RUIDO? NO, GRACIAS.

El ruido ha dejado de ser el precio que el ciudadano paga al desarrollo para convertirse en un elemento medidor de calidad de vida.
El incremento de los medios de transporte, el desarrollo industrial y la extensión entre la población de lo que se ha dado en llamar "cultura ruidosa" han incidido en el número de decibeles a los que el individuo está expuesto. Lo que los científicos definen como la "percepción sonora no deseada" por el receptor se ha convertido en un agente contaminante de primera magnitud que las autoridades españolas pretenden solucionar con la elaboración de mapas acústicos y la adopción de medidas protectoras, ejemplo que debería cundir.
El ruido, según la totalidad de las encuestas realizadas en países industrializados, se ha convertido en una de las principales causas del deterioro de la calidad de vida. Y, seguramente, en los países en vías de desarrollo, también. Lo que en un principio se consideraba como un "tributo" al desarrollo y a los avances de la civilización, ahora es un agente causante de trastornos psicológicos y físicos. Hay informes europeos que señalan que el aumento del nivel de ruido en los últimos quince años es el resultado de la confluencia de tres circunstancias: se ha registrado un incremento espectacular del parque automovilístico en los países industrializados (y en los no tanto), la urbanización se ha extendido cerca de un 50 % y el movimiento aéreo se ha cuadruplicado. Todo, en líneas generales, claro está.
"A mediados de los años 70, el 15 % de la población de los Estados de la Comunidad Europea estaba expuesto a niveles superiores o iguales a los 65 decibeles (intensidad tolerable de ruido) proporción que era mucho más elevada en los núcleos urbanos, donde se sobrepasaba el 50 %. Actualmente, más de 130 millones de personas están soportando esos elevados niveles sonoros", afirma Isabel López Barrios, psicóloga de la Unidad de Acústica Ambiental del Instituto de Acústica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
La molestia que siente el individuo en relación con el ruido no tiene nada que ver con los niveles a los que está expuesto. Todo depende de variables subjetivas de sensibilidad y de percepción del ambiente. El nivel aceptable de ruido se sitúa en 65 decibeles, y se considera que, a partir de los 80 Db. la molestia es unánime y puede afectar a la salud del individuo, en su aparato auditivo y en su sistema nervioso central. Sin embargo, desde el punto de vista psicológico, el ruido provoca irritabilidad, agresividad, fatiga, etc. Si bien algunos expertos creen que las alteraciones mencionadas se relacionan con desórdenes mentales, se puede decir que el ruido favorece indirectamente la aparición de trastornos mentales que, en conjunción con otros factores ambientales inductores de estrés, puede desencadenar neurosis y alteraciones más profundas en el individuo.
El ruido actúa directamente sobre el cerebro produciendo una serie de efectos en el organismo que inciden en las funciones circulatoria, cardíaca, respiratoria y de secreción de hormonas, entre las que se destaca la adrenalina. Precisamente la secreción de esta sustancia provoca hiperestimulación y sobreexcitación y puede ser motivo de conductas "desorganizadas".
Pese a que al hablar de ruidos siempre se piensa en los provocados por la tecnología, el hombre es uno de los principales agentes causantes de ruido. "Hoy en día se han marcado unos rasgos culturales que obligan a las personas a manifestarse en forma ruidosa", dice la especialista antes citada. "El individuo siente una necesidad imperiosa de hacerse notar y sobresalir para llamar la atención del resto de las personas y, para ello, no duda en comportarse en forma ruidosa". "Además", continúa, "el comportamiento de las personas viene más marcado por la cultura en la que están inmersas. Así, por ejemplo, podemos reconocer, muy básicamente, dos culturas: una ruidosa y otra silenciosa. La primera corresponde a los países mediterráneos, entre los que se encuentra España. Son lugares donde, por sus condiciones naturales y climáticas, en determinadas épocas del año se "vive" en la calle y se hace una vida social intensa. La cultura silenciosa se localiza en los países del Norte, donde habitualmente las personas están más metidas en sus casas y acostumbran guardar silencio. En este sentido, el mayor porcentaje de ruidos registrado en la cultura "ruidosa" es social (voces, gritos, etc.) mientras que en la "silenciosa" abundan los ruidos de tipo tecnológico", concluye.
El individuo traslada el paisaje sonoro, entendiéndose como tal el conjunto de sonidos que se dan en un determinado contexto. Y el deterioro ambiental está comprobado. Sin embargo, pocos países han reaccionado ante esta llamada de atención porque el ruido es insidioso, pero en raras ocasiones provoca catástrofes, y porque se requiere una gran inversión económica para solucionar un problema que, hasta ahora, no se había considerado como tal.
La lucha contra el ruido exige una aproximación en conjunto que se ocupe a la vez del ruido y de la fuente que lo produce. Y ello obliga a un compromiso por parte de industriales, constructores, urbanistas, transportistas y usuarios de vehículos, entre otros. Se trata pues de actuar sobre las técnicas y sobre los comportamientos.
En el caso del tránsito urbano, por ejemplo, no en todos los países se realizan verificaciones de ruido emitido por los automóviles y/o se imponen sanciones correctoras. O el límite aconsejado de 65 dB. -en apariencia, el que "debe ser"- no se aplica en todas partes. Claro, para otros, 85 dB es lo máximo. En vísperas del año 2000, el ruido se ha convertido en uno de los principales problemas ambientales que, una vez satisfechas todas las necesidades vitales de la población, urge solucionar. Y aquí se sugieren algunas medidas: desarrollo de una verdadera estrategia nacional, coordinada con los niveles regionales y locales; mejor aplicación de reglamentos; generalización del uso de instrumentos económicos como cánones y ayudas financieras (caso "smog", en EE.UU.); actuación sobre los comportamientos con la organización de campañas anti-ruido y programas de educación sonora en la escuela; y reducción del ruido emitido por los vehículos.
Sólo con la adopción urgente de estas medidas se podrá frenar el aumento de la contaminación sonora y evitar una mayor degradación del medio ambiente. En todo el mundo.
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