Reducir Texto Noticia Ampliar Texto Noticia Las empresas de base tecnológica

Dr. Alberto E. CassanoPor el Dr. Alberto E. Cassano (*)

Resulta cada vez más repetido escuchar el término Empresas de Base Tecnológica. Tienen una denominación atractiva porque están particularmente asociadas, en forma casi natural, con la generación de productos o servicios de interés económico o social de alto valor agregado. Es posible indagar acerca de una definición de lo que significa ese “nombre” y, aun entre expertos, se encontrarán varias; tal vez ninguna equivocada, pero muy posiblemente también, casi todas incompletas.

Gran parte del interés suscitado por las denominadas empresas de base tecnológica (EBT) procede de la observación de que especialmente en EE.UU., durante el período 1970-1985 y nuevamente, a partir del año 1995 con la biotecnología, algunas de ellas han tenido un éxito económico asombroso. De igual forma, a finales de la década de los 90, estos emprendimientos suponían en la Unión Europea aproximadamente el 13% del total de las nuevas empresas creadas y ha seguido creciendo sostenidamente. Evidentemente, y es hasta cierto punto lógico, menos se habla de los fracasos (entendidos como la tasa de desaparición pasados 5 años desde su creación), cuyo porcentaje es realmente muy elevado y bastante mayor que el de los éxitos. Incluso en este caso, es bueno señalar, que las nuevas EBT surgidas desde otras empresas preexistentes (denominados “spin-off corporativos”) tienen una tasa de fallo alrededor de un tercio de la que presentan otras que nacen más autónomamente. Las principales razones son: (i) el mejor conocimiento del mercado y el negocio y (ii) la disponibilidad de suficiente capital como para diversificar la inversión en varios y diferenciados proyectos simultáneos y el éxito de uno solo, es más que suficiente para pagar con creces el riesgo asumido.

La necesidad de valorizar en beneficio de las propias instituciones científico-tecnológicas los resultados de la actividad de investigación y desarrollo (I+D) pública, promoviendo la generación de nuevas empresas, es muy evidente. En algunos casos, los frutos obtenidos en la exploración, no sólo aplicada sino también básica, pueden generar rápidamente nuevos productos y procesos de llamativo interés económico o social. Los ejemplos de las tecnologías de la información, la biotecnología y muy pronto se verán en las nanotecnologías, son emblemáticos, y las nuevas políticas de algunas Universidades, el CONICET y otros organismos sectoriales igualmente importantes como por ejemplo el INTA, el INTI, la CNEA para citar instituciones muy conocidas, promoviendo la innovación, apuntan a ello.

Un criterio que deber ser asimilado es que la vieja asociación de la innovación con las tecnologías duras es una noción obsoleta. Las tecnologías blandas (un típico ejemplo son las tecnologías educativas) también integran el conjunto y pueden ser motivo de interés para una actividad empresarial de estas características.

En Santa Fe

Los atributos a tener en cuenta a la hora de caracterizar a una empresa como “de base tecnológica” difieren considerablemente según el o los criterios con los que es analizada. Este es un aspecto de suma importancia por la frecuencia con que ha sido comenzado a usarse este término, tanto en los medios públicos como privados y, muy especialmente, en organismos de financiamiento de distinta naturaleza, sin que exista un acuerdo claro sobre su significado. Hace menos de un año, coordinada por el PTLC Sapem, se llevó a cabo una acción conjunta con la Universidad Nacional del Litoral y el apoyo del CCT CONICET Santa Fe, procurando alcanzar, mediante una encuesta virtual enviada a diferentes sectores de la sociedad y que tuvo una muy buena acogida, una definición consensuada y lo más precisa posible de la misma.

Para alcanzar el objetivo propuesto se definieron quince criterios que fueron sometidos a la consulta virtual con la posibilidad de que aquellos que la respondieran pudieran sugerir cambios a su formulación o agregar otros. Participaron de la encuesta empresarios (30%), investigadores y profesores (30%) y otros opinantes no pertenecientes a los dos sectores anteriores (40%).

Al hacer el análisis de las respuestas, logró asentimiento la decisión de clasificar la aceptabilidad de los componentes que la podían definir en tres grupos: (i) Un primer conjunto formado por los criterios que habían alcanzado, como mínimo, un 95% de consenso. (ii) Otro en los que las categorías habían alcanzado hasta un 50 % de aceptación y que podían calificarse como importantes y/o complementarios y (iii) Una tercera fracción por debajo de este nivel, que fue interpretada como un rechazo a que fueran usados para su inclusión en la definición.

Criterios esenciales

Sobre esta base, fue posible definir casi inequívocamente que una Empresa de Base Tecnológica debe reunir los siguientes requisitos esenciales: (1) Que su actividad requiera el uso intensivo del conocimiento y todas las formas modernamente reconocidas de las tecnologías. (2) Que su actividad debe basarse en innovaciones de productos o procesos o servicios o diseños o sistemas de mercadeo o métodos organizacionales para prácticas productivas o comerciales. (3) Que su actividad debe tener un discernible valor agregado económico o tratarse de un emprendimiento de reconocido interés social (que también puede ser cuantificado económicamente). (4) Que entre sus objetivos tenga la mejora continua de sus productos o procesos o servicios o diseños o sistemas de mercadeo o métodos organizacionales. (5) Que entre sus objetivos tenga la permanente incorporación de nuevas innovaciones de tecnologías duras o blandas, de alto atractivo económico o social y (6) Que por las características de la innovación a implementar, posea la capacidad de generar mayor competitividad en el mercado.

Éste pasó a ser, al menos en nuestro criterio, el “todo consistente” de características sine qua non para que un emprendimiento pueda calificarse como EBT.

Un segundo conjunto importante de características incluyen: (1) Que la innovación que se analiza debe representar un progreso al menos incremental en relación al conocimiento previo preexistente sobre la materia y (2) Que algunas de las tecnologías a implementar pueden no estar totalmente desarrolladas en el momento de la constitución de la empresa, pero que no pueden ser las únicas.

Reflexión

Complementariamente, con prácticamente igual nivel de consenso que en el caso inmediato anterior se obtuvo un grupo de respuestas que deberían llamarnos poderosamente la atención cuando pretendemos alentar el desarrollo local, porque dan lugar a entender mucho más claramente la cultura empresaria y servirían para aportar proactivamente a su mejor desarrollo. Y, muy especialmente, para ser tenidas en cuenta por los integrantes del tan a menudo citado alto grado de desarrollo del sector de producción de nuevos conocimientos de nuestra ciudad. Ellas fueron: (1) Que para cumplir lo requisitos indicados anteriormente, se puede recurrir para adquirir las innovaciones a cualquier oferente que las pueda proveer aunque sólo transmita el “know-how” para llevarlas a cabo y no la totalidad del conocimiento existente en ellas. (2) Que en nuestro país, y en particular las empresas pequeñas y medianas, por diversos motivos, consideran que no necesariamente la mejor opción para incorporar innovación se puede dar cuando el proceso se lleva a cabo dentro de la propia empresa y (3) Que de ninguna manera las contrataciones externas para alcanzar las innovaciones deben hacerse preferentemente en el denominado Sistema Científico, Tecnológico y de Innovación del país, sino en el lugar que ofrezca la mejor y más económica solución. Estas tres opiniones, con un muy significativo grado de anuencia, contienen una gran riqueza fáctica que no puede ser ignorada. Pero a la vez, están indicando la apertura de oportunidades que no deberían ser desaprovechadas. Y de alguna manera, casi escondido detrás de una gran parte de estas afirmaciones, está el verbo competir.

Finalmente, no fueron considerados aspectos definitorios de especial interés, los siguientes: (1) Los antecedentes en el grado de desarrollo innovativo alcanzado en el pasado por una empresa ya constituida. Lo que indica que lo que importa es la situación temporal actual del grupo empresario y no tanto su pasado. (2) Que no es una ventaja para calificar la empresa como de base tecnológica, la localización geográfica de la radicación. Lo que significa que la incorporación del nuevo conocimiento no puede constituir solamente una innovación “geográficamente localizada”, sino que debe tratarse de una actividad competitiva en cualquier mercado y (3) Que introducir innovaciones exclusivamente culturales no son elementos válidos para calificar a una empresa como de base tecnológica.

Personalmente debo confesar que los puntos (2) y (3) de estas respuestas que quedaron clasificadas y ordenadas de esta forma con criterios estrictamente estadísticos, no dejaron de generarme, aunque sea reducido, un cierto grado de preocupación. Pero no es mi tarea en esta nota, hablar de políticas.

Resumiendo, si los deseamos usar, aunque más no sea regionalmente, tenemos algunos criterios que con seguridad, por el método empleado, han perdido en gran medida subjetividad. Y eso no deja de ser un resultado valioso.

Estos aspectos son de suma importancia para cuando en una próxima contribución, se aborde el tema de los aportes necesarios por parte del sector financiero para constituir empresas o asociaciones destinadas a proveer el Capital para la Innovación en EBT.

El sector financiero y el capital para la innovación

Los inversores para concretar una empresa de base tecnológica

Una de las barreras más conocidas para la aparición de nuevas empresas de base tecnológica es la falta de existencia del capital necesario para llevar a cabo sus actividades. Dado el alto nivel de riesgo tecnológico en el desarrollo de sus productos, el recurso a la financiación procedente del sistema financiero tradicional no es muy elevado y sólo existen algunos casos aislados muy recientes, ya que éste no asume el alto riesgo asociado, a pesar de que los retornos pueden ser también muy elevados.

Debido a ello, se han generado mecanismos de financiación adecuados para estas empresas. Hemos acordado con los diferentes grupos que participan del desarrollo de la actividad emprendedora en nuestra región que la denominación inglesa Venture Capital podía ser sustituida por Capital para la Innovación con el objeto de cambiar la poco atractiva designación de la traducción literal. Se distinguen para él tres fases diferenciadas, universalmente aceptadas:

I) Capital semilla (seed capital). Esta financiación es la que permite que la nueva empresa pueda surgir. Se vincula con las etapas de exploración y nacimiento.

II) Fondos de arranque (start-up funds). Aparecen una vez que la empresa se ha creado y se requiere una segunda ronda de financiación para poder crecer y desarrollarse en su fase de lanzamiento hasta un tamaño que asegure su supervivencia.

III) Fondos de consolidación (expansion/buy out). Aparecen en los procesos de maduración de las empresas con el fin de financiar su expansión en otras zonas geográficas o para atender necesidades de producción muy superiores o para intentar su incorporación a la cotización de sus acciones en la bolsa.

Es obvio que lograr capital para las dos primeras es el desafío más difícil.

Las características del Capital para la Innovación

Las principales características se pueden resumir así:

I) Las inversiones se hacen preponderantemente en pequeñas y medianas empresas, que sean compañías jóvenes con alto potencial de crecimiento.

II) Las inversiones se llevan a cabo generalmente mediante participación en las acciones o con opción a que el capital aportado se convierta en acciones.

III) Las inversiones suelen significar en general un grado de riesgo importante.

IV) El riesgo se compensa con un alto retorno de la inversión e importantes ganancias de capital en el mediano plazo.

V) No se concibe como una inversión pasiva suministrando préstamos, sino que coopera en el manejo gerencial empresario. Es decir, no sólo se provee capital, sino también asistencia en el manejo de la firma.

VI) Se prefiere invertir en empresas en las que exista un fuerte compromiso entre los dueños y sus empleados para alcanzar el objetivo buscado.

Los principales usos se pueden describir así:

I) Para probar la factibilidad del proyecto en las etapas iniciales del desarrollo.

II) Para financiar el lanzamiento hasta que aparecen los primeros retornos comerciales.

III) Para financiar la expansión de la empresa una vez que aparecen los balances positivos.

IV) Para aportar créditos puente, temporarios, para facilitar la operación de introducir acciones de la compañía en el mercado de valores.

V) Para ayudar a financiar la compra de la compañía por parte de las personas que la operan: gerentes, empleados y operarios.

El tetraedro del desarrollo

La introducción de este factor ha tornado de alguna forma anticuado (1) el conocido Triángulo de Sábato. Por este motivo, en el año 1989 propuse su sustitución por una figura que tuviera las mismas virtudes, pero más completa, que denominé el Tetraedro del Desarrollo que incorporaba el vértice Financiero a la figura geométrica de Jorge Sábato.

Todos sus vértices interactúan entre sí generando una interrelación virtuosa para el desarrollo de las empresas productoras de tecnologías duras y blandas.

Pensando en nosotros

Las actitudes emprendedoras están también evolucionando en la Argentina. Como resultado, no sólo se ha incrementado la vocación por desarrollar nuevos mecanismos para el Capital de Innovación, sino que en los últimos años ha sido capaz de atraer fondos locales o regionales, superando los subsidios gubernamentales dedicados a asistir a las Pymes. Muy gradualmente, algunos de estos fondos proceden de las propias grandes empresas que, al mismo tiempo que han reducido su esfuerzo interno, han tercerizado parte de sus actividades de investigación y desarrollo y han creado fondos propios de capital para la innovación, con los que han promovido el nacimiento de nuevas empresas de base tecnológica (Spin-off corporativos).

Las grandes empresas tienen algunas ventajas: (I) tienen recursos propios y la posibilidad de reducir el riesgo distribuyendo la inversión en varios proyectos y (II) tienen organizadas sus cadenas de distribución y disponen de un mayor conocimiento del mercado. Por otro lado, su propia cultura interna habitualmente las limita a moverse dentro de fronteras relativamente conocidas, con lo que de alguna forma su aptitud innovativa suele estar mucho más circunscripta. Las empresas más pequeñas, de base tecnológica, en cambio: (I) suelen tomar nuevas ideas de sus proveedores y clientes, (II) procuran llegar al mercado de inmediato porque suelen carecer de capital para proteger adecuadamente sus derechos de propiedad industrial, (III) normalmente son mucho más dinámicas y su habitual reducido tamaño les otorga gran flexibilidad y posibilidad de readaptarse rápidamente a circunstancias cambiantes y (IV) aportan con mayor frecuencia productos completamente nuevos, resultantes de una cultura de permanente búsqueda de nichos en el mercado.

Los grandes cambios producidos en las organizaciones nacionales de promoción científica y tecnológica y en algunas universidades, que las han llevado a valorizar la innovación, son una oportunidad que Santa Fe no debería desaprovechar. Para ello, es imprescindible que, como ya existen en la Capital Federal, aparezcan organizaciones orientadas a aportar Capital para la Innovación. La historia está cambiando; hoy, en el tablero, las piezas blancas están del lado de los inversores.

(1) Sin negar su originalidad en el momento en que fue propuesto y su profunda influencia en el tiempo.

Una de las barreras más conocidas para la aparición de nuevas empresas de base tecnológica es la falta de existencia del capital necesario para llevar a cabo sus actividades.

La necesidad del capital de innovación

En una primera contribución, se planteó una definición de las características de las empresas de base tecnológica (EBT) que, en resumen, son aquéllas sustentadas en la innovación que resulta usualmente de la aplicación del conocimiento a nuevas ideas para trasladarlas al mercado de usuarios. Estas empresas tienen un componente primordial en sus activos intangibles, tales como el capital humano y la madurez alcanzada, como para llevar a cabo innovaciones mediante la investigación y el desarrollo, en sus propias capacidades instaladas o accediendo a las de otros.

Más adelante, y continuando con la temática, se describieron las diversas formas que podía tomar el capital para la innovación, como una parte sustancial del “Tetraedro para el Desarrollo”, donde el sector financiero juega un rol fundamental. La pregunta que sigue de inmediato es ¿por qué es necesario el capital para la innovación?

El haber desarrollado no ya una idea sino aun una tecnología no es sinónimo de que la organización privada o pública que la ha generado sea capaz de darle valor mediante su introducción en el mercado. En muchos casos, estas tecnologías no lo alcanzan debido a diversos motivos, tales como: dificultades de financiación para acometer las inversiones ligadas a la fabricación, cambios en las expectativas o requisitos de potenciales usuarios que limitan el mercado inicialmente pensado, falencias en el proceso de industrialización a partir de los prototipos previos, pérdida de competitividad por la aparición de una tecnología alternativa, inexistencia de una cultura de comercialización o trabas legales no contempladas, que permitan convertirla en una actividad de carácter rentable económica o social. En este aspecto, la vinculación con empresas grandes o pequeñas, instituciones especializadas o grupos inversores, todos con experiencia en las etapas que deberían continuar, reducen el riesgo.

Los gobiernos de muchos países, no sólo los nacionales sino también los regionales (en nuestro caso provinciales), realizan esfuerzos para apoyar la creación de estas empresas, fundamentalmente en la financiación inicial aunque también mediante la creación de organizaciones dentro de los centros públicos que favorezcan su aparición. Una gran parte y seguramente la más importante, de las funciones de los parques tecnológicos es precisamente el soporte y la ayuda para la creación de estas nuevas empresas, intentando reducir las barreras para su nacimiento y desarrollo y minimizar los riesgos intrínsecos de esta nueva forma de actividad.

La minimización del riesgo

En cualquier caso, se está hablando de una actividad nueva que implica inseguridades y contingencias no siempre fáciles de anticipar. Con el objeto de minimizar el riesgo se diseñan estrategias para evitar los fracasos. En primer lugar, una actividad innovativa, no necesariamente nace, se desarrolla y cumple su ciclo productivo con el grupo que le dio vida. Existen otras posibilidades. Hidalgo Nuchera, reconocido experto español en el tema, menciona a título de ejemplo:

I) Innovación bajo demanda. El proceso de comercialización es impulsado por un usuario (cliente) que necesita utilizarlo. En este caso, la valorización está asegurada desde el comienzo.

II) Asociación con nuevas formas institucionales a través de parques tecnológicos.

III) Asociación con universidades u organismos de investigación y desarrollo que colaboren con los costos de los desarrollos.

IV) Adjudicación de licencias con o sin exclusividad. Comercialización de la tecnología, previamente protegida, a cambio de compensaciones económicas.

V) Venta a una tercera organización.

VI) Comercialización directa. Desarrollando su departamento de ventas y distribución. Es la más riesgosa, en especial si no se posee suficiente experiencia en el tema.

Pero en ningún caso se pasa en forma simple de una idea a una empresa productiva y menos más aún si es de base tecnológica.

Las fases de formación y el capital

Las empresas de base tecnológica atraviesan por un conjunto de fases que deben ser conocidas tanto por los tecnólogos como por los potenciales inversores:

I) Fase de exploración. Es la actividad que lleva a analizar una nueva idea y ejecutar todas las acciones necesarias para verificar su potencial factibilidad, culminando con un Plan de Negocios tentativo. De cualquier forma, una vez superada la primera instancia del desarrollo de una idea, es fundamental que la gestión de recurso tecnológico se convierta en un elemento fundamental, para asegurar el éxito de la empresa. En este aspecto, junto a la idea, el factor limitante por excelencia es el conocimiento del mercado potencial y la factibilidad del negocio. La gestión experimentada, puede provenir muy frecuentemente de instituciones especializadas, empresas preexistentes y en menor grado de centros de investigación o universidades. Ésta es la típica actividad de la Pre-incubación o la Incubación en un Parque Tecnológico. En estas etapas, el capital semilla, más frecuentemente a cargo del Estado, es fundamental.

II) Fase de nacimiento. El objetivo es iniciar las actividades y explorar la comercialización de los primeros productos o servicios reduciendo paulatinamente la dependencia con las empresas o centros de los que proceden. Al final de esta fase se supone que se ha encontrado y verificado un nicho de mercado en el que una nueva EBT puede desarrollar sus actividades y que, sobre esta base, ha logrado consolidar un plan de negocios verificado. El número de empleados necesarios suele, en general, requerir ya el acceso a fuentes de financiación privadas y/o ayudas públicas que van a cubrir la inversión necesaria desde actividades de investigación y desarrollo de la idea innovativa, hasta las pruebas de la factibilidad comercial. Esta fase es la más típica actividad de una incubadora de empresas en un parque tecnológico, con el objetivo bien definido de constituir la EBT. Acá intervienen tanto el capital semilla como el de arranque.

III) Fase inicial de lanzamiento. El objetivo es consolidar su presencia en el mercado, comenzando posiblemente también a vislumbrar un proceso de diversificación e intercambio de tecnologías con otras empresas. Los productos comienzan a estabilizarse y maduran mediante nuevas versiones. Se desarrollan las funciones de soporte a usuarios y mercadeo y aunque el número de empleados necesariamente crece, se mantiene un núcleo operativo de alta calificación. Para ello, se deben seguir recibiendo ayudas privadas o públicas muy selectivas para continuar el desarrollo de los nuevos productos o procesos o mejorar los existentes. Esta actividad puede ser llevada acabo con menor riesgo en las fases de pre-radicación de un parque tecnológico. Claramente estamos hablando del capital de arranque.

IV) Fase de consolidación. La nueva empresa de base tecnológica ya se percibe como una empresa consolidada, similar en servicios y competitividad a las establecidas previamente. Se teje una red de alianzas estratégicas para incrementar la presencia de sus productos y nuevos desarrollos, y alcanza un tamaño que le permite mantener su actividad con un cierto margen de seguridad. Aunque no es la única opción, ésta constituye la típica actividad de una radicación en un parque tecnológico. Y es evidente que desde el punto de vista financiero, no estamos refiriendo al capital de consolidación.

Por este motivo, mencionamos en la contribución anterior que sin la presencia del sector financiero, el desarrollo de una empresa de base tecnológica, salvo casos muy excepcionales o cuando se trata del “spin off” corporativo de otra gran empresa ya establecida, se torna casi una utopía. El creador de una idea y en mucho casos, las Pymes, por sí solas, no están en condiciones de afrontar las etapas antes descriptas. Y es aquí cuando surge la necesidad del “ángel inversor” que les tiende una mano que no está impulsada por la generosidad (que sería un error) sino porque vislumbra (sin certeza) la posibilidad de un negocio altamente rentable.

El sistema nacional de innovación

Un país rico es aquel en el que todos sus habitantes tienen satisfechas sus necesidades de desarrollo humano y, en consecuencia, forman entre todos ellos un Estado con sentido de Nación.

Cuando se habla de desarrollo nacional de un país, la primera pregunta que surge es: ¿para qué? Es evidente que la respuesta es relativamente sencilla. Se pretende el progreso social como una forma de concretar el bien común de todos sus habitantes. El progreso social se logra en consecuencia, mediante la búsqueda de ideas, conceptos y soluciones de avanzada, que conduzcan a la sociedad, hacia un desarrollo gradual y casi ilimitado, de sus aptitudes o capacidades espirituales, culturales, intelectuales y morales, de sus condiciones materiales de existencia para un desarrollo humano justo que contemple todas sus necesidades y, en general, el avance de la civilización y de sus instituciones como un conjunto, rechazando cualquier tipo de restricción o discriminación y, lógicamente, sin menoscabo del respeto de las garantías individuales, de libertad, independencia y el derecho inviolable a una calidad de vida digna.

De inmediato surge la segunda: ¿cómo se alcanza? La respuesta es única para todos los terrenos que hacen al desarrollo humano y se resume en dos palabras: innovación permanente, tomada en su sentido lato. Hablar de este tema tan complejo y completo escapa al objetivo de esta contribución, que se limitará a considerar un aspecto de la misma en su sentido bastante más restringido. Ello evitará que se piense que creo que con alcanzar este aspecto parcial del problema, se han resuelto todos los problemas que hacen a la felicidad del ser humano. Es tan sólo una ayuda indispensable dado que la camisa del hombre feliz ya sabemos que no existe.

La innovación conducente al progreso material y social

La innovación ha sido frecuentemente definida como la utilización de un nuevo conocimiento o un nuevo uso para el conocimiento existente, tal que, con la adecuada combinación de uno o varios de ellos, en un esfuerzo también innovativo, introduzca un conjunto de objetos en la comercialización o uso de bienes y servicios productivos o sociales, que permitan mantener o ganar competitividad en el mundo globalizado. Dentro de este sentido más estricto, el tercer interrogante es: ¿cómo se alcanza? Y aquí es donde se continúan manejando conceptos obsoletos tales como el pseudodivorcio entre al sistema científico-técnico y el sistema productivo o la realización de investigaciones que persiguen los paradigmas internacionales, en lugar de aquellas que contemplen las necesidades nacionales y regionales y otras tantas afirmaciones que, aunque tengan algún viso de realidad, por ser incompletas, son intrínsecamente erróneas. Desde el momento en que se comenzó a organizar e institucionalizar en la Argentina el sector de ciencia y tecnología para contribuir a su progreso social, se partió, con muy pocas excepciones, de un modelo antiguo y equivocado que estaba representado por la suma de dos errores muy graves: (i) La teoría de la existencia de una relación lineal entre investigación básica (1), investigación aplicada, desarrollo experimental (2) y la aplicación; y (ii) pensar que las soluciones para el desarrollo económico y social podían venir de la “oferta” del sistema científico-técnico.

Los países más desarrollados -y hoy gran parte del mundo-, desde hace mucho tiempo, saben que el cambio lo produce la innovación y que ésta no se alcanza con el modelo antes mencionado. Y además, que no existe innovación sin un Sistema Nacional o al menos Regional de Innovación.

Lo primero que se debe observar es que, sea o no de nuestro agrado, el proceso de globalización existe y lleva indefectiblemente a que la información casi instantánea sobre nuevos mercados y nuevos productos incremente fuertemente la competencia y, por lo tanto, resultan imprescindibles nuevas formas organizativas para manejar las distintas cadenas de producción y distribución. De la misma manera, obliga a mejorar el flujo de información relacionado con el desarrollo de nuevos conocimientos y sus aplicaciones para cubrir necesidades de un mercado cada vez más creciente y con urgencias más vertiginosas. Consecuentemente, los mecanismos de intercomunicación entre todos los actores pasan a ser una cuestión central, sin la cual cualquier pretensión de disponer de un sistema eficiente de desarrollo resulta una utopía destinada al fracaso. Estos elementos, unidos a las innovaciones en organización y mercadeo, forman un contexto operacional imprescindible para el crecimiento. (Ver cuadro)

Modernamente se ha afirmado con especial énfasis que la innovación organizacional y de mercadeo de las instituciones ha pasado a ser, con contadas excepciones, una condición previa, casi necesaria para que se produzca la innovación técnica.

El Sistema Nacional de Innovación

De inmediato se ha visto necesario introducir modificaciones a la caracterización de innovación anterior. Las mismas fueron enunciadas de la siguiente forma: la incorporación de nuevos o mejorados: (I) productos (bienes o servicios), (II) procesos, (III) diseños, (IV) sistemas de mercadeo y (V) métodos organizacionales para las nuevas prácticas productivas, comerciales y de relaciones externas o mejoras sociales; sea que ocurran a nivel de una o más empresas, como en regiones o países (3).

Todas ellas implican la existencia de actividades científicas, tecnológicas, de desarrollo, financieras, comerciales y de ordenamientos y ligazones interinstitucionales que conduzcan a la implementación de la misma. Para ello, debe existir un Sistema Nacional de Innovación que reúna a un conjunto de actores y relaciones que estén ordenados al principal objetivo de tornar competitivo un país.

Este sistema incluye, a título de ejemplo, sin pretender hacer una enumeración exhaustiva:

* Un sistema educativo básico moderno y eficiente,

* Un sistema universitario y las instituciones de ciencia y tecnología adecuadas y funcionalmente equipadas y presupuestadas.

* Los sistemas adecuados de entrenamiento de mano de obra especializada en todos los niveles.

* Las accesibilidad a bases de datos de conocimientos codificados.

* La adopción de estándares operacionales y de control del ambiente.

* La existencia de políticas de gobierno que favorezcan y estimulen la innovación. Además de un conjunto de medidas legislativas que la soporten, tales como:

- Leyes de patentes.

- Sistemas especiales de gravámenes impositivos.

- Reglas claras para la organización de la sociedades productivas.

- Una ley que posibilite, sin más trámites, que todos los organismos de ciencia, tecnología y servicios puedan coparticipar de sociedades comerciales sin limitaciones en su composición accionaria, como hoy ya lo podrían hacer las universidades nacionales.

- La existencia de un valor competitivo de la moneda para el intercambio comercial, sin llegar al proteccionismo que anule la necesidad de progresar para competir.

- La adecuada elaboración de las reglas y tarifas de los mecanismos de importación y exportación.

- Un sistema de licencias especiales largas con posibilidades de retorno a su trabajo para los investigadores que deseen formar su propio emprendimiento como resultado de su trabajo de innovación.

* La infraestructura de comunicaciones en todos los niveles.

* Las facilidades de interrelaciones flexibles, amplias y con variados grados de combinación, entre las fuentes capaces de originar el conocimiento empresario o de organizaciones de ciencia y tecnología y sus eventuales demandantes y usuarios.

* La existencia de procedimientos especiales de financiación entre los cuales se destacan especialmente los instrumentos que forman parte del Capital para la Innovación.

* Los procesos ordenados de accesibilidad a los mercados.

* Un sistema productor de bienes y servicios con actitud emprendedora y

Finalmente, la existencia de un ambiente competitivo estimulante de la creatividad.

Esto se puede resumir en lo siguiente:

La existencia de un empresariado competitivo, un estado moderno organizado, un sistema científico tecnológico creativo e innovador y un sistema financiero público y privado para aportar el capital de innovación. Es decir, disponer de un flexible y muy renovado Tetraedro de Desarrollo que ya fue explicado en uno de los artículos publicados en esta columna anteriormente.

De esta forma, se podrá ayudar a alcanzar el enunciado bien común del comienzo.

(1) A veces, confundida con “investigación pura”, que en realidad casi nunca existió.

(2) Así bautizado ya en la obsoleta (hoy modernizada) versión del Manual de Frascati publicado por la Ocde.

(3) Manual de Oslo publicado por la Ocde.

(*) INTEC (UNL y CONICET). Presidente del Directorio del PTLC-Sapem.

Fuente: Diario El Litoral, publicado en 4 artículos en mayo y junio de 2009.