa (Petracci 1994).

Nuestra experiencia como investigadores de la opinión pública nos indica que una gran mayoría de los entrevistados de una encuesta, espontáneamente, menciona a los medios masivos - o simplemente a la TV como representativa de dicha categoría- frente a una pregunta que busque medir "cómo se enteró" de un asunto. No obstante, la recepción de noticias y la manera cómo ellas circulan es un asunto más complejo.

Para evitar que la fuerte presencia de la televisión solape a otras vías de acceso a la información, consideramos conveniente indagar cómo la opinión pública se enteró de los temas relacionados con esa epidemia por primera vez, y cómo continúa informándose.

 

Hipótesis y metodología

El tema central de este artículo es la descripción de los niveles de exposición a las fuentes de información sobre el VIH/SIDA, partiendo de la hipótesis de la coexistencia de los macromedios con un circuito comunicacional no mediático. En segundo lugar, el objetivo fue evaluar el aporte de cada fuente receptada con relación a los siguientes atributos: la utilidad para la prevención, el estado del conocimiento científico, la cantidad de casos de la epidemia, el conocimiento de la casuística y la utilidad para evitar la discriminación de portadores y enfermos.

El estudio partió de la distinción "fuentes mediáticas" versus "comunicaciones cara a cara". Las primeras fueron divididas en macromedios (es decir, medios de gran cobertura poblacional como la radio y la televisión) y micromedios (a saber, medios de circulación más restringida como libros y folletos). La comunicación "cara a cara", a su vez, fue dividida en dos categorías: las conversaciones mantenidas por los sujetos con integrantes de su círculo íntimo como los familiares y los amigos y, por otro lado, las conversaciones con personas ajenas a ese núcleo que, a priori, pueden ser consideradas como posibles expertos o líderes de opinión con relación a esta enfermedad: docentes, profesionales de la salud, sacerdotes y voceros de ONG.´s.

Se entrevistó telefónicamente, por el sistema C.A.T.I. (Computer Assisted Telephone Interview) a una muestra probabilística integrada por 101 hombres y mujeres residentes en la Ciudad de Buenos Aires. Las alternativas de respuesta a las preguntas de la encuesta fueron cerradas. Comienza con la descripción de las fuentes preponderantes de acceso a la información sobre VIH/SIDA, continuando con el estudio -a partir del análisis factorial- de la estructura de la relación entre la exposición a cada una de esas fuentes de información con respecto a las demás. En tercer término, el conjunto de fuentes consultadas por cada persona es examinada a partir de la construcción de un índice de diversificación de la exposición a las fuentes. Luego se intenta explorar si esa diversificación entre las fuentes, caracterizadas como masivas y no masivas, presenta una relación de desplazamiento o de coexistencia.

La redacción de este artículo ha sido pensada tanto para la comunidad académica como para los planificadores de campañas de prevención. De ahí que algunas de las conclusiones incorporadas a este trabajo ser refieran directamente a los problemas prácticos que suele enfrentar el planificador de medios de una campaña de prevención sanitaria.

 

Resultados del análisis de los datos

1.1. Diversidad y preponderancia de las fuentes de información sobre el VIH/SIDA

Los datos que se examinan a continuación corresponden a la pregunta inicial del cuestionario. Precedidas por el siguiente texto: "Ud., probablemente, ha escuchado hablar o ha leído acerca de los modos de contagio y de prevención del virus que provoca el SIDA. Para cada una de las alternativas que le iré leyendo ¿recuerda haber recibido información acerca de ese tema en... (se mencionaba cada ítem)?", se leía a los entrevistados una lista integrada por doce fuentes alternativas de información.

Dicha pregunta fue estructurada tomando como referencia algunas de las categorías básicas de la teoría funcionalista de la comunicación (la communication research). En particular, con el viejo y conocido debate que esa escuela se planteara acerca de la coexistencia de ambos tipos de comunicación: si la comunicación mediática tiende a sustituir los intercambios cara a cara o, por el contrario, si ambos tipos de comunicación se refuerzan mutuamente de tal manera que la exposición a uno de ellos estimula la exposición a los otros.

Los datos resultantes para el total de la muestra fueron ordenados respetando las categorías del esquema anterior:

Cuadro 1: Fuentes de información sobre el VIH/SIDA mencionadas por los entrevistados

Fuentes

%

Mediáticas macromedios

T.V.

84 (101)

Diarios

63 (101)

Revistas

62 (101)

Radio

45 (101)

Mediáticas micromedios

Folletos de divulgación

52 (101)

Artículos o libros científicos

18 (101)

Cara a cara (conversaciones) círculo íntimo

Familiares

77 (101)

Amigos

75 (101)

Cara a cara (conversaciones) con expertos

Médicos

48 (101)

Docentes

27 (101)

Voceros ONG´s

21 (101)

Sacerdotes

5 (101)

Las principales relaciones que cabe inferir de los datos anteriores son las siguientes:

Al concluir esta pregunta guiada acerca de cada fuente en particular, se consultó a los entrevistados si querían mencionar alguna otra que no hubiera sido ya explicitada. Sólo 9 respondieron afirmativamente pero las fuentes citadas no constituyeron un aporte diferencial sino que podían - y así lo fueron- ser incluidas en la categorización previa.

1.2. Estructura de la exposición: la relación entre la exposición a cada fuente de información sobre VIH/SIDA con respecto a las demás

A priori, resulta obvio que la frecuencia de exposición a diversas fuentes no será la misma para todos los segmentos poblacionales. A modo de ejemplo: es probable que la lectura de artículos o libros científicos sea más frecuente entre individuos de mayor nivel educacional, quienes tienen, a su vez, más oportunidades de interactuar con los profesionales de la medicina, dando lugar a una estrecha asociación entre esas dos fuentes.

En términos más generales: diversos factores, como las restricciones en materia de tiempo libre, el nivel educativo, la distribución del tiempo entre actividades intra y extrahogareñas, los recursos económicos y las preferencias estéticas pueden incidir en el hábito de uso de cada fuente, dando lugar a distintos tipos de combinaciones. Puede que la exposición a la fuente "A" esté fuertemente asociada a la fuente "B" pero débilmente conectada con la exposición a una tercera fuente, "C".

El conocimiento de dichas asociaciones tiene especial importancia estratégica en la planificación de campañas de prevención. En la mayoría de las campañas, el objetivo es alcanzar una tasa mínima de repetición del mensaje y una cobertura neta máxima, es decir, dos metas necesariamente contradictorias entre sí. En el caso de una fuerte asociación entre "A" y "B" pero una débil asociación de ambas fuentes con respecto a "C", el planificador deberá tener en cuenta que si se destinan grandes montos sólo a algunas de ellas -por ejemplo, a "A" y "B"- puede terminar saturando a su audiencia a expensas de otros segmentos poblacionales, ya que prescindir de "C" podría significar que una porción del público carezca de la oportunidad de informarse.

Esos cálculos estratégicos no solamente son válidos para las comunicaciones mediáticas. También se aplican a los canales de comunicación cara a cara debido a que es factible incidir sobre ellos, indirectamente, a través de un uso adecuado de los recursos mediáticos. Si se distribuyen folletos de divulgación sobre el VIH/SIDA a los maestros, es probable que ellos se sientan mejor preparados y, por ende, más predispuestos a conversar al respecto tanto con los alumnos como con los padres. De tal manera, un incremento de la actividad comunicativa en un rubro cualquiera puede provocar aumentos en el uso de otros canales y, en el largo plazo, un aumento global de los intercambios colectivos sobre la prevención del contagio del VIH/SIDA.

Para abordar la temática de la relación entre las fuentes se calculó el índice de correlación de Pearson (R)_ para cada par de variables dicotómicas. Los datos obtenidos muestran, en primer término, que los índices de correlación (incluso los no indicados en la matriz anterior) son positivos en todos los casos. Ello significa que la recepción de cualquiera de las fuentes informativas consideradas no desplaza a las demás sino por el contrario. En segundo lugar, como era previsible, se observa que el mayor consumo de medios está generalmente asociado con una creciente diversificación de los canales usados. En ese sentido, aparecen fuertes asociaciones entre el uso informativo de los macromedios: especialmente entre TV- diarios (.458); diarios- revistas (.470); radio- diarios (.351) y, en último término, TV- radio (2.25). A partir de estos datos puede pensarse que la presencia de una menor proporción de entrevistados mencionando a los programas de radio - en comparación con el resto de los macromedios- como una vía de información acerca del VIH/SIDA, sea atribuible a un solapamiento de dicho medio frente a la centralidad de la TV. Una sugerencia metodológica para la medición de esta variable en estudios posteriores sería, además de la rotación de las alternativas en la formulación de las preguntas para evitar efectos de contexto, la posible combinación de categorías macromediáticas.

Otro emergente de interés de los datos anteriores está dado por la estrecha asociación entre las conversaciones con amigos y el consumo de información sobre el VIH/SIDA en diarios (.326), revistas (.265) y radios (.283). Ello estaría indicando la presencia de un circuito comunicacional que atraviesa tanto a esos medios masivos como a las conversaciones con los pares. Dicho circuito no incluye a la TV - probablemente debido a que es el "medio universal", común a todos- y está más débilmente asociado a las conversaciones con familiares y nada vinculado a las conversaciones con los expertos.

Por último, se advierte también la presencia de otro circuito comunicacional que vincula los micromedios - folletos y artículos o libros científicos- con los expertos, es decir los médicos, docentes y, con una presencia menor, ONG´S. Probablemente ello se deba a que, en muchas ocasiones, dichos líderes de opinión son los encargados de la distribución de esos impresos.

Una manera de compactar aún más la información previa, reduciendo para ello el número de variables, e identificar la estructura subyacente de los datos consiste en someter la matriz de correlación entre la relación de la recepción de cada fuente con respecto a las demás a la técnica del análisis factorial (componentes principales)_. Los datos obtenidos al respecto demuestran que sólo cuatro factores tienen un valor propio superior a 1,00 y merecen, de acuerdo a la regla de Kaiser, ser retenidos. La información anterior demostró, básicamente, la hipótesis de partida: la existencia de dos circuitos comunicacionales, además de otros emergentes de interés:

 

Conclusiones y discusión

Metodológicamente, el fraseo guiado de cada alternativa resultó más adecuado que la formulación espontánea de una pregunta acerca de las modalidades de acceso a la información.

Con respecto al análisis, los datos anteriores sugieren la presencia de un proceso intemporal de acumulación de conocimientos sobre la prevención del VIH/SIDA. En sus etapas iniciales los individuos se enteran e interiorizan del tema a través de su exposición a los medios masivos, la primera fuente de acceso a la información. En un momento, a ese circuito macromediático se incorporan las conversaciones con personas pertenecientes a los círculos más íntimos: los amigos, especialmente entre los jóvenes, y los integrantes del núcleo familiar. Pero, a partir de cierto tiempo, se va produciendo un proceso de sustitución de las fuentes masivas en beneficio tanto de los micromedios como de los expertos.

Naturalmente, la demostración de la existencia de un proceso de esa naturaleza exigiría realizar estudios a la vez complejos y de alto costo, como por ejemplo paneles de jóvenes.

En síntesis, la conocida disputa acerca de la coexistencia de los macro y micromedios - evaluada desde el uso de distintos tipos de fuentes que informan acerca del VIH-SIDA- no tiene una respuesta sencilla. Para el conjunto de la población, la mayor exposición a los micromedios no está asociada a una menor exposición a los macromedios sino por el contrario. Esto sugiere que existe una relación de sinergia entre ambos tipos de fuentes, es decir que el contacto con la información tomada de, por ejemplo, la TV, promueve, por ejemplo, el formular consultas a los médicos o la lectura de folletos y a la inversa.

Sin embargo, también se observa la existencia de un segmento del público, con acceso a fuentes más sofisticadas, que en la muestra es del orden del 10% del total de casos, para el cual el número de macromedios usados desciende al 50% de las fuentes en beneficio de una utilización intensiva de los micromedios más especializados. Este sector, a nuestro juicio, conforma un estrato intermedio entre los expertos y el público en general; corresponde parcialmente al "ciudadano bien informado" de Schutz o al "líder de opinión" de Lazarsfeld.

Para los planificadores de campañas sanitarias, las conclusiones anteriores significan que aquellos no pueden basarse en el uso exclusivo de los macro o de los micromedios y que la proporción de recursos a destinar a cada uno de esos canales de comunicación sólo puede decidirse partiendo de información adecuada sobre sus niveles de "conocimiento mínimo indispensable" y uso de las diferentes fuentes.

A juicio de los investigadores, el fenómeno que subyace a estos procesos corresponde a relaciones ya observadas, con relación al conocimiento de noticias de interés general: la diversificación de las fuentes mantiene a la vez una relación positiva y negativa con la calidad de aquéllas, de tal manera que, a partir de cierto nivel de exposición a los canales más sofisticados los macromedios pasan a desempeñar un papel más restringido como fuente de información sobre los issues de interés_.

 

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