III ENDICOM

Encuentro de Docentes e Investigadores de la Comunicación del Mercosur

Mesa de Trabajo: "Recepción, públicos y audiencias"

 Autora: Adriana Rizzo1

Departamento Ciencias de la Comunicación. UNRC

Las huellas de lo cercano en el horizonte simbólico global

Un análisis en discursos televisivos locales2

La globalización o mundialización de la cultura (Featherstone, 1990. Ianni, 1996. García Canclini, 1995) en tanto articulación mundial de corrientes comunicacionales indiferenciadas es entendida como un horizonte que permite la emergencia difusa de identidades nacionales, regionales o locales. La percepción de lo local y lo extra-local como espacios simbólicos interpenetrados refuerza la necesidad de reflexionar acerca de la redefinición de culturas locales y de la emergencia de tendencias a la regionalización.

Desde esta perspectiva resulta pertinente explicar el funcionamiento de las culturas locales para entender no sólo hasta donde lo global atraviesa lo local, sino también cómo lo local filtra lo global; entender cómo las identidades se redefinen y el peso de lo cercano compensa, a veces, la percepción de un mundo percibido como indiferenciado.

La interacción de esta nueva diversidad se hace particularmente palpable en la televisión a partir del cruce de programas de variados orígenes produciendo enormes efectos culturales (Sparks, 1998. Cunningham, 1998) y es nuestra intención revelar como en todo este tránsito confuso y difuso interactúan rasgos heterogéneos de la cultura global, de la idiosincracia nacional y particularismos locales. Entendiendo que la clásica diferencia entre lo global -asimilado a una multiplicidad heterogénea- y lo local -entendido como la cultura anclada en lo nacional- resulta inapropiada a nuestro estudio, es que optamos entonces por explicar las negociaciones de sentido que se producen entre discursos televisivos producidos en la ciudad de Río Cuarto (local), programas producidos en Buenos Aires (nacional) y los híbridos mensajes de procedencia extranjera diversa (global).

El análisis de programas locales desde esta perspectiva no resulta simple pues los particularismos locales se esconden detrás de rasgos nacionales y globales condicionados por producciones de bajo costo. La redefinición desde miradas locales de los flujos globales o nacionales despierta el interés por advertir aquellos aspectos que a través del funcionamiento enunciativo, de retóricas y de tópicas dóxicas y axiológicas (Angenot, 1989) se enhebran a la particularidad de la ciudad a partir de la euforia de lo "próximo".

La clásica definición de Discurso como un mensaje situado3, en relación con un tipo particular de discursos -el televisivo- nos lleva a considerar la problemática de la enunciación como un efecto de sentido que en un texto construye una particular situación comunicativa entre un Enunciador4 y un Enunciatario5 (Charaudeau, 1982. Steimberg, 1991). Para Verón (1984-1985-1988) las modalidades del decir construyen un "contrato de lectura"5 cuyo análisis permite fijar con mayor exactitud la especificidad del sentido construido en los discursos mediáticos caracterizados por una concurrencia de contenidos y temas según el universo de consumidores previsto.

El análisis de un corpus constituido por programas televisivos producidos en Río Cuarto a través de sus dos canales (un canal abierto y uno de cable) revela que es fundamentalmente a través del contrato de lectura que se construye una visión eufórica de lo local 7.

I) El Contrato Enunciativo

El análisis de los discursos revela una relación Cómplice entre enunciador y enunciatario. Verón (1984-1985) define así al diálogo simétrico entre un Yo y un Tú que comparten saberes y deseos y que se evidencia, entre otras marcas, a partir de la abundancia de implícitos (Ducrot, 1987), la apelación directa y el reenvío permanente a objetos culturales conocidos por ambos.

En los discursos televisivos las figuras enunciadoras se articulan en una multiplicidad compleja de voces, pero es la jerarquía de esta polifonía la que determina que sean los conductores de los programas quienes expliciten la figura del enunciador (González Requena, 1988. Verón, 1983). Por su parte, aunque a veces se incorpore puntualmente en la actividad enunciadora a los representantes de los enunciatarios -a través de la llamada telefónica o la encuesta callejera- es por medio de la apelación directa de los presentadores o por la figurativización de roles asignados, que se configura un enunciatario-televidente, que en estos programas locales se caracteriza por ser, prioritariamente, un vecino-habitante de Río Cuarto. Entendiendo por éste a personas que cohabitan en un mismo espacio físico, que poseen una percepción similar del mismo y una manera de vivir y actuar en dicho lugar, estando presente la idea de comunidad y convivencia.

La relación cómplice entre enunciador-conductor/a y enunciatario-vecino resulta del encuentro de ambos en su identificación con lo local, ambos sujetos se construyen como "vecinos de Río Cuarto" y, en tanto tales, comparten intereses, códigos, saberes y valores que fundamentan la atracción por las mismas problemáticas locales. La complicidad se funda pues en la convivencia en un mismo espacio -la ciudad- y en retóricas y tópicas que refuerzan la idea de comunidad. El funcionamiento discursivo cómplice descansa en la confianza y la familiaridad (Verón, 1983) que se generan a través del presentador, también vecino, que habla, pregunta y responde apelando al enunciatario para devolverle su propia palabra nutrida de lugares comunes y estereotipos que, en este caso, caracterizan a una doxa local (González Requena, 1988).

La ciudad un lugar de encuentro

Enunciador y enunciatario, en tanto vecinos, comparten el espacio físico de la ciudad construido como de dimensiones moderadas. La circulación de los vecinos por los mismos lugares, el "cruzarse" en la calle, los frecuentes encuentros entre los conductores, los invitados y los televidentes son hechos insistentemente evocados en los programas. Así, el conductor de "La Trama" se refiere al riocuartense como a un "compinche" del programa, un amigo que frecuentemente "lo para en la calle para sugerirle temas a tratar". La complicidad anclada en la familiaridad resultante del encuentro y de la comunidad de intereses posibilita, a su vez, la mutua colaboración. Las cuestiones que preocupan o divierten a los enunciatarios-vecinos son precisamente las que los programas plantean como "lo que interesa", destacando a menudo los conductores: "Usted es lo importante".

En tanto el conductor siente como el vecino porque es uno de ellos, el enunciatario se configura a través de la opinión de "la calle", lo que "la gente comúnmente dice". Una relación afectuosa de amigos es la que se establece entre ambos y la permanente preocupación del enunciador por las inquietudes del enunciatario, siempre atendidas, explicitan que es al vecino a quién se le otorgan todos los derechos. La opinión o lo que le sucedió a un vecino es lo importante, atañe a todos -televidentes, conductor, invitados- y se construye como paradigmático. La relevancia de la Anécdota, verdadera "cita autoridad" (Podetti, 1994), cobra valor genérico y de testimonio legítimo del resto de los riocuartenses.

La gran familia riocuartense

A través de la configuración de estos sujetos enunciativos, los discursos contribuyen a construir una manera de ser del riocuartense. El vecino de Río Cuarto quiere a su ciudad y a su gente, es localista y solidario. A la vez emprendedor y progresista, exhibe, sin embargo, ciertos valores conservadores tradicionales. Por ejemplo, la identificación enunciador/enunciatario se presenta muchas veces bajo la modalidad del uso del "nosotros inclusivo", el "Yo más Tú", huella de un dispositivo que hace posible la identificación conductor/televidente (Verón, 1983) ancla la simetría al compartir, de una manera asumida como natural, la inferioridad de la mujer: Silvana, la conductora de "Un, dos, trece", le dice a la participante: "No somos así las mujeres". También los valores cristianos se configuran como compartidos cuando los conductores apelan a la "solidaridad cristiana", o dicotomizan el espectro de opiniones entre "quienes opinan como la iglesia católica" y "los otros" ("La Trama"). Sólo dos opiniones se legitiman, negando la posibilidad de una tercera y anulando la posibilidad de aceptar o rechazar ambas (Podetti, 1994).

El enunciador-conductor, en tanto riocuartense, reconoce y aprecia el valor de la región colindante, consecuente y fiel a la ciudad, y con la que se comparten intereses zonales y programas televisivos producidos en Río Cuarto. Si Río Cuarto es una gran familia, la región es entonces la familia extendida, actualizándose en este caso el lugar común de la calidad (Maingueneau, 1980) que implícita o explícitamente subyace a la disputa entre este lugar común asociado a pequeñas poblaciones y ciudades y el de la cantidad identificado con la abundancia propia de ciudades más grandes.

La ciudad construida como un espacio pequeño tiene la ventaja de favorecer una comunicación más fluida entre los vecinos -el encuentro en la calle, detenerse a hablar porque hay tiempo- y aunque ofrezca menos posibilidades que Buenos Aires en algunos aspectos, la solidaridad y el afecto son lo esencial para una vida feliz. No obstante, su desventaja está en la ausencia de anonimato que exige una mayor discreción. Por ejemplo, si el conductor alude a un vecino conocido por todos y que ha actuado de manera impropia, aclara que no va a nombrarlo para "no escracharlo".

Río Cuarto se configura como un mundo feliz de vecinos y amigos y nuevamente es el lugar común de la calidad por sobre el de la cantidad el que fundamenta la idea con firmes anclajes en ciertos presupuestos dóxicos que bien pueden ilustrarse en refranes tales como: "lo bueno viene en envase chico". En Río Cuarto todo es de dimensiones moderadas, desde el tamaño de la ciudad, el shopping, la oferta de espectáculos hasta los premios de los programas de juego. El acuerdo argumentativo en el que se basa esta percepción se asienta en una jerarquía de valores que el mismo discurso establece (Perelman, 1989): el valor de la humildad se jerarquiza por sobre el de la abundancia en virtud de privilegiarse la buena intención, el afecto, la comunicación, la solidaridad.

La construcción de la ciudad como un espacio pequeño surge también del diálogo entre conductores y participantes que llaman por teléfono en donde los conductores los reconocen por la voz o por el nombre pues ya han llamado antes o se han encontrado recientemente en la calle. El contacto, la comunicación y el afecto de los vecinos en un espacio pequeño configura la idea de una familia riocuartense que comparte una casa humilde pero orgullosa. Si Río Cuarto es una familia, el núcleo que favorece el vínculo y el diálogo es la televisión y sus conductores. A diferencia de los conductores televisivos de los canales nacionales, y mucho mas aún de los de emisiones televisivas globales, los presentadores-vecinos de la ciudad no son stars impersonales e inabordables. Salguero ("La Trama"), Silvana ("Un, dos, trece"), Whebe ("Bar Imperio") o Ghirard ("Nuestra Salud") son solamente otros vecinos cuya trabajo es hacer televisión.

El conductor televisivo: un mediador local

Algunos programas que se caracterizan por el intercambio entre el presentador e invitados con quienes se analiza un determinado tema plantean situaciones singulares. Estos sujetos invitados hablan en nombre propio y, si bien su discurso está mediado por el del conductor (Verón, 1983), imponen otra voz enunciativa puesta de manifiesto a través de la idoneidad o conocimiento del tema tratado. Los enunciadores-invitados son siempre riocuartenses cuya legitimidad resulta de ser referentes de la ciudad por la actividad que en ella desarrolla.

La interacción entre conductor e invitados toma la forma de un discurso cuyo objetivo es prestar un servicio de información o reflexión, funcionando el presentador como el intermediario entre los invitados y los intereses del enunciatario-vecino. El conductor, poniéndose en el lugar del vecino y haciendo gala del respecto que le merece, exige en su nombre, es su portavoz, estableciendo una distancia con el invitado que es quién debe dar explicaciones a los riocuartenses. Conductor y televidente se confunden en un "nosotros los vecinos que tenemos derechos", siendo el invitado el sujeto del deber. La televisión y el programa se instauran así como los intermediarios de esa comunicación; hacer justicia enfrentando a los dos extremos locales de una problemática es su misión.

La familiaridad e idea de comunidad surge asimismo porque entre el conductor, sus invitados y el televidente que llama por teléfono siempre existe alguna relación: o se conocen -y a veces desde hace mucho tiempo-, o se "cruzan" frecuentemente por la calle, o comparten tareas laborales en otros ámbitos.

II) Funcionamiento enunciativo y Retóricas nacionales o globales en un foco local

Si bien los discursos revelan una fuerte densidad de lo local anclada en la complicidad entre los sujetos discursivos, es a partir de los recursos retóricos utilizados que los discursos televisivos locales se integran en el tejido difuso de los programas nacionales y globales de géneros y características similares.

La necesidad de mantener el contacto con el cliente-televidente y la simetría enunciador-enunciatario puesta de manifiesto en la Llamada Telefónica se recontextualiza en los programas locales sin perder el tinte local: en las conversaciones informales con el televidente los comentarios giran en torno a hábitos propios de ciudades chicas, sabemos qué cosas nos gustan o nos molestan, al estilo de: "En Río Cuarto somos pocos y nos conocemos mucho". El enunciatario-vecino opina o pregunta de una manera más comprometida y la informalidad en la interacción se pone de relieve cuando el conductor o el invitado y el televidente que llama por teléfono se conocen, son amigos o comparten una situación laboral. Todos son riocuartenses subrayándose la comprensión mutua de modo que, aún la diferencia de ideas no daña la armoniosa convivencia, los vecinos están siempre abiertos al diálogo y el lugar para la aclaración o la reconciliación es el programa televisivo.

Los programas locales re-producen estrategias utilizadas en programas nacionales para asegurar el contacto o consensuar una idea convocando a la participación y al testimonio de los protagonistas a través de la palabra otorgada al enunciatario. De allí la legitimidad que cobra la Encuesta Callejera, una "cita autoridad" (Podetti, 1994) que pone en funcionamiento una complicidad fundada en la confianza del enunciatario deseoso por conocer lo que piensan su conciudadanos. Este recurso reiteradamente utilizado en programas nacionales fluye a la televisión local en donde la "voz de la calle" se convierte en la del "vecino riocuartense".

Otros recursos retóricos empleados en programas nacionales y globales de variedades y entretenimientos se integran en los discursos locales adaptándose a las propias condiciones productivas. Nos referimos al discurso vaciado de contenido que en la expansión de lo fático vacía también de identidad diferencial a enunciador y enunciatario privilegiando el puro contacto cómplice. Un discurso cargado de estribillos que se repite y habla de todo para no decir nada, banal y redundante y que se hace accesible a un enunciatario compatible (González Requena, 1988). En el mismo sentido funcionan la charla y la actitud informal entre los conductores y con el "maestro" que toca música en el programa y las bromas a que se someten los conductores por parte de sus colegas en el piso. Como en los clásicos programas de "chimentos y rumores" de la televisión nacional, también en los programas locales a menudo la broma o la crítica más audaz se pone en la voz en off de una mascota que dice lo más atrevido desentendiendo a los conductores de las cuestiones más comprometidas. La aparición de los conductores al comienzo de los programas va acompañada de aplausos, bromas y lluvia de papelitos y "Un, dos, trece" o "Tele-visión" dialogan de este modo con "Video-Match" u otros programas del tipo de la televisión nacional. La charla entre los conductores y los televidentes que llaman por teléfono para participar ronda siempre por los mismos lugares comunes "¿qué estás haciendo en este momento?", "¿con quién estás?" cuando la participante es mujer y adulta ; "¿estás de novio/a, para cuándo el casamiento?", "¿te llevás bien con tu suegra?" cuando se trata de jóvenes. Y del mismo modo, los programas locales asimilan la índole de los juegos, los concursos a partir de etiquetas del producto que auspicia el programa, las respuestas de los televidentes con fórmulas prefijadas, etc. La marca de lo local se evidencia en estos casos en el conocimiento previo entre los participantes y conductores, en el reconocimiento de televidente por la voz o por el nombre y en cuestiones relativas a las condiciones de producción, como por ejemplo, el calibre de los premios.

El enunciatario de los programas televisivos -ya sea globales, nacionales o locales- admite siempre ciertas características propias en función del género de los mismos y las peculiaridades de sus contenidos. La particularidad local en este caso es que estos rasgos aparecen resemantizados a partir de otro predominante: ser un vecino de Río Cuarto. Así, en algunos programas se trata de un vecino adulto preocupado por problemáticas actuales pero ancladas en la ciudad ("La Trama", "Nuestra Salud"). En otros casos se trata de un enunciatario-vecino joven o adulto que desea divertirse, participar de un juego y entablar un diálogo informal con los conductores ("Un, dos, trece", "Tele-visión", "Bar Imperio"). En otros programas, este Tú posee intereses más específicos relacionados con su profesión o actividad, pero siempre contextualizados en lo local ("Arquitectura").

III) Tópicas y Contenidos nacionales o globales filtrados por la mirada local

En tanto lo que pasa en la ciudad es lo que importa, es la mirada local la que filtra la percepción de cuestiones de trascendencia nacional o global. La euforia de lo local se pone de manifiesto en la re-contextualización de problemáticas nacionales o globales cuando los discursos evidencian que lo valorado negativamente no forman parte de lo que pasa en Río Cuarto, o se dan aquí en menor medida.

En el juego de hibridaciones los programas locales no escapan al contagio de tópicas y simbología nacionales y globales. Sin embargo, en esta dinámica de reenvíos observamos dos funcionamientos: 1) por un lado, lo nacional se entreteje a lo local para asimilarse a éste o para diferenciarse; 2) por otro lado, lo nacional se desdibuja como resultado de un funcionamiento global irreversible.

Pero en cualquiera de los dos casos es la mirada local la que focaliza la problemática desde una perspectiva singular.

  1. Lo local se entreteje eufóricamente a lo nacional, asimilado casi invariablemente
  2. con Buenos Aires, cuando en los discursos se destaca el prestigio profesional, las modas o las opiniones. Caben como ejemplos el uso comparativo de las estadísticas de opiniones sobre una problemática a nivel nacional y local ("La Trama"); o cuando se destaca la importancia de un evento local a partir de la presencia de profesionales de Buenos Aires ("La Trama"); o cuando se subraya el progreso local en virtud de lo legitimado a nivel nacional o global: "en Río Cuarto también ahora tenemos un Country" o "también hacemos estudios de mercado" ("Arquitectura").

    Tanto Boutinet (1980) como Epstein (1978) destacan que es la afectividad un componente clave en los procesos identitarios y en tanto es la dimensión relacional respecto a un "Otro" la que funda la identificación del sujeto con la cultura en que vive, construyéndose una igualdad que anula las diferencias internas (Ruben, 1988.Gilroy, 1997), los discursos locales construyen la identidad del vecino riocuartense y la euforia de lo local a partir de un otro-nacional-porteño valorado negativamente. De este modo, lo nacional también fluye en los programas locales a partir de una disputa fundada en una jerarquía de lugares comunes que privilegia la calidad asociada a lo local por sobre la cantidad asociada a lo nacional. Así, Río Cuarto no cuenta con el mismo desarrollo mediático que Buenos Aires, pero la ventaja radica en la posibilidad del diálogo y la familiaridad posibles en ciudades más pequeñas.

    La inseguridad es una temática recurrente a nivel nacional, incluso la delincuencia constituye una tópica dominante en series y films de acción que la televisión global difunde, pero la aparición de esta problemática en los programas locales funciona como un reforzador de la diferencia local/nacional y de la euforia de lo local en tanto este problema en Río Cuarto es siempre de menor envergadura. La corrupción y la falta de credibilidad en políticos e instituciones es una tópica dominante en el panorama mediático nacional pero su fluir en la programación televisiva local funciona una vez más para destacar la euforia de lo local y la disforia de lo nacional: la ciudad es un espacio de convivencia feliz y "los legisladores nacionales están siempre ocupados en otras cosas que consideramos que son menos importantes" ("La Trama").

  3. Podría decirse que en los programas locales lo nacional marca en muchos casos su

presencia precisamente a partir de su ausencia en el marco del establecimiento de una oposición local/global.

Si como dice Laclau (1993) una identidad se refuerza a partir de la amenaza de otras identidades construidas negativamente, en los programas locales es lo global percibido como una amenaza lo que fundamenta el sentimiento de exclusión generador de una resistencia local que se refuerza en las referencias a los propios lugares y símbolos. Lo local y lo nacional se confunden bajo la figurativización de "la sociedad argentina" y el nosotros nacional se carga de valores positivos. La desterritorialización que una cultura nacional presupone para liberar a los sujetos de tradiciones regionales e integrarlos a una identidad nacional (Ortíz, 1997) se pone de manifiesto a través de una construcción dualística en la que "lo nuestro" -"nuestro país", "nuestras leyes"- se enfrenta sistemáticamente a un otro-no nacional disfórico configurado en lo global.

Ahora bien, en la necesidad de custodiar la eufórica identidad local, lo nacional se desdibuja estableciendo una dicotomía entre "los problemas severos que trae la globalización" ("La Trama") y sus consecuencias palpables en el ámbito de la ciudad. El nexo entre la caída del estado-nación, la identidad nacional y el proceso de globalización (Ortíz, 1997. García Canclini, 1997) es el argumento que legitima en los programas locales la exclusión del otro-global. La globalización es el efecto indiferenciador no deseado cuyas múltiples y negativas consecuencias recaen también sobre el ámbito feliz y armónico de la ciudad. La vinculación de los jóvenes con su patria, "rasgos de la nacionalidad dignos de ser respetados", "se está olvidando (...) y las fiestas patrias ya no convocan como antes" ("La Trama"). Otro ejemplo lo constituye el tratamiento en programas locales de una problemática nacional recurrente, la "crisis económica", pero cuando "la constante falta de recursos" es focalizada desde una educación pública debilitada frente a escuelas privadas más eficientes, implícitamente la nostalgia por el estado-nación protector se pone de manifiesto y la influencia global de políticas neoliberales es evocada como una realidad no deseada.

La percepción nefasta de los efectos de la globalización se hace evidente cuando se la construye como la responsable de los otrora orgullos nacionales. Tal es el caso del debilitamiento de la clase media en el país y en la ciudad que "Que con esta globalización ha caído para abajo y sólo unos pocos han caído hacia arriba (sic)" ("La Trama"). Similar es la perspectiva cuando se trata de la problemática de la vivienda presentada como una inquietud que aqueja a todo el planeta pero que, sin embargo, en el país y en particular en Río Cuarto es consecuencia de la globalización: "localizarse en el tiempo y en el espacio (...) al menos acá en la Argentina es así, y así lo ha visto la gente de Río Cuarto también, con el problema de la vivienda (...) en la Argentina también la gente busca localizarse", dice Salguero, el conductor de un programa local.

En el mismo sentido otras cuestiones abordadas por la televisión nacional y global como la eutanasia, la violencia familiar, la drogadicción, la adolescencia, la participación democrática, etc. fluyen en los programas televisivos locales destacando insistentemente la euforia de lo próximo y la disforia de lo lejano. Río Cuarto es original, única y siempre mejor y lo típico de un problema es aquí siempre diferente.

Sin embargo, no podemos obviar mencionar el hecho de que frecuentemente las referencias simbólicas globales se cargan de prestigio y funcionan como referentes comparativos en la mención de estadísticas sobre variadas cuestiones que muestran lo que ocurre en Estados Unidos, Canadá o Inglaterra; o se ilustran problemáticas a partir del fragmento de un film generalmente estadounidense y de circulación global; o se alude eufóricamente al desarrollo tecnológico o científico, a la industria del cine y la música. No obstante, aún en estos casos es la perspectiva local, la del vecino encuestado callejeramente o la del televidente que llama por teléfono la que se privilegia.

Para Ien Ang (1998) en este mundo globalizado ya no es posible concebir una identidad local fuera de la dinámica de los cruces, no obstante, esto no significa que estas vinculaciones no sean "momentos fugaces" que exigen reconocer los momentos de desconexión real para poder aprehender a lo local en la contingencia contextual en la que es distintivamente constituido. Es desde esta perspectiva que el análisis de un corpus discursivo compuesto por programas televisivos, producidos en una ciudad particular, revela una construcción eufórica de lo local anclada en los lazos afectivos que unen a los vecinos de una comunidad. La intensificación de lo local configurada fundamentalmente a través del contrato de lectura que los discursos proponen funciona como un modo de custodiar una identidad distintiva. Esto no implica negar las influencias extra-locales, ya sea nacionales o globales. De hecho, las retóricas y tópicas nacionales y globales se hibridan en los discursos locales en un diálogo que asume características diversas. Lo nacional y lo global se entretejen a lo local para asimilarse a éste en nuevas resemantizaciones o para diferenciarse a partir de la construcción de un otro negativo que resulta útil a la resistencia que refuerza a lo local como un mundo feliz sin quiebres ni diferencias.

Notas:

1- Docente e investigadora del Departamento de Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto. Email: arizzo@hum.unrc.edu.ar

2- Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación "Regionalización, medios de comunicación e identidades locales" aprobado y subsidiado por SECYT-UNRC.

3- Un mensaje situado es aquél emitido por alguien, dirigido a alguien en una situación particular.

4- Imagen del productor del discurso construida en el texto.

5- Imagen del interpretante del discurso construida en el texto.

6- Verón (1984) distingue el "enunciado" o lo que es dicho, de la "enunciación" o sus maneras de decirlo y son las modalidades del decir las que construyen el "contrato de lectura": un enunciador, un enunciatario y la relación entre ambos que el discurso propone.

7- Esto no implica que "el sujeto del enunciado", "aquellos que se dice" escape a esta mirada que privilegia lo cercano, sin embargo, los primeros resultados de este estudio se centran principalmente en la configuración de la afectividad y de la cohesión comunitaria que se pone de relieve a través del dispositivo de la enunciación.

 

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