Las empresas de base tecnológica
Por el Dr. Alberto E. Cassano (*)
Resulta cada vez más repetido escuchar el término
Empresas de Base Tecnológica. Tienen una denominación
atractiva porque están particularmente asociadas, en
forma casi natural, con la generación de productos o
servicios de interés económico o social de alto
valor agregado. Es posible indagar acerca de una definición
de lo que significa ese “nombre” y, aun entre expertos, se
encontrarán varias; tal vez ninguna equivocada, pero
muy posiblemente también, casi todas incompletas.
Gran parte del interés suscitado por las denominadas
empresas de base tecnológica (EBT) procede de la observación
de que especialmente en EE.UU., durante el período 1970-1985
y nuevamente, a partir del año 1995 con la biotecnología,
algunas de ellas han tenido un éxito económico
asombroso. De igual forma, a finales de la década de
los 90, estos emprendimientos suponían en la Unión
Europea aproximadamente el 13% del total de las nuevas empresas
creadas y ha seguido creciendo sostenidamente. Evidentemente,
y es hasta cierto punto lógico, menos se habla de los
fracasos (entendidos como la tasa de desaparición pasados
5 años desde su creación), cuyo porcentaje es
realmente muy elevado y bastante mayor que el de los éxitos.
Incluso en este caso, es bueno señalar, que las nuevas
EBT surgidas desde otras empresas preexistentes (denominados
“spin-off corporativos”) tienen una tasa de fallo alrededor
de un tercio de la que presentan otras que nacen más
autónomamente. Las principales razones son: (i) el mejor
conocimiento del mercado y el negocio y (ii) la disponibilidad
de suficiente capital como para diversificar la inversión
en varios y diferenciados proyectos simultáneos y el éxito
de uno solo, es más que suficiente para pagar con creces
el riesgo asumido.
La necesidad de valorizar en beneficio de las propias instituciones
científico-tecnológicas los resultados de la
actividad de investigación y desarrollo (I+D) pública,
promoviendo la generación de nuevas empresas, es muy
evidente. En algunos casos, los frutos obtenidos en la exploración,
no sólo aplicada sino también básica,
pueden generar rápidamente nuevos productos y procesos
de llamativo interés económico o social. Los
ejemplos de las tecnologías de la información,
la biotecnología y muy pronto se verán en las
nanotecnologías, son emblemáticos, y las nuevas
políticas de algunas Universidades, el CONICET y
otros organismos sectoriales igualmente importantes como por
ejemplo
el INTA, el INTI,
la CNEA para citar instituciones muy conocidas, promoviendo
la innovación, apuntan a ello.
Un criterio que deber ser asimilado es que la vieja asociación
de la innovación con las tecnologías duras es
una noción obsoleta. Las tecnologías blandas
(un típico ejemplo son las tecnologías educativas)
también integran el conjunto y pueden ser motivo de
interés para una actividad empresarial de estas características.
En Santa Fe
Los atributos a tener en cuenta a la hora de caracterizar
a una empresa como “de base tecnológica” difieren considerablemente
según el o los criterios con los que es analizada. Este
es un aspecto de suma importancia por la frecuencia con que
ha sido comenzado a usarse este término, tanto en los
medios públicos como privados y, muy especialmente,
en organismos de financiamiento de distinta naturaleza, sin
que exista un acuerdo claro sobre su significado. Hace menos
de un año, coordinada por el PTLC Sapem,
se llevó a
cabo una acción conjunta con la Universidad
Nacional del Litoral y el apoyo del CCT
CONICET Santa Fe, procurando
alcanzar, mediante una encuesta virtual enviada a diferentes
sectores de la sociedad y que tuvo una muy buena acogida, una
definición consensuada y lo más precisa posible
de la misma.
Para alcanzar el objetivo propuesto se definieron quince criterios
que fueron sometidos a la consulta virtual con la posibilidad
de que aquellos que la respondieran pudieran sugerir cambios
a su formulación o agregar otros. Participaron de la
encuesta empresarios (30%), investigadores y profesores (30%)
y otros opinantes no pertenecientes a los dos sectores anteriores
(40%).
Al hacer el análisis de las respuestas, logró asentimiento
la decisión de clasificar la aceptabilidad de los componentes
que la podían definir en tres grupos: (i) Un primer
conjunto formado por los criterios que habían alcanzado,
como mínimo, un 95% de consenso. (ii) Otro en los que
las categorías habían alcanzado hasta un 50 %
de aceptación y que podían calificarse como importantes
y/o complementarios y (iii) Una tercera fracción por
debajo de este nivel, que fue interpretada como un rechazo
a que fueran usados para su inclusión en la definición.
Criterios esenciales
Sobre esta base, fue posible definir casi inequívocamente
que una Empresa de Base Tecnológica debe reunir los
siguientes requisitos esenciales: (1) Que su actividad requiera
el uso intensivo del conocimiento y todas las formas modernamente
reconocidas de las tecnologías. (2) Que su actividad
debe basarse en innovaciones de productos o procesos o servicios
o diseños o sistemas de mercadeo o métodos organizacionales
para prácticas productivas o comerciales. (3) Que su
actividad debe tener un discernible valor agregado económico
o tratarse de un emprendimiento de reconocido interés
social (que también puede ser cuantificado económicamente).
(4) Que entre sus objetivos tenga la mejora continua de sus
productos o procesos o servicios o diseños o sistemas
de mercadeo o métodos organizacionales. (5) Que entre
sus objetivos tenga la permanente incorporación de nuevas
innovaciones de tecnologías duras o blandas, de alto
atractivo económico o social y (6) Que por las características
de la innovación a implementar, posea la capacidad de
generar mayor competitividad en el mercado.
Éste pasó a ser, al menos en nuestro criterio,
el “todo consistente” de características sine qua non
para que un emprendimiento pueda calificarse como EBT.
Un segundo conjunto importante de características incluyen:
(1) Que la innovación que se analiza debe representar
un progreso al menos incremental en relación al conocimiento
previo preexistente sobre la materia y (2) Que algunas de las
tecnologías a implementar pueden no estar totalmente
desarrolladas en el momento de la constitución de la
empresa, pero que no pueden ser las únicas.
Reflexión
Complementariamente, con prácticamente igual nivel
de consenso que en el caso inmediato anterior se obtuvo un
grupo de respuestas que deberían llamarnos poderosamente
la atención cuando pretendemos alentar el desarrollo
local, porque dan lugar a entender mucho más claramente
la cultura empresaria y servirían para aportar proactivamente
a su mejor desarrollo. Y, muy especialmente, para ser tenidas
en cuenta por los integrantes del tan a menudo citado alto
grado de desarrollo del sector de producción de nuevos
conocimientos de nuestra ciudad. Ellas fueron: (1) Que para
cumplir lo requisitos indicados anteriormente, se puede recurrir
para adquirir las innovaciones a cualquier oferente que las
pueda proveer aunque sólo transmita el “know-how” para
llevarlas a cabo y no la totalidad del conocimiento existente
en ellas. (2) Que en nuestro país, y en particular las
empresas pequeñas y medianas, por diversos motivos,
consideran que no necesariamente la mejor opción para
incorporar innovación se puede dar cuando el proceso
se lleva a cabo dentro de la propia empresa y (3) Que de ninguna
manera las contrataciones externas para alcanzar las innovaciones
deben hacerse preferentemente en el denominado Sistema Científico,
Tecnológico y de Innovación del país,
sino en el lugar que ofrezca la mejor y más económica
solución. Estas tres opiniones, con un muy significativo
grado de anuencia, contienen una gran riqueza fáctica
que no puede ser ignorada. Pero a la vez, están indicando
la apertura de oportunidades que no deberían ser desaprovechadas.
Y de alguna manera, casi escondido detrás de una gran
parte de estas afirmaciones, está el verbo competir.
Finalmente, no fueron considerados aspectos definitorios de
especial interés, los siguientes: (1) Los antecedentes
en el grado de desarrollo innovativo alcanzado en el pasado
por una empresa ya constituida. Lo que indica que lo que importa
es la situación temporal actual del grupo empresario
y no tanto su pasado. (2) Que no es una ventaja para calificar
la empresa como de base tecnológica, la localización
geográfica de la radicación. Lo que significa
que la incorporación del nuevo conocimiento no puede
constituir solamente una innovación “geográficamente
localizada”, sino que debe tratarse de una actividad competitiva
en cualquier mercado y (3) Que introducir innovaciones exclusivamente
culturales no son elementos válidos para calificar a
una empresa como de base tecnológica.
Personalmente debo confesar que los puntos (2) y (3) de estas
respuestas que quedaron clasificadas y ordenadas de esta forma
con criterios estrictamente estadísticos, no dejaron
de generarme, aunque sea reducido, un cierto grado de preocupación.
Pero no es mi tarea en esta nota, hablar de políticas.
Resumiendo, si los deseamos usar, aunque más no sea
regionalmente, tenemos algunos criterios que con seguridad,
por el método empleado, han perdido en gran medida subjetividad.
Y eso no deja de ser un resultado valioso.
Estos aspectos son de suma importancia para cuando en una
próxima contribución, se aborde el tema de los
aportes necesarios por parte del sector financiero para constituir
empresas o asociaciones destinadas a proveer el Capital para
la Innovación en EBT.
El sector financiero y el capital para la innovación
Los inversores para concretar una empresa de base tecnológica
Una de las barreras más conocidas para la aparición
de nuevas empresas de base tecnológica es la falta de
existencia del capital necesario para llevar a cabo sus actividades.
Dado el alto nivel de riesgo tecnológico en el desarrollo
de sus productos, el recurso a la financiación procedente
del sistema financiero tradicional no es muy elevado y sólo
existen algunos casos aislados muy recientes, ya que éste
no asume el alto riesgo asociado, a pesar de que los retornos
pueden ser también muy elevados.
Debido a ello, se han generado mecanismos de financiación
adecuados para estas empresas. Hemos acordado con los diferentes
grupos que participan del desarrollo de la actividad emprendedora
en nuestra región que la denominación inglesa
Venture Capital podía ser sustituida por Capital para
la Innovación con el objeto de cambiar la poco atractiva
designación de la traducción literal. Se distinguen
para él tres fases diferenciadas, universalmente aceptadas:
I) Capital semilla (seed capital). Esta financiación
es la que permite que la nueva empresa pueda surgir. Se vincula
con las etapas de exploración y nacimiento.
II) Fondos de arranque (start-up funds). Aparecen una vez
que la empresa se ha creado y se requiere una segunda ronda
de financiación para poder crecer y desarrollarse en
su fase de lanzamiento hasta un tamaño que asegure su
supervivencia.
III) Fondos de consolidación (expansion/buy out). Aparecen
en los procesos de maduración de las empresas con el
fin de financiar su expansión en otras zonas geográficas
o para atender necesidades de producción muy superiores
o para intentar su incorporación a la cotización
de sus acciones en la bolsa.
Es obvio que lograr capital para las dos primeras es el desafío
más difícil.
Las características del Capital para la Innovación
Las principales características se pueden resumir así:
I) Las inversiones se hacen preponderantemente en pequeñas
y medianas empresas, que sean compañías jóvenes
con alto potencial de crecimiento.
II) Las inversiones se llevan a cabo generalmente mediante
participación en las acciones o con opción a
que el capital aportado se convierta en acciones.
III) Las inversiones suelen significar en general un grado
de riesgo importante.
IV) El riesgo se compensa con un alto retorno de la inversión
e importantes ganancias de capital en el mediano plazo.
V) No se concibe como una inversión pasiva suministrando
préstamos, sino que coopera en el manejo gerencial empresario.
Es decir, no sólo se provee capital, sino también
asistencia en el manejo de la firma.
VI) Se prefiere invertir en empresas en las que exista un
fuerte compromiso entre los dueños y sus empleados para
alcanzar el objetivo buscado.
Los principales usos se pueden describir así:
I) Para probar la factibilidad del proyecto en las etapas
iniciales del desarrollo.
II) Para financiar el lanzamiento hasta que aparecen los primeros
retornos comerciales.
III) Para financiar la expansión de la empresa una
vez que aparecen los balances positivos.
IV) Para aportar créditos puente, temporarios, para
facilitar la operación de introducir acciones de la
compañía en el mercado de valores.
V) Para ayudar a financiar la compra de la compañía
por parte de las personas que la operan: gerentes, empleados
y operarios.
El tetraedro del desarrollo
La introducción de este factor ha tornado de alguna
forma anticuado (1) el conocido Triángulo de Sábato.
Por este motivo, en el año 1989 propuse su sustitución
por una figura que tuviera las mismas virtudes, pero más
completa, que denominé el Tetraedro del Desarrollo que
incorporaba el vértice Financiero a la figura geométrica
de Jorge Sábato.
Todos sus vértices interactúan entre sí generando
una interrelación virtuosa para el desarrollo de las
empresas productoras de tecnologías duras y blandas.
Pensando en nosotros
Las actitudes emprendedoras están también evolucionando
en la Argentina. Como resultado, no sólo se ha incrementado
la vocación por desarrollar nuevos mecanismos para el
Capital de Innovación, sino que en los últimos
años ha sido capaz de atraer fondos locales o regionales,
superando los subsidios gubernamentales dedicados a asistir
a las Pymes. Muy gradualmente, algunos de estos fondos proceden
de las propias grandes empresas que, al mismo tiempo que han
reducido su esfuerzo interno, han tercerizado parte de sus
actividades de investigación y desarrollo y han creado
fondos propios de capital para la innovación, con los
que han promovido el nacimiento de nuevas empresas de base
tecnológica (Spin-off corporativos).
Las grandes empresas tienen algunas ventajas: (I) tienen recursos
propios y la posibilidad de reducir el riesgo distribuyendo
la inversión en varios proyectos y (II) tienen organizadas
sus cadenas de distribución y disponen de un mayor conocimiento
del mercado. Por otro lado, su propia cultura interna habitualmente
las limita a moverse dentro de fronteras relativamente conocidas,
con lo que de alguna forma su aptitud innovativa suele estar
mucho más circunscripta. Las empresas más pequeñas,
de base tecnológica, en cambio: (I) suelen tomar nuevas
ideas de sus proveedores y clientes, (II) procuran llegar al
mercado de inmediato porque suelen carecer de capital para
proteger adecuadamente sus derechos de propiedad industrial,
(III) normalmente son mucho más dinámicas y su
habitual reducido tamaño les otorga gran flexibilidad
y posibilidad de readaptarse rápidamente a circunstancias
cambiantes y (IV) aportan con mayor frecuencia productos completamente
nuevos, resultantes de una cultura de permanente búsqueda
de nichos en el mercado.
Los grandes cambios producidos en las organizaciones nacionales
de promoción científica y tecnológica
y en algunas universidades, que las han llevado a valorizar
la innovación, son una oportunidad que Santa Fe no debería
desaprovechar. Para ello, es imprescindible que, como ya existen
en la Capital Federal, aparezcan organizaciones orientadas
a aportar Capital para la Innovación. La historia está cambiando;
hoy, en el tablero, las piezas blancas están del lado
de los inversores.
(1) Sin negar su originalidad en el momento en que fue propuesto
y su profunda influencia en el tiempo.
Una de las barreras más conocidas para la aparición
de nuevas empresas de base tecnológica es la falta de
existencia del capital necesario para llevar a cabo sus actividades.
La necesidad del capital de innovación
En una primera contribución, se planteó una
definición de las características de las empresas
de base tecnológica (EBT) que, en resumen, son aquéllas
sustentadas en la innovación que resulta usualmente
de la aplicación del conocimiento a nuevas ideas para
trasladarlas al mercado de usuarios. Estas empresas tienen
un componente primordial en sus activos intangibles, tales
como el capital humano y la madurez alcanzada, como para llevar
a cabo innovaciones mediante la investigación y el desarrollo,
en sus propias capacidades instaladas o accediendo a las de
otros.
Más adelante, y continuando con la temática,
se describieron las diversas formas que podía tomar
el capital para la innovación, como una parte sustancial
del “Tetraedro para el Desarrollo”, donde el sector financiero
juega un rol fundamental. La pregunta que sigue de inmediato
es ¿por qué es necesario el capital para la innovación?
El haber desarrollado no ya una idea sino aun una tecnología
no es sinónimo de que la organización privada
o pública que la ha generado sea capaz de darle valor
mediante su introducción en el mercado. En muchos casos,
estas tecnologías no lo alcanzan debido a diversos motivos,
tales como: dificultades de financiación para acometer
las inversiones ligadas a la fabricación, cambios en
las expectativas o requisitos de potenciales usuarios que limitan
el mercado inicialmente pensado, falencias en el proceso de
industrialización a partir de los prototipos previos,
pérdida de competitividad por la aparición de
una tecnología alternativa, inexistencia de una cultura
de comercialización o trabas legales no contempladas,
que permitan convertirla en una actividad de carácter
rentable económica o social. En este aspecto, la vinculación
con empresas grandes o pequeñas, instituciones especializadas
o grupos inversores, todos con experiencia en las etapas que
deberían continuar, reducen el riesgo.
Los gobiernos de muchos países, no sólo los
nacionales sino también los regionales (en nuestro caso
provinciales), realizan esfuerzos para apoyar la creación
de estas empresas, fundamentalmente en la financiación
inicial aunque también mediante la creación de
organizaciones dentro de los centros públicos que favorezcan
su aparición. Una gran parte y seguramente la más
importante, de las funciones de los parques tecnológicos
es precisamente el soporte y la ayuda para la creación
de estas nuevas empresas, intentando reducir las barreras para
su nacimiento y desarrollo y minimizar los riesgos intrínsecos
de esta nueva forma de actividad.
La minimización del riesgo
En cualquier caso, se está hablando de una actividad
nueva que implica inseguridades y contingencias no siempre
fáciles de anticipar. Con el objeto de minimizar el
riesgo se diseñan estrategias para evitar los fracasos.
En primer lugar, una actividad innovativa, no necesariamente
nace, se desarrolla y cumple su ciclo productivo con el grupo
que le dio vida. Existen otras posibilidades. Hidalgo Nuchera,
reconocido experto español en el tema, menciona a título
de ejemplo:
I) Innovación bajo demanda. El proceso de comercialización
es impulsado por un usuario (cliente) que necesita utilizarlo.
En este caso, la valorización está asegurada
desde el comienzo.
II) Asociación con nuevas formas institucionales a
través de parques tecnológicos.
III) Asociación con universidades u organismos de investigación
y desarrollo que colaboren con los costos de los desarrollos.
IV) Adjudicación de licencias con o sin exclusividad.
Comercialización de la tecnología, previamente
protegida, a cambio de compensaciones económicas.
V) Venta a una tercera organización.
VI) Comercialización directa. Desarrollando su departamento
de ventas y distribución. Es la más riesgosa,
en especial si no se posee suficiente experiencia en el tema.
Pero en ningún caso se pasa en forma simple de una
idea a una empresa productiva y menos más aún
si es de base tecnológica.
Las fases de formación y el capital
Las empresas de base tecnológica atraviesan por un
conjunto de fases que deben ser conocidas tanto por los tecnólogos
como por los potenciales inversores:
I) Fase de exploración. Es la actividad que lleva a
analizar una nueva idea y ejecutar todas las acciones necesarias
para verificar su potencial factibilidad, culminando con un
Plan de Negocios tentativo. De cualquier forma, una vez superada
la primera instancia del desarrollo de una idea, es fundamental
que la gestión de recurso tecnológico se convierta
en un elemento fundamental, para asegurar el éxito de
la empresa. En este aspecto, junto a la idea, el factor limitante
por excelencia es el conocimiento del mercado potencial y la
factibilidad del negocio. La gestión experimentada,
puede provenir muy frecuentemente de instituciones especializadas,
empresas preexistentes y en menor grado de centros de investigación
o universidades. Ésta es la típica actividad
de la Pre-incubación o la Incubación en un Parque
Tecnológico. En estas etapas, el capital semilla, más
frecuentemente a cargo del Estado, es fundamental.
II) Fase de nacimiento. El objetivo es iniciar las actividades
y explorar la comercialización de los primeros productos
o servicios reduciendo paulatinamente la dependencia con las
empresas o centros de los que proceden. Al final de esta fase
se supone que se ha encontrado y verificado un nicho de mercado
en el que una nueva EBT puede desarrollar sus actividades y
que, sobre esta base, ha logrado consolidar un plan de negocios
verificado. El número de empleados necesarios suele,
en general, requerir ya el acceso a fuentes de financiación
privadas y/o ayudas públicas que van a cubrir la inversión
necesaria desde actividades de investigación y desarrollo
de la idea innovativa, hasta las pruebas de la factibilidad
comercial. Esta fase es la más típica actividad
de una incubadora de empresas en un parque tecnológico,
con el objetivo bien definido de constituir la EBT. Acá intervienen
tanto el capital semilla como el de arranque.
III) Fase inicial de lanzamiento. El objetivo es consolidar
su presencia en el mercado, comenzando posiblemente también
a vislumbrar un proceso de diversificación e intercambio
de tecnologías con otras empresas. Los productos comienzan
a estabilizarse y maduran mediante nuevas versiones. Se desarrollan
las funciones de soporte a usuarios y mercadeo y aunque el
número de empleados necesariamente crece, se mantiene
un núcleo operativo de alta calificación. Para
ello, se deben seguir recibiendo ayudas privadas o públicas
muy selectivas para continuar el desarrollo de los nuevos productos
o procesos o mejorar los existentes. Esta actividad puede ser
llevada acabo con menor riesgo en las fases de pre-radicación
de un parque tecnológico. Claramente estamos hablando
del capital de arranque.
IV) Fase de consolidación. La nueva empresa de base
tecnológica ya se percibe como una empresa consolidada,
similar en servicios y competitividad a las establecidas previamente.
Se teje una red de alianzas estratégicas para incrementar
la presencia de sus productos y nuevos desarrollos, y alcanza
un tamaño que le permite mantener su actividad con un
cierto margen de seguridad. Aunque no es la única opción, ésta
constituye la típica actividad de una radicación
en un parque tecnológico. Y es evidente que desde el
punto de vista financiero, no estamos refiriendo al capital
de consolidación.
Por este motivo, mencionamos en la contribución anterior
que sin la presencia del sector financiero, el desarrollo de
una empresa de base tecnológica, salvo casos muy excepcionales
o cuando se trata del “spin off” corporativo de otra gran empresa
ya establecida, se torna casi una utopía. El creador
de una idea y en mucho casos, las Pymes, por sí solas,
no están en condiciones de afrontar las etapas antes
descriptas. Y es aquí cuando surge la necesidad del
“ángel inversor” que les tiende una mano que no está impulsada
por la generosidad (que sería un error) sino porque
vislumbra (sin certeza) la posibilidad de un negocio altamente
rentable.
El sistema nacional de innovación
Un país rico es aquel en el que todos sus habitantes
tienen satisfechas sus necesidades de desarrollo humano y,
en consecuencia, forman entre todos ellos un Estado con sentido
de Nación.
Cuando se habla de desarrollo nacional de un país,
la primera pregunta que surge es: ¿para qué?
Es evidente que la respuesta es relativamente sencilla. Se
pretende el progreso social como una forma de concretar el
bien común de todos sus habitantes. El progreso social
se logra en consecuencia, mediante la búsqueda de ideas,
conceptos y soluciones de avanzada, que conduzcan a la sociedad,
hacia un desarrollo gradual y casi ilimitado, de sus aptitudes
o capacidades espirituales, culturales, intelectuales y morales,
de sus condiciones materiales de existencia para un desarrollo
humano justo que contemple todas sus necesidades y, en general,
el avance de la civilización y de sus instituciones
como un conjunto, rechazando cualquier tipo de restricción
o discriminación y, lógicamente, sin menoscabo
del respeto de las garantías individuales, de libertad,
independencia y el derecho inviolable a una calidad de vida
digna.
De inmediato surge la segunda: ¿cómo se alcanza?
La respuesta es única para todos los terrenos que hacen
al desarrollo humano y se resume en dos palabras: innovación
permanente, tomada en su sentido lato. Hablar de este tema
tan complejo y completo escapa al objetivo de esta contribución,
que se limitará a considerar un aspecto de la misma
en su sentido bastante más restringido. Ello evitará que
se piense que creo que con alcanzar este aspecto parcial del
problema, se han resuelto todos los problemas que hacen a la
felicidad del ser humano. Es tan sólo una ayuda indispensable
dado que la camisa del hombre feliz ya sabemos que no existe.
La innovación conducente al progreso material y social
La innovación ha sido frecuentemente definida como
la utilización de un nuevo conocimiento o un nuevo uso
para el conocimiento existente, tal que, con la adecuada combinación
de uno o varios de ellos, en un esfuerzo también innovativo,
introduzca un conjunto de objetos en la comercialización
o uso de bienes y servicios productivos o sociales, que permitan
mantener o ganar competitividad en el mundo globalizado. Dentro
de este sentido más estricto, el tercer interrogante
es: ¿cómo se alcanza? Y aquí es donde
se continúan manejando conceptos obsoletos tales como
el pseudodivorcio entre al sistema científico-técnico
y el sistema productivo o la realización de investigaciones
que persiguen los paradigmas internacionales, en lugar de aquellas
que contemplen las necesidades nacionales y regionales y otras
tantas afirmaciones que, aunque tengan algún viso de
realidad, por ser incompletas, son intrínsecamente erróneas.
Desde el momento en que se comenzó a organizar e institucionalizar
en la Argentina el sector de ciencia y tecnología para
contribuir a su progreso social, se partió, con muy
pocas excepciones, de un modelo antiguo y equivocado que estaba
representado por la suma de dos errores muy graves: (i) La
teoría de la existencia de una relación lineal
entre investigación básica (1), investigación
aplicada, desarrollo experimental (2) y la aplicación;
y (ii) pensar que las soluciones para el desarrollo económico
y social podían venir de la “oferta” del sistema científico-técnico.
Los países más desarrollados -y hoy gran parte
del mundo-, desde hace mucho tiempo, saben que el cambio lo
produce la innovación y que ésta no se alcanza
con el modelo antes mencionado. Y además, que no existe
innovación sin un Sistema Nacional o al menos Regional
de Innovación.
Lo primero que se debe observar es que, sea o no de nuestro
agrado, el proceso de globalización existe y lleva indefectiblemente
a que la información casi instantánea sobre nuevos
mercados y nuevos productos incremente fuertemente la competencia
y, por lo tanto, resultan imprescindibles nuevas formas organizativas
para manejar las distintas cadenas de producción y distribución.
De la misma manera, obliga a mejorar el flujo de información
relacionado con el desarrollo de nuevos conocimientos y sus
aplicaciones para cubrir necesidades de un mercado cada vez
más creciente y con urgencias más vertiginosas.
Consecuentemente, los mecanismos de intercomunicación
entre todos los actores pasan a ser una cuestión central,
sin la cual cualquier pretensión de disponer de un sistema
eficiente de desarrollo resulta una utopía destinada
al fracaso. Estos elementos, unidos a las innovaciones en organización
y mercadeo, forman un contexto operacional imprescindible para
el crecimiento. (Ver cuadro)
Modernamente se ha afirmado con especial énfasis que
la innovación organizacional y de mercadeo de las instituciones
ha pasado a ser, con contadas excepciones, una condición
previa, casi necesaria para que se produzca la innovación
técnica.
El Sistema Nacional de Innovación
De inmediato se ha visto necesario introducir modificaciones
a la caracterización de innovación anterior.
Las mismas fueron enunciadas de la siguiente forma: la incorporación
de nuevos o mejorados: (I) productos (bienes o servicios),
(II) procesos, (III) diseños, (IV) sistemas de mercadeo
y (V) métodos organizacionales para las nuevas prácticas
productivas, comerciales y de relaciones externas o mejoras
sociales; sea que ocurran a nivel de una o más empresas,
como en regiones o países (3).
Todas ellas implican la existencia de actividades científicas,
tecnológicas, de desarrollo, financieras, comerciales
y de ordenamientos y ligazones interinstitucionales que conduzcan
a la implementación de la misma. Para ello, debe existir
un Sistema Nacional de Innovación que reúna a
un conjunto de actores y relaciones que estén ordenados
al principal objetivo de tornar competitivo un país.
Este sistema incluye, a título de ejemplo, sin pretender
hacer una enumeración exhaustiva:
* Un sistema educativo básico moderno y eficiente,
* Un sistema universitario y las instituciones de ciencia
y tecnología adecuadas y funcionalmente equipadas y
presupuestadas.
* Los sistemas adecuados de entrenamiento de mano de obra
especializada en todos los niveles.
* Las accesibilidad a bases de datos de conocimientos codificados.
* La adopción de estándares operacionales y
de control del ambiente.
* La existencia de políticas de gobierno que favorezcan
y estimulen la innovación. Además de un conjunto
de medidas legislativas que la soporten, tales como:
- Leyes de patentes.
- Sistemas especiales de gravámenes impositivos.
- Reglas claras para la organización de la sociedades
productivas.
- Una ley que posibilite, sin más trámites,
que todos los organismos de ciencia, tecnología y servicios
puedan coparticipar de sociedades comerciales sin limitaciones
en su composición accionaria, como hoy ya lo podrían
hacer las universidades nacionales.
- La existencia de un valor competitivo de la moneda para
el intercambio comercial, sin llegar al proteccionismo que
anule la necesidad de progresar para competir.
- La adecuada elaboración de las reglas y tarifas de
los mecanismos de importación y exportación.
- Un sistema de licencias especiales largas con posibilidades
de retorno a su trabajo para los investigadores que deseen
formar su propio emprendimiento como resultado de su trabajo
de innovación.
* La infraestructura de comunicaciones en todos los niveles.
* Las facilidades de interrelaciones flexibles, amplias y
con variados grados de combinación, entre las fuentes
capaces de originar el conocimiento empresario o de organizaciones
de ciencia y tecnología y sus eventuales demandantes
y usuarios.
* La existencia de procedimientos especiales de financiación
entre los cuales se destacan especialmente los instrumentos
que forman parte del Capital para la Innovación.
* Los procesos ordenados de accesibilidad a los mercados.
* Un sistema productor de bienes y servicios con actitud emprendedora
y
Finalmente, la existencia de un ambiente competitivo estimulante
de la creatividad.
Esto se puede resumir en lo siguiente:
La existencia de un empresariado competitivo, un estado moderno
organizado, un sistema científico tecnológico
creativo e innovador y un sistema financiero público
y privado para aportar el capital de innovación. Es
decir, disponer de un flexible y muy renovado Tetraedro de
Desarrollo que ya fue explicado en uno de los artículos
publicados en esta columna anteriormente.
De esta forma, se podrá ayudar a alcanzar el enunciado
bien común del comienzo.
(1) A veces, confundida con “investigación pura”, que
en realidad casi nunca existió.
(2) Así bautizado ya en la obsoleta (hoy modernizada)
versión del Manual de Frascati publicado por la Ocde.
(3) Manual de Oslo publicado por la Ocde.
(*) INTEC (UNL y CONICET). Presidente del Directorio
del PTLC-Sapem.
Fuente: Diario
El Litoral, publicado en 4 artículos en mayo
y junio de 2009.
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