LOS YÁMANA
Grupo indígena que habitó Tierra del Fuego, se caracterizaba por su baja estatura, de 1,58 m, promedio. Contrariamente a los robustos Onas -del nordeste de la provincia austral, y con quienes estaban emparentados-, tenían aspecto "desequilibrado": tórax y brazos solían estar bien desarrollados, pero los miembros inferiores parecían enclenques, y, por lo general, las facciones resultaban disarmónicas ante ojos acostumbrados a los cánones europeos. La fuerza de su musculatura, sin embargo, no era desdeñable.
Algunos hábitos y costumbres
Eran canoeros, consumían tanto guanacos como lobos marinos, aves y peces. Hacían uso preferentemente de arpones, y muy escasamente de arcos y flechas. Su vestimenta no pasaba de un "cubresexo" y de una corta y dura capa de cuero, generalmente de lobo marino, que les cubría la espalda a medias. Andaban casi siempre descalzos. Sus viviendas eran chozas de troncos y ramas de forma cónica, y su lenguaje era sonoro y rico en vocales.
En 1884, el inglés Thomas Bridges efectuó un censo de los Yámana: sumaban alrededor de mil. Estimó que, en los buenos tiempos, ese número podría haber sido tres veces mayor. Su territorio se extendía desde la península Brecknock hasta bahía Slogett, y desde el Beagle hasta el Cabo de Hornos. Los Yámana eran nómades; en raras ocasiones pasaban más de unas pocas semanas en un mismo lugar. Una vez que habían consumido lo mejor de los alimentos allí disponibles, se trasladaban a algún sitio próximo. Sus desplazamientos se producían en grupos pequeños, de dos a tres familias, y sólo en casos excepcionales esta cantidad aumentaba.
Sin embargo, sus vagabundeos no eran ilimitados: la existencia de cinco dialectos indica la de otras tantas delimitaciones geográficas cuyos habitantes no acostumbraban sobrepasar. Por ejemplo, el grupo indígena de Ushuaia visitaba también el canal Murray y las costas del Beagle desde Yendegaia hasta cerca de la isla Gable, pero no mantenía buenas relaciones con sus vecinos de más al este y más al oeste.
La costa, el mar y la búsqueda de alimentos
La vida de los Yámana se desarrollaba en la costa y en el mar; rara vez penetraban en tierra más de unos pocos centenares de metros. En esa región fueguina, el mar suele encresparse sin previo aviso, y tornarse amenazador para embarcaciones frágiles; las canoas de los Yámana eran endebles construcciones de varillas de madera revestidas con planchas de corteza, en las que el agua ingresaba en abundancia. Las costas del Beagle y de las islas suelen ser abruptas y acantiladas, y el tránsito por tierra es fatigoso; por ello, la facilidad de traslado y de transporte de sus pertenencias en las canoas compensaba el riesgo permanente de la aventura. En el centro de la canoa siempre ardía un fuego, sobre piedras y tierra; la mujer, sentada a popa, lo cuidaba mientras gobernaba la marcha de la embarcación, en tanto el varón se ubicaba adelante, presto para capturar lobos marinos o nutrias que se pusieran "a tiro" de su arpón.
Actividades también femeninas eran las de amarrar las canoas en las franjas de cachiyuyos(1) paralelas a la costa, capturar peces y recolectar mariscos y centollas. No se puede hablar de auténtica pesca, pues usaban medios muy ineficaces; desconocían anzuelos y redes, y se limitaban a tomar con la mano los peces que engullían un cebo colgado de una línea. Los mejillones eran recogidos a mano durante las mareas bajas; en tanto, con ayuda de largas horquillas de dos tipos diferentes se obtenían lapas, erizos de mar y centollas. Las mujeres no buceaban para conseguir estos alimentos.
Los varones, en cambio, usaban arpones de punta separable para cazar desde las canoas, garrotes de madera para capturar en tierra lobos marinos y aves, y arpones de punta fija para atacar a los guanacos; esperaban a éstos últimos ocultos en árboles que dominaban los senderos recorridos por esos animales. Con frecuencia usaban hondas de revoleo; también capturaban aves con trampas de lazo, o simplemente a mano, sorprendiéndolas dormidas de noche.
La cestería, una de las actividades
Éste era un pueblo de cesteros relativamente hábiles: confeccionaban cuatro tipos diferentes de canastos de junco entretejido, ayudándose con punzones confeccionados con huesos de ave aguzados. También usaban bolsos y bolsitas de cuero y de pellejo, y baldecitos de corteza. Para extraer esta última de los árboles, los varones usaban largas palancas biseladas de hueso de ballena; a las mujeres estaba reservada una suerte de cincel constituido por un hueso de guanaco. Puntas de arpón, cuñas de partir madera y cuentas de collar eran similares a las que la Arqueología ha hallado.
Adornos, música y matrimonio
Los Yámana gustaban de adornarse con collares y con pintura roja, negra y blanca, que podía revestir significados simbólicos. A veces cantaban melodías monótonas pero sugestivas, o danzaban en forma sencilla. El matrimonio era inestable: las parejas se deshacían y recomponían con frecuencia, y la bigamia -e inclusive la poligamia- eran tomadas como naturales.
Ejemplo de adaptación
Fue un pueblo que no avanzó mucho por el camino del progreso material, pero no por ello fueron semihombres embrutecidos. Por el contrario, constituyeron un buen ejemplo de adaptación al litoral del mar y sus recursos, un ambiente que condicionaba toda su existencia. No estuvieron arrinconados en un ambiente hostil debido a su inferioridad cultural, como durante mucho tiempo se sostuvo; una vez logrado un estado satisfactorio de adaptación, si no progresaron más fue, probablemente, porque, ante la riqueza de recursos naturales y la falta de presiones externas, no sintieron incentivo para hacerlo.
Sin embargo, aunque no sufrieron el flagelo del alcohol, como otros pueblos al entrar en contacto con los europeos, sí vieron disminuir sus recursos alimenticios y fueron atacados por enfermedades (tuberculosis, sarampión, sífilis) contra las que no tenían anticuerpos ni forma de defenderse. De mil que eran en 1884, al año siguiente quedaba la mitad, y en 1924 menos de cincuenta personas.
Así, abatidos por una civilización a la que no podían comprender -y que implacablemente les hacía ver, por todos los medios posibles, que no necesitaba de ellos- la muerte étnica de los Yámana se produjo mucho antes de que desaparecieran físicamente sus últimos representantes.
(1) Arbol cuya ceniza se usa en jabonería.
Fuente: Los Yámana; ProCiencia/Conicet-Ministerio de Cultura y Educación de la Nación.
Selección y adaptación: Lic. Enrique A. Rabe -Area de Comunicación Social del Centro Regional de Investigación y Desarrollo de Santa Fe (Ceride)-.
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